En la columna anterior estuvimos conversando (y digo conversando porque al escribir imagino que converso contigo) sobre todo lo que comunica nuestro cuerpo, que es aproximadamente el 93% de todo lo que estoy comunicando. Mucho ¿no? Te decía que si aprendes a “leer el cuerpo” es decir “lo que no se dice”, tendrás mucha más información que sólo centrándote en el mensaje, es decir “lo que se dice”.
Y te había dejado como invitación que empezaras a prestar atención a lo que van comunicando los cuerpos de las personas con las que fueras hablando, especialmente la gestualidad, los tonos de voz, la conexión visual, cómo usan las manos. También que trataras de descubrir lo que “no dice”, lo que hay detrás de las palabras.
Pongamos atención ahora a qué es lo que podemos llegar a escuchar si nos entrenamos adecuadamente.
Los lentes a través de los cuáles percibimos a los demás
¿Te has fijado que cuando envías un mensaje de texto muchísimas veces se malinterpreta? ¿O que al leer alguien un mensaje de otro a otra persona, lo hace con toda una entonación a medida que lo va leyendo? ¿Y que al recibir un audio notas que hay más información que en el mensaje sólo de texto?
Todo esto tiene que ver con interpretaciones que hace el que recibe los mensajes. ¿Por qué es esto? Porque cada uno de nosotros ha crecido en un entorno, ha tenido ciertos padres, ciertas experiencias, que han configurado su modo de ver el mundo (algunos lo llaman “mindset”); y desde ese lugar -como si fueran sus anteojos – percibe el mundo. Y te digo más: desde ese lugar es desde donde tomamos todas las decisiones de nuestra vida. Vale la pena revisarlo, ¿no?
Claramente ninguno de nosotros tiene los mismos anteojos, ¡ni siquiera hermanos que crecieron con los mismos padres y en la misma casa! El tema es que llegamos a un trabajo y nos encontramos que cada uno llega con “su propia mochilita”, como me gusta llamarlo a mí. Y queremos tener razón, porque creemos que “nuestra idea, nuestro pensamiento” es el correcto.
Rápidamente te darás cuenta la cantidad de conflictos que esto genera. De allí, la importancia de incorporar todas estas distinciones que voy a ir trayéndote en mis columnas. Porque ¿a quién le gusta vivir permanentemente con conflictos?
Para cada persona existe un mundo totalmente distinto
Volviendo a las interpretaciones que hacemos, ¿te ha pasado de ir al cine y que luego alguien que fue contigo cuenta una película totalmente diferente a la que tú cuentas? ¿O un episodio que sucedió en el trabajo con el jefe? ¿O lo que sucedió cuando eras niño/a durante unas vacaciones contado por algún hermano tuyo?
Haciendo consciente esto es cuando empezamos a entender que el mundo que vemos “no es lo que vemos”, sino lo que cada uno “puede ver” desde su propio modelo mental. En esta imagen se muestra muy bien esto que te quiero transmitir:
Los dos presos están en la misma celda mirando lo mismo (para hacerlo más exagerado, el de la derecha hasta parece ciego) y sin embargo cada uno ve lo que ve: uno los barrotes de la celda y el otro el paisaje que está detrás. ¿Te das cuenta que cada uno ve lo que ve?
Y esto no tiene que ver con el afuera, tiene que ver con el “adentro” de cada uno. Con cómo me sienta, con cuál es mi historia, qué me pasó en la vida, qué me cuento de esa vida, qué momento emocional estoy pasando en este momento…
¿Cuál es la buena noticia? Que esto se puede cambiar. Ye te iré contacto cómo. Hay mucha tela para cortar. Pero, como dice al dicho: ¡al elefante no se lo puede comer de un bocado!
Nos vemos la semana próxima.