Tranquilamente podría decirse que Borgen es “todo lo que está bien”. De hecho, la serie danesa que acaba de engrosar el catálogo online de Netflix exhibe con orgullo ese halo nórdico que sugiere cosas “bien hechas” en los más diversos ámbitos: desde una política educativa a una atrapante ficción sobre los tejes y manejes de la política contemporánea.
A más de 10 años de su estreno -se emitió originalmente entre 2010 y 2013–, el drama que antecedió a House of Cards vuelve a ser noticia porque, además, una cuarta temporada se espera para 2022, a casi una década del final de su última tanda de episodios.
En ese contexto, vale la pena repasar algunas de las razones detrás de su impacto a nivel global, que a partir de una esperada inclusión en el servicio de streaming más popular no ha hecho más que multiplicarse.
Su protagonista. Sidse Babett Knudsen, que encarna a la primera mujer danesa en alcanzar el mayor cargo político de su país, concentra buena parte de los elogios que ha despertado Borgen desde su estreno. Su caracterización de Birgitte Nyborg no sólo le valió una nominación a la versión internacional de los premios Emmy 2012 –terna que ganó la argentina Cristina Banegas– sino que logró humanizar la figura de una política todoterreno que también debe lidiar con problemas maritales y una compleja relación con sus hijos. En este caso, además, el rol de la mujer en la vida política y las consecuencias personales que puede tener un puesto de alta exposición y demanda de tiempo quedan expuestas en primer plano. La tensión entre lo público y lo privado se expresa con claridad en los movimientos y gestos de Knudsen, quien fue definida por Adam Price (creador de la serie) como “poderosa y frágil al mismo tiempo”.
El sistema político danés. Aun sin apelar a referencias “reales”, Borgen traduce a la ficción parte de las problemáticas detrás de una forma de gobierno ajena para los argentinos pero muy común en Europa: la de las monarquías constitucionales. El comienzo de la serie muestra cómo unas elecciones parlamentarias precipitan el final del mandato del primer ministro saliente y la figura de Nyborg emerge como la encargada de formar gobierno junto a los partidos que tienen representación mayoritaria.
Las negociaciones y los cambios en la balanza del poder no sólo resultan atrapantes, sino que también dan cuenta del tejido de relaciones que sostiene una de las democracias más avanzadas (y menos corruptas) a nivel mundial. La progresiva constitución de Nyborg como estadista y líder en ese contexto se encarga de mostrar los matices del día a día de un gobierno que debe tutelar el devenir de todo un país, y no sólo el de los votantes propios.
El cuarto poder. Otro de los grandes aciertos tiene que ver con su retrato sobre el detrás de escena de los medios de comunicación que cubren la vida política del país nórdico. El canal TV1 y la figura de la periodista Katrine Fønsmark funcionan como la contraparte de todo lo que sucede en la trama política encabezada por Nyborg. El ida y vuelta entre la ética, la vocación de primicia, los intereses en juego, las audiencias y el rigor detrás de un noticiero televisivo quedan expuestos como parte central del juego democrático. La ascendente presentadora interpretada por Birgitte Hjort Sørensen es la otra gran heroína de la serie y vive en carne propia las consecuencias de una vida privada atravesada por las contradicciones del sistema y sus ideales de bien público.
Otras prioridades. Aunque resulta inevitable analizar en detalle el nivel de vida y la idiosincrasia danesa que se expresan consciente e inconscientemente, ciertas problemáticas sorprenden a la distancia. ¿Acaso desde el sur del mundo podemos imaginar el vínculo entre Dinamarca y sus territorios dependientes, Groenlandia e Isla Feroe? ¿Cómo se manejan las presiones de Estados Unidos desde uno de sus aliados más notables en territorio europeo? Esas y otras vicisitudes propias del país escandinavo forman parte del entramado narrativo de una serie que también invita a conocer más sobre una porción del mundo escasamente referenciada en otros tanques del entretenimiento global.
El thriller como condimento. Como toda serie que logra generar pasiones más allá de un nicho específico, Borgen no se queda en la mera disección ficcional del sistema político que gobierna Dinamarca. Mentiras, traiciones e historias ocultas de algunos de sus personajes centrales aportan la dosis de intriga y sucesos pendientes de resolución que hacen de este un drama para alquilar balcones. El personaje de Kasper Juul –Pilou Asbæk, conocido por dar vida a Euron Greyjoy en Game of Thrones– está vinculado con buena parte de estas temáticas subterráneas y funciona como un nexo necesario entre los distintos estamentos que componen la trama de Borgen. Su intrincada relación con el poder y su compleja historia individual juegan como elementos secundarios, pero indispensables a la hora de delinear la relación entre los personajes y la continuidad de la historia.
* Este texto fue publicado originalmente por La Voz. Se reproduce aquí con la autorización correspondiente.