Muchos eligen ver producciones del extranjero, sin pararse a observar las películas que se encuentran en nuestro repertorio. Y, si además, Guillermo Francella figura entre los protagonistas, es imposible que no la pasemos bien.
No es fanatismo: la frescura, la seriedad y el compromiso que le da a cada uno de sus personajes hace que cada proyecto sea digno de ver. Y, por si fuera poco, en “Mi obra maestra” tiene a Luis Brandoni como compañero.
Francella interpreta a Arturo Silva, un galerista de arte, un hombre que conoce del negocio de las artes, que se codea con empresarios y millonarios del medio. Brandoni es Renzo Nervi, un artista incomprendido en decadencia, que tuvo su época de gloria pero que en la actualidad se encuentra sin poder vender siquiera una de sus obras.
Ambos están unidos por una larga amistad, por lo que la historia nos remonta a cinco años antes de la actualidad. La situación comienza a cambiar con la llegada de Alex (Raúl Arévalo), un neo-hippie español que representa a los jóvenes idealistas y dice ser un admirador incondicional de este gran maestro incomprendido por las nuevas generaciones. Además, aparece en escena otra experta en el negocio, interpretada por Andrea Frigerio.
Es un filme fresco, con una dupla increíble que entretiene, por momentos siembra un poco de suspenso y que nos lleva a conocer un poco más sobre la decadencia de los artistas en un país donde no se aprecia el arte.
Podría ser dividida en tres partes: comienza como una comedia que habla del mundo del arte, pasa por una vuelta de tuerca que la convierte en una película dramática y, gracias a un suceso inesperado, toma un nuevo rumbo que no spoilearemos.
La ficha
Mi obra maestra. Argentina. 2018. 100′. Dirección: Gastón Duprat. Elenco: Guillermo Francella, Luis Brandoni, Raúl Arévalo, Andrea Frigerio. Disponible en Netflix. Nuestra opinión: Buena.
