Nació hace casi cien años en Paso de los Toros, departamento de Tacuarembó, en Uruguay. Pero desde los cuatro años vivió en Montevideo, ciudad a la que le entregó todo su cariño e inspiración: la aludió más de 600 veces en sus más de 80 libros. Y aunque en el medio hubo un exilio, un desexilio, y por largos años estancias simétricas de seis meses ahí y seis meses en Madrid para evitar el frío que complicaba su asma, Benedetti tuvo su corazón acorazado en las calles charrúas.
Y lógicamente el lunes, cuando el 20 de septiembre marque en el calendario un siglo desde el día de 1920 en el que nació, los homenajes estarán concentrados en la capital uruguaya. Elizabeth Villalba, la directora de Turismo de la capital, lo ha calificado como “el gran embajador de la ciudad”. “Es un auténtico montevideano que escribía a las cosas simples de la vida, la amistad, el amor, la ciudad, la solidaridad, cosas muy comunes”, resumía, cuando presentó el proyecto “Mirada Benedetti”, que es uno de los homenajes del centenario (ver recuadro).
Benedetti falleció el 17 de mayo de 2009 a los 88 años. Si hacemos cuentas, hubo muchas veces en las que sacó dos y hasta tres libros por año. Algunos de sus poemas fueron la educación sentimental de varias generaciones de lectores. Otros parecen loas al amor romántico: ""No te salves", “Corazón coraza”, “Te quiero”, “Táctica y estrategia”, entre otros. Otras veces, sus novelas se llevaron al cine, como
“La tregua” y “Gracias por el fuego”. Y hasta alguna vez lo invitaron a recitar sus poemas, como en “El lado oscuro del corazón”, donde lo recordamos en una escena a media luz, desgranando versos en alemán.
Es que el pequeño Mario, cuyo cuarto nombre era Hamlet, aprendió a leer y a escribir en un colegio alemán. Al punto tal que sus primeros versos, siendo un niño entusiasmado por la poesía, los escribió en la lengua de Goethe.
Una mala racha económica lo obligó a tener que abandonar la secundaria y empezar a vender autopartes. Después se ganó la vida como taquígrafo, cajero, contable, funcionario público, traductor y periodista, profesión que ejerció durante cuarenta años en el semanario Marcha.
Y en 1945 escribió su primer libro, “La víspera indeleble”, un poemario que inauguraría un ciclo de 36 libros de poesía, que terminaría en “Testigo de uno mismo” (2008). En 1949 se mostraría como narrador, en “Esta mañana”. Se trataba de un libro de cuentos, un género próspero en un país que tuvo a Felisberto Hernández (antes) y a Juan Carlos Onetti (en simultáneo a él). Ese fue el género que eligieron muchos porque había más posibilidades de ser publicado en diarios y revistas.
Un año después siguió con la poesía, “Solo mientras tanto”, y en 1953 su primera novela, “Quién de nosotros”. Pero también reflexionó en ensayos y escribió letras de canciones, un “género menor” que él pulió al lado de músicos Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Daniel Viglietti y Pablo Milanés.
Pese a su expansión e inquietud, que lo llevó a escribir de todo, incluso dramaturgia, él siempre supo que el sustrato de su voz estaba en la poesía. “Para mí el género prioritario es la poesía -le confesaba a la periodista Reina Roffé en el 2000 -. Escribo en otros, pero siempre voy intercalando poesía. Escribo, por ejemplo, una novela y un libro de poemas; un libro de cuentos y otro de poesía. Es decir, que el género más constante en mi producción es la poesía”.
Y por eso sus autores tutelares, según reconoció, eran los poetas Antonio Machado y César Vallejo. De ambos la aprendió, pero la ejerció de forma muy distinta: ya en “Poemas de la oficina” (1956) confirmaba que él quería hablar de cosas cotidianas, urbanas, mundanas, pero sin despegarse de la introspección. Su poesía sería para siempre clara y sencilla. Cristalina como el habla. Y, como el habla también, a veces lúdica.
Por eso, pensaba él, gustaba tanto entre los jóvenes. “Doy un recital de poemas y los dos tercios del público son jóvenes”, solía decir no sin cierto orgullo en sus últimos años de vida. “Tal vez sea que, por lo general, mi lenguaje es bastante sencillo. Aunque la claridad es un elemento difícil de lograr. A mí, como lector, nunca me gustaron los poetas muy misteriosos o muy complicados. Preferí siempre a poetas como Machado o como Martí porque uno, de entrada, tiene acceso a lo que quieren decir. El único poeta difícil que verdaderamente me conquistó fue Vallejo. Vallejo sí es un poeta difícil, pero tenía tal autenticidad que me conquistó”.
¿Pero qué era más importante para Benedetti, el contenido o el continente? “Creo que una cosa es tan importante como la otra. Si uno transmite un mensaje ideológico, político o hasta social formidable, pero la forma es torpe, ese mensaje se va al diablo. Por eso, el contenido y la forma deben ir parejos. Hay que poner mucha atención en la forma y no olvidar nunca que, aunque uno trate temas políticos, por ejemplo, la prioridad es para la literatura. Primero tiene que ser una obra literaria respetable; después, lo otro, es secundario”, reflexionaba en la entrevista citada.
Entre 1973 y 1983 vivió los años más difíciles. Para él, como para muchos intelectuales, fue la década del exilio. Vivió en Buenos Aires, Perú, Cuba y España. Estuvo alejado de su esposa, Luz López, quien se había quedado en Montevideo cuidando a las madres de ambos. De esos años terribles le quedaría el gran miedo de su vida: la tortura. Quedaría inmortalizado en el poema “Alguien”: “Alguien limpia la celda / de la tortura / que no quede la sangre / ni la amargura”.
Cuando vuelve a Montevideo inventa la palabra “desexilio”, para definir el reencuentro cargado de pesar y a la vez esperanza. Y también esos son los años de su internacionalización como escritor, gracias en parte a la popularidad que logra su tándem con Joan Manuel Serrat. El álbum “El sur también existe” (1985) es un maravilloso testimonio de la fusión de dos artes complementarias.
Y pese a que en sus últimos años solo hubo premios, honoris causas, homenajes y muchas ventas, Benedetti siempre descreyó del éxito. “Siempre resulta un misterio y no es ninguna garantía de gran calidad”, decía. “Hay autores de enorme éxito que no son buenos escritores y otros que son magníficos y de los que nadie se ocupa”. “En mi caso, no estoy bien seguro”, dudaba, con ese bigote sonriente que ya pasó a la historia.
Los homenajes se juntan
“Mirada Benedetti” es un proyecto que invita a uruguayos y extranjeros a recorrer virtualmente rincones de Montevideo retratados en sus cuentos o poemas. Es importante si tenemos en cuenta que los estudiosos de su obra han reconocido unas 600 alusiones a esa ciudad en sus más de 80 libros. Se puede visitar en la web de Turismo de la Intendencia de Montevideo.
Otra de las propuestas para conmemorar el centenario viene desde Grupo Planeta, que lanzó una convocatoria llamada #BenedettienMiVentana. La idea es que los lectores y lectoras peguen en sus ventanas los versos que más les gusten de Benedetti, para después sacarles una foto y compartirla ya sea a través de las redes sociales bajo ese hashtag o publicarlas en las redes sociales de Grupo Planeta.
Por otra parte, Alfaguara acaba de publicar en España una antología poética seleccionada y prologada por Serrat, que en breve llegará a Argentina. En las primeras páginas se lee que “en este libro están representados todos los Benedettis que Mario cargaba en su mochila: el oficinista rutinario, el montevideano de clase media, el periodista comprometido, el viajero curioso, el militante de la patria doméstica, el exiliado y el desexiliado, y también el intelectual parcial, el luchador político y, por supuesto, el poeta minucioso y trabajador que nunca dejó de ser”.