“La jauría” llegó el viernes a Amazon Prime Video y ya está comprobando lo que se decía de ella: que la crudeza de su temática iba a remover las emociones de los que la ven. Esa es la efectividad de una directora que ya tiene experiencia en retratar, hacer reflexionar y ajusticiar a través de las imágenes: recordemos que la argentina Lucía Puenzo dirigió “Wakolda” y “XXY”.
Ahora, esta serie chilena trata sobre los intentos de recuperar a una adolescente secuestrada por una organización en línea que recluta a hombres para cometer actos de violencia machista. Y, como advierte Puenzo, es una serie que resultará “incómoda”. Apunta a Télam: “No me gustan las cosas políticamente correctas, que no se animan a ser hasta contradictorias y polémicas”.
Un conservador colegio católico de Santiago tomado por las alumnas, que denuncian sin respaldo de los directivos, los padres ni sus compañeros varones los abusos de un profesor de teatro, y la desaparición de Blanca (Antonia Giesen), la líder de la manifestación, es el punto de inicio de la trama.
Tres mujeres de la Policía De Investigaciones (PDI) chilena, encarnadas por Daniela Vega (actriz trans recordada por “Una mujer fantástica”), Antonia Zegers y María Gracia Omegna, se hacen cargo del caso, que pronto comienza a abrir complejas aristas que incluyen un peligroso juego online. “Lo primero que pregunté es si estaban abiertos a que las chicas jóvenes también fueran protagonistas”, recuerda Puenzo sobre el momento en que hace dos años y medio fue convocada por Fábula -la productora de los hermanos Larraín-, Freemantle y Kapow para ejercer el rol de lo que los norteamericanos llaman “showrunner” de la serie, es decir, el de máxima responsable del proyecto.
Para Puenzo era importante que “La Jauría” no fuera sólo una serie de corte policial, sino también una serie de personajes, en la que a través de los jóvenes pudiera darse cuenta de la efervescencia de los movimientos de mujeres que comenzaban a darse en Latinoamérica.
Allí destacan Celeste (Paula Luchsinger), hermana de la chica desaparecida y proto-hacker que decide poner en marcha su propia operación de rescate; y Gonzalo (Clemente Rodríguez), el hijo de la policía Olivia Fernández, víctima de bullying que se adentrará ingenuamente en el arriesgado “Juego del lobo” online.
-¿Cómo encaraste esta temática tan dura en el momento creativo?
-De entrada me di cuenta de que “La Jauría” iba a ser una serie incómoda, perturbadora. Tuvimos que pensar detenidamente cómo se filman las escenas de agresión sexual, no solo para cuidar a los chicos que la están filmando, pero también cómo filmarlo para que no sea un regodeo. Había cuestiones que nos generaron dilemas, con cómo se encaran ese tipo de temáticas. Al mismo tiempo a mí me gusta el cine incómodo y amoral, y los personajes amorales que igual te pueden generar empatía.
-¿Qué es lo que te atrajo de la idea del juego en línea para esta historia de violencia machista?
-En el comienzo estaba bastante basado en este juego ruso que se llamaba “La ballena azul”, que no solo captaba mentes psicópatas o mentes adultas ya delincuentes sino chicos muy jóvenes que hacían una serie de pruebas al principio muy inocentes y finalmente terminaban haciendo actos de agresión sexual. Estaba la idea del “monstruo en tu casa”, de lo que puede pasar en un teléfono, en una tablet, con tus hijos, que también me parecía aterrorizante para meter las manos y pensar. Tuvimos que inventar un juego, que para la serie hubo que diseñarlo con un equipo de hackers; tuvimos que hacerlo y destrozarlo el día después del rodaje, pero fuimos muy cuidadosos de que eso no circulara por fuera de ciertas personas.
-El tono de la serie es a menudo angustiante. La escena inicial, con un profesor de teatro que genera situaciones claramente inapropiadas con sus alumnas, revuelve el estómago. ¿Cómo se definió ese tono?
-Desde el comienzo con el grupo de directores (entre los que se encuentra su hermano, Nicolás Puenzo) discutíamos mucho cómo se redefinió la palabra “abuso”. Hace tres años había cuestiones que las mujeres podíamos sentir como abuso que tal vez muchos no sentían que lo fuera, como un profesor que simplemente te mire de una manera sexual. Esos espacios más grises era a los que queríamos meterle mano.
Con Marcelo Alonso, el actor que hace de ese profesor, y con ese grupo de chicas que de hecho muchas eran sus alumnas de teatro, decidimos hacer un experimento. Esa escena por plan de rodaje tenía una hora del día y nos quedamos media jornada probando cosas entre él y ellas, y eso se transformó en el trailer, pasó al capítulo 1 y le da inicio a la serie. En esa búsqueda apareció algo muy perturbador y se transformó en casi lo más incómodo de la serie porque es un prisma muy sutil que tiene muchas miradas posibles.
”Creo que en las series hechas por mujeres tenemos que tener especial cuidado en cómo escribimos a los personajes de los hombres para que no caigan en los estereotipos del villano o del idiota, no infantilizarlos, no justificarlos”, reflexiona, sobre sus personajes masculinos.