¿Será que Vincent van Gogh es el pintor más retratado de la historia, después de Frida Kahlo? Por qué no pensarlo. Son famosos los retratos que hicieron de él su amigo Paul Gauguin (“Van Gogh pintando girasoles”) y su médico, el pintor aficionado Paul Gachet, cuando el artista acababa de morir el 29 de julio de 1890 (el miércoles fueron 130 años).
Pero además, recordemos los famosos autorretratos que dejó. Una prueba de inconmensurable valor para entender su psicología, la percepción que tenía de sí mismo. Muchos dan pistas sobre la atormentada reflexión que siempre tuvo sobre la representación de lo real a través del arte. Son “Autorretrato como un bonzo”, “Autorretrato con oreja vendada” y muchos más, que en total suman 43. Se pintó con sombreros y sin sombreros, desaliñado y con traje y perfume, con oreja y sin oreja... pero siempre, la mirada sin paz y la barba roja como el fuego.
La mayoría de sus autorretratos fueron pintados en los últimos tres años de su vida, de hecho. Cuando intercambiaron autorretratos con Gauguin, le decía a su hermano Theo: “Le he escrito en respuesta a su carta diciéndole que si se me permite destacar mi propia personalidad en un retrato, lo he hecho tratando de transmitir no sólo a mí mismo en mi retrato, sino a un impresionista en general; lo he concebido como el retrato de un bonzo, un simple adorador del eterno Buda”.
La cronología de estos retratos es también el avance en su deterioro psicológico, que terminaría en su misteriosa muerte, ocurrida supuestamente por una complicación después de haberse disparado accidentalmente.
Van Gogh pasó a ser entonces patrimonio de la humanidad. Inspiró a otros pintores, a escritores, y los historiadores tocaron su biografía una y otra vez. Pero en donde los retratos del genio neerlandés han tenido más vigor ha sido en el cine. Las generaciones de realizadores han vuelto una y otra vez sobre él.
Un fetiche del cine
Si el lector abriera el catálogo de Mubi, el archivo de películas clásicas y de autor más interesante y completo del streaming, encontraría que Van Gogh es el protagonista, o el tema, o la inspiración, de muchas cintas: “Van Gogh” (Alain Resnais, 1948), “Van Gogh, la película” (Robert Altman, 1990), “Van Gogh” (Maurice Pialat, 1966), “Van Gogh” (Pialat, 1990), “Van Gogh: Painted with Words” (Andrew Hutton, 2010), “Van Goghs” (Sergey Livnev, 2018), “China’s Van Gogh” (Haibo Yu, Kiki Tianqi Yu, 2016), “Vincent Van Gogh, Der Weg Nach Courrières” (Christoph Hübner y Gabriele Voss, 1989), “Besuch Bei Van Gogh” (Horst Seeman, 1985), “Vincent” (Paul Cox, 1987), “Van Gogh Legacy” (Pim Van Hoeve, 2013), “Morte all’orecchio di Van Gogh” (Piero Bargellini, 1968) y la lista sigue.
Y no incluye, tristemente, a “Lust for Life” (“Sed de vivir”, 1956), que es la primera película de gran trascendencia sobre Van Gogh. No hay más que maravillarse por el trabajo actoral y documental que dirigió Vincente Minnelli (“Meet Me in St. Louis”, “Gigi”).
Abre una panorámica llena de claroscuros, sobre la amistad entre Van Gogh, interpretado por el recientemente fallecido Kirk Douglas, y Gauguin, que le valió un Oscar a Anthony Quinn. Un duelo de potencias actorales, entre los que no solo se debaten ideas estéticas, sino que actúan en consecuencia a sus ocultos celos: Gauguin le envidia la obra pictórica a su amigo, y él el carisma y la facilidad con la que puede desenvolverse el otro con las mujeres.
Aunque tiene como base la novela homónima de 1934, escrita por Irving Stone, la película está lejos de ser una libre ficcionalización, puesto que la producción reescribió el guion en base a información extraída de los escritos autobiográficos del pintor y del historial médico del sanatorio donde estuvo internado, que visitaron especialmente y en el que incluso filmaron escenas.
Para volver a ver una producción importante, saltamos hasta principio de los 90′, cuando a raíz del centenario de su muerte asistimos también a un redescubrimiento de su figura.
El gran Robert Altman, en “Vincent y Theo” (1990), hizo hincapié en la relación de los dos hermanos, interpretados por Tim Roth y Paul Rhys respectivamente. Otro director inmenso, como Maurice Pialat, quien ya había tomado al personaje para la televisión en los ’60, puso el foco en cambio en la relación sentimental que lo unió con la hija de su médico. “Van Gogh” (1991), que interpreta muy a la “manière” francesa Jacques Dutronc, comparte con la película de Altman el metraje: más de tres horas de drama.
En el mismo 1990, Akira Kurosawa le dedica una de sus evocaciones en “Los sueños”, una de las películas visualmente más bellas jamás filmadas. Quizás por coincidencia o como un homenaje en el centenario, el episodio “Cuervos” es sobre un estudiante que ingresa mágicamente a una de las pinturas de Van Gogh y logra conocerlo en persona. Como detalle, el pintor es personificado por Martin Scorsese (que sí, también actúa).
En 2010, Benedict Cumberbatch lo interpretó en una ficción televisiva, “Van Gogh: Painted with Words”, en una corta pero apasionada versión. Y en 2018, Willem Defoe logra una de sus caracterizaciones más memorables en “At Eternity’s Gate”, dirigida por Julian Schnabel, quien también es artista plástico y ya había retratado a Basquiat en el recordado filme de 1996. Su actuación casi le valió el Oscar a Mejor Actor.
Pero el proyecto más ambicioso y original en torno al pintor fue “Loving Vincent” (2017), disponible en Netflix. Dorota Kobiela y Hugh Welchman llevaron a la realidad una idea poco menos que delirante: hacer nuevamente un policial que investigue su muerte, pero en donde cada fotograma fuera una pintura al óleo que imite las pinceladas y la paleta del artista. El resultado, que incluye unas 65 mil pinturas en su hora y media de duración, por momentos puede resultar recargado y hasta agobiante visualmente, pero no hay manera de no asombrarse por la ambición del proyecto, protagonizado por Robert Gulaczyk (Van Gogh) y Saoirse Ronan.