El 12 de septiembre de 1980, los Enanitos Verdes salieron al mundo. Se habían formado un año antes, pero como nos dice Felipe Staiti, ese día dieron en el teatro Selectro su “primer recital como una banda consolidada”: eran Marciano Cantero (voz y bajo), Daniel Piccolo (batería) y él en guitarra.
Si hacemos cuentas nos dan 40 años, que se cumplieron el viernes de la semana pasada. Pero ahora los festejos no serán masivos. La pandemia, que continúa su curso, fracasó los planes para un año que había empezado muy en lo alto: en febrero Fender, la “fábrica de sueños” del rock, los homenajeó poniéndole el nombre de la banda a su principal sala de conferencias. Iba a seguir una gira gloriosa...
Pero el aislamiento también lleva a que la celebración se dé en otras partes, como las redes sociales, donde los fans mandaron los respectivos saludos. La ilusión de Staiti era poder repetir el mismo 12 de este mes el mismo show, compuesto por canciones que nunca llegaron a grabar en un disco. Ese día, dice él, ya estaba prefigurado el sonido, el pulso y los temas que interesarían en el futuro a la banda.
¿Cómo evocan el show? Responde Marciano: “Teníamos muchas ganas, mucha energía. Creo que también ya nos habíamos dado cuenta, o intuido, que yo ante todo era cantante y bajista, y Felipe guitarrista. Todo funcionó musicalmente perfecto”, dice sobre ese poderoso tándem que formaron. “Cuando nos conocimos hicimos clic rápidamente. Estábamos en la misma sintonía”.
Por otra parte, Felipe recuerda muy bien esa noche, porque guarda una joya: la grabación en cassette del show. “Para mí fue el comienzo real de los Enanitos, porque fue la primera actuación con una banda ya consolidada. Creo que eso, y hacerlo en el teatro Selectro, un lugar importante y muy lindo para tocar (y todavía lo sigue siendo) era una puerta grande para nosotros. Incluso hicimos todo el sonido nosotros, hicimos un equipo de luces. Como son los afiches, escritos a mano, así fue el concierto: todo a pulmón. A tracción a sangre”, recuerda.
Dice más: “Así fueron nuestros comienzos: ponerle onda y muchas ganas. Me acuerdo que también hicimos fotocopias de los afiches. Y el plus es que pude grabarlo, un amigo lo hizo con un grabador que había comprado hace poco, uno Brown. Es un documento hermoso, porque se escucha la gente, estaba llenísimo, se escucha la euforia, porque había necesidad de ver bandas en vivo. El tema con el que abrimos fue ‘Melodía de Gutenberg’, que fue una de las canciones que hicimos en honor a la calle donde ensayábamos, la calle de mi casa. Hicimos esa canción y la verdad que ninguna de las canciones que tocamos esa noche llegaron a un disco”.
-¿O sea que es totalmente inédito? ¿No piensan mostrarlo?
-Sí, nos lo piden en las redes. Creo que en algún momento podríamos hacerlo. La idea que yo tenía era repetir el mismo día el mismo show, con ese mismo setlist. El mismo concierto pero con 40 años encima. Eran los Enanitos en su estado más puro, fuera de cualquier éxito discográfico y todo lo que vino después. Como si no hubiera un futuro; o mejor dicho, con todo ese futuro por delante. Mi círculo íntimo, que pudo escuchar la grabación, me dice que el futuro ya estaba escrito ahí. En la forma de tocar, en los arreglos, en la reacción de la gente, pues había temas que no conocía nadie pero la euforia la llevaba a saltar y aplaudir.
Aparte ya lo digitalicé. Se le podría mejorar un poco el sonido, que es difícil, pero se podría. Me dicen que parecíamos una banda de indie actual. Y además de las ganas, que es lo que nunca hemos perdido, teníamos una cierta inocencia.
Entre ese día y el despegue de los Enanitos, que se dio en 1984 cuando participaron en el Festival de La Falda (donde fueron elegidos Grupo Revelación), pasaron muchas cosas. Marciano se acuerda especialmente de los que hicieron en el Teatro Independencia: “Siempre nos preocupábamos de la puesta en escena. Y de alguna manera creo que nosotros en esos conciertos ya teníamos nuestra cabeza en otro lugar. Ya soñábamos que tocábamos suponte en México. De hecho teníamos una canción que se llamaba ‘Quetzal’, que es el ave nacional de Guatemala. De alguna manera nos adelantamos a nuestro futuro. Lo hablaba la otra vez con David Summers, el cantante de los Hombres G, el grupo español con el que hemos estado de gira últimamente. Me decía que uno escribe cosas que te han pasado y te van a pasar. Y así es”, dice.
“Creo que sí”, asiente Staiti, “nuestra historia fue eso: dos veces el Independencia: 82′, 83′, y nos fuimos a Buenos Aires a buscar otros rumbos. Fue también un empezar de nuevo. Nuestra idea nunca fue quedarnos en Mendoza, y tampoco elegir Buenos Aires, sino elegir el mundo. Nuestra cabeza no estaba diseñada para quedarnos aquí a hacer nuestra carrera. En las vidas personales es distinto, pero la carrera artística sabíamos que teníamos que salir a buscar lugares donde sucedieran más cosas. Imaginate que en ese momento era más difícil que ahora. Hay redes y otra información. En ese momento, irse era justamente como ese afiche: todo a mano”.
Le contaban esto mismo a Los Andes en la primera entrevista al grupo, que se publicó el 5 de marzo de 1985. En ese momento tenían la poderosa guitarra de Sergio Embrioni y habían hecho una mini gira por la costa, desde Santa Teresita a Mar del Plata. “Nosotros llegamos al disco a costa de pasarnos en el 83′ cuatro meses en Buenos Aires, sin tener a veces plata para comer. Lo nuestro fue una cosa de trabajo, constancia y actitud profesional, no solo de talento o suerte. El papel que juega la suerte es importante, pero a la suerte hay que buscarla”, decía Cantero.
“¿Algo para decir a los músicos mendocinos?”, les preguntaba el periodista, percibiendo el ascenso imparabale de la banda. “Sí, que no bajen los brazos antes de tiempo, que no caigan”, fue la respuesta colectiva.
¿Habrá algún streaming?
Ante la pregunta inevitable de si piensan hacer alguna celebración con los medios que habilita la pandemia, coincidieron. Dice Marciano: “Lo que pasa es que con semejante cosa que está pasando, hay una preocupación mayor a cualquier cosa que nosotros queramos hacer. Yo mismo me doy cuenta: mi atención está en otra parte. No puedo ni poner a escuchar discos nuevos. Busco cosas que me diviertan, pero no sé si es el momento de sacar un disco o algo así. Acabo de participar en Rock en tu Idioma, un festival streaming de México. Está bien, me encantó estar, pero es un poco extraño. Y... te sentís muy raro: le estás hablando a una pantalla. Me digo que tal vez ahora sean tiempos de quedarse en silencio y aguantar. De hecho, me parece que resistir esta mierda ya es algo heroico. Para mí lo más importante es pasar este momento difícil”.
Felipe agrega: “Por ahora no hemos hablado nada de eso, pero quién sabe. El streaming me parece medio aburrido. He hecho algunas cosas, pero es algo muy frío, no tenés el contacto con la gente. Pero bueno, creo que esto es una manera de festejarlo” dice refiriéndose a las fotos que viene compartiendo en redes sociales. “Creo que hasta que no pase esto vamos a estar alejados de los escenarios”, afirma.
Aislados pero no solos
Sobre cómo está transitando este período, Felipe Staiti comenta que “en un punto la necesitaba, para bajar un poco nivel de viajes y de movida. Tocando por todos lados, con los vinos, esta frenada me vino bien para recuperar un poco parte de la vida que no podía ser. Estar acá en mi casa, en mi estudio... Y a raíz de eso salió todo esto de digitalizar muchas cosas, como demos antiguos. Y también encontré un montón de canciones mías grabadas que nunca habían visto la luz. Si bien no estaban olvidadas, estaban como aletargadas. Aproveché esto para ponerme a terminarlas, ponerles la batería, el bajo, cantarlas un poco... Recurrí a algunos amigos músicos mendocinos para que me mandaran grabada la batería”.
Esas canciones las lanzó recientemente por Spotify bajo el nombre “Canciones inmunes”, “un proyecto nacido y concretado en cuarentena”, apunta. “Las llamé así porque las considero sobrevivientes. Y la verdad es que son atemporales. Borges decía que cuando las cosas no tienen tiempo perduran en el tiempo. Como estas canciones no tuvieron su tiempo, son de alguna forma dueñas de él. Podría decirte que las escribí ayer, pero fueron escritas hace 20 años y suenan totalmente actuales. En resumen, vi menos Netflix y estuve tocando más”.
Por su parte, Marciano se entretiene tomando clases de bajo vía streaming y reproduciendo el sonido de Los Beatles con su propio Höfner, el mismo que tiene Paul McCartney. “Es como recrear el trabajo que hizo y lográs el mismo sonido, se me hace bien divertido”, comenta justo después de uno de esos ensayos. “De hecho, te diré que en los últimos años me convertí en un fanático del bajo. Siempre viví enganchado con Los Beatles, fueron mi escuela y mis héroes. Creo que la cualidad musical que tenían los llevó a adelantarse a los tiempos. En ‘I call your name’, del 63′, ya tocaban ska”, explica.
¿Aprovechó para desempolvar recuerdos? “En realidad no soy poseedor de esas cosas”, revela. “Viajé tanto en los últimos años, de Mendoza a Buenos Aires, de Buenos Aires a México, de allá para acá... en mis casas fueron quedando esas cosas. En la casa de mi hijo en Buenos Aires tengo muchas memorabilia. Está bien que lo tenga él y lo cuide él”.
Por lo demás, bromea que camina encerrado, “como un hamster”, y que “tengo días felices y otros días que no lo son tanto”. “¿Esta noche tendré una pesadilla o no? A veces me pregunto”.