Clint Eastwood es uno de los más grandes directores del cine estadounidense de los últimos 50 años clavados: su debut como realizador fue en 1971 con “Escalofrío en la noche”. Pero su fama bien ganada la hizo mucho antes, con papeles que dejó para la historia de un género acuñado en su país de origen: el western. Fue en los ‘60, cuando protagonizó para Sergio Leone los spaghetti western que aún tenemos en la memoria: “Por un puñado de dólares”, “La muerte tenía un precio” y “El bueno, el feo y el malo”. Luego, entre los 70 y los 80, le puso su piel a Harry Callahan en la saga de “Harry el sucio” y se volvió ícono cultural de los desiertos a caballo y la música silenciera.
Pero, como decíamos recién, los apuntes más notables de Clint Eastwood a la historia del cine lo han encontrado detrás de cámara. Y, conforme han pasado los años, no solo cimentó un estilo particularísimo de narración clásica que no permite la confusión respecto a su firma, sino que ha gestado filmes donde la crítica social a su país tienen ojo propio y en nada adocenado.
Clint Eastwood, a sus 91 años, es un hombre inmenso. Un artista inmenso que no repara en sus canas a la hora de pensar un proyecto; como no lo hiciera otro longevo y extraordinario cineasta, el portugés Manoel de Oliveira, que a los 105 años rodó su última película, “O velho do Restelo” y murió un año después.
No sabemos si “Cry macho”, la película que acaba de presentar Eastwood y hoy estrena en nuestros cines es su legado y despedida, no lo parece. Sí estamos seguros de que está decidido a involucrarse cada vez más en sus proyectos.
El anterior filme del realizador es “La mula” (se puede ver en Amazon Prime y la recomendamos encendidamente). Allí, como en “Gran Torino” -una de sus más grandes películas- y ahora en “Cry macho”, no solo asume el rol detrás de la cámara y la decisión de cuál será el lenguaje cinematográfico que le corresponde a la historia, sino que se autodirige y produce el filme. Y los personajes que compone este viejo flacucho, achacado, pero jamás abatido, están lejos de proponernos la visión lánguida de un hombre que se extingue.
En “Gran Torino” fue el yanki anti-inmigrantes que cambia de parecer ante el afecto adusto que siente por su vecinito de la etnia hmong al que, a pesar de decirle “coreano”, ayuda incondicionalmente.
En “La mula” es un anciano que perdió familia y afectos en pos de una búsqueda que jamás cuajó. Ahora, cansado y viejo, entiende que la soledad no puede llenarse sino de amor. Pero es un hueso duro de roer y, para que no le quiten su casa, se asocia con los narco para hacer entregas en distintos puntos del país.
“Cry macho” es un historia que muchos antes codiciaron: Burt Lancaster, Pierce Brosnan, Arnold Schwarzenegger . Él fue quien se hizo con los derechos del libro para llevarlo a la pantalla y protagonizarlo.
El Macho del título es un gallo de riña que pertenece a un chico mexicano de 13 años. Clint es una ex estrella de rodeo que tiene la misión de cruzar la frontera para buscar a este niño, hijo de un ex empleador que le ha hecho el encargo.
A medida que los años le han ido llegando Eastwood se ha puesto reflexivo y profundo en torno a temas que son sensibles en Estados Unidos: los inmigrantes, el guapo de pistola al hombro, los veteranos de las guerras que fabrica el imperio (no olvidemos la polémica pero gran película que es “Francotirador”). Y “Cry macho” vuelve sobre esos tópicos.
¿Será su legado fílmico? A juzgar por el compromiso de Clint con este proyecto, encontrará la muerte en su lugar favorito: rodeado de cámaras en el set.
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