José Bermúdez falleció a los 97 años: la belleza, la vida y la verdad de un artista excepcional

El gran artista plástico se despidió ayer. Fue un humanista que pudo tener en vida sendos reconocimientos y sembró arte en varias generaciones de mendocinos. Una semblanza y el recuerdo de colegas y amigos.

José Bermúdez falleció a los 97 años: la belleza, la vida y la verdad de un artista excepcional
José Bermúdez, uno de los últimos maestros de las artes plásticas mendocinas. Foto: Orlando Pelichotti

Yo he tenido la suerte de haber sido reconocido en vida. Tengo todos los premios a los que podría aspirar un artista como yo”, decía José Bermúdez a este periodista en la última visita de Los Andes a su taller. Era agosto de 2019.

Entonces, con un fuerte apretón de manos, nos recibió en la casa donde guarda su obra, enormes tesoros, y nos mostró muchas de sus pinturas de gran formato. Las buscaba entre los enormes bastidores apilados y las manipulaba con destreza, bajándolas, subiéndolas, apoyándolas en la pared o algún atril. Las desempolvaba y explicaba cuándo las hizo, y por qué. Nada hacía pensar que tenía 96 años recién cumplidos.

Bermúdez era un hombre vital y entusiasta, que se permitía incluso bromear con vivir 200 años. No tenía cuentas pendientes en su larga vida, decía, y cumplir cien años le hacía cierta ilusión. Ayer falleció a los 97 años.

José Bermúdez en la última entrevista que le hizo Los Andes. Foto: Orlando Pelichotti
José Bermúdez en la última entrevista que le hizo Los Andes. Foto: Orlando Pelichotti

Una breve cronología: nació el 22 de julio de 1923 en San Rafael y se destacó como pintor, dibujante y grabador. Su interés por el arte se manifestó a muy temprana edad al ganar un concurso organizado por la Dirección General de Escuelas. A partir de los trece años formó parte de la Escuela de Dibujo y Pintura al Aire Libre, liderada por Vicente Lahir Estrella. En 1936 ingresó en la Academia Provincial de Bellas Artes.

Es aquí donde tomó contacto con quienes serán sus maestros y compañeros: José Alaminos, Roberto Azzoni, Ricardo Tudela y Antonio Bravo, entre otros. Desde 1941 formó parte de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos, filial Mendoza. En 1946 egresó con el título de Profesor de Dibujo y Pintura. Se desempeñó como docente hasta su jubilación.

José Bermúdez fue declarado Ciudadano Ilustre por el entonces intendente de Capital Rodolfo Suárez.
José Bermúdez fue declarado Ciudadano Ilustre por el entonces intendente de Capital Rodolfo Suárez.

En los cincuenta formó parte del Club del Grabado, que lideraba Luis Quesada. Trabajaban junto a Mario Vicente y Marcelo Santángelo y se dedicaron al muralismo, legando enormes trabajos, aún reconocibles en el espacio urbano: en la Galería Tonsa, en Casa de Gobierno, en la Clínica Godoy Cruz. Bermúdez, además, hizo la obra de hierro batido que se encuentra en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Cuyo.

A ellos los unió no solo un mismo interés, sino también el año en el que nacieron: 1923. Desde ayer, solo sobrevive Luis Quesada.

Su estilo

Bermúdez pintó hasta un día de 2013. En 2019, su hija mayor, Liliana, con quien vivía, recordaba: “Le llevaba el lápiz y el papel, pero nunca más tocó nada. Fue una cosa abrupta”.

Desde ese día, lo que siguió fue un trabajo interminable: inventariar su enorme producción y empezar a pensar en el legado. Así, su obra se recopiló en libros publicados por Zeta Editores y se empezaron a catalogar sus piezas. En su taller, en ese momento, guardaba unos 500 cuadros, de un total de dos mil piezas de las que se tiene registro. “Si tuviera que mostrarle una por una, no se va más”, bromeaba con nosotros.

La obra de Bermúdez fue editada por Zeta Editores. Foto: Orlando Pelichotti
La obra de Bermúdez fue editada por Zeta Editores. Foto: Orlando Pelichotti

Fue fiel a sus convicciones y a su estética hasta el final. Le gustaba recordar lo que escribió en su libro “La ley primera”: “La realidad es mi punto de partida, pero no mi punto de llegada, porque entre uno y otro estoy yo”.

En el medio, 70 años de trabajo infatigable. Hizo dibujos, grabados, esculturas y murales. La pintura, sin embargo, fue su primer y gran amor.

Y, como si fuera un poeta de la felicidad, le cantó a todo. Las mujeres desnudas y los colores vibrantes son de lo más bello y original de nuestro arte. Figuras que rescatan la felicidad que hay en la simpleza de todos los días. El descanso, la desnudez de la intimidad, el reflejo del espejo, la sombra, la inocencia de la niñez, el mate, los gatos. Una oda al sentido de la vida.

“El arte moderno en un momento determinado se olvidó del ser humano como ser esencial de la existencia”, reflexionaba en una entrevista que hizo a este medio en 2013, firmada por Andrea Calderón. “Yo, por cierto, he conocido la abstracción, pero de lejos. He sido muy figurativo, nunca me desprendí de la presencia del ser humano: me importó en lo positivo, en lo bello, en lo amable, en lo sensible, en lo grato, en lo humilde. No hice del arte un modo de reflejar poder sino de reflejar lo bello”.

Una de las características mujeres que pintó durante su vida.
Una de las características mujeres que pintó durante su vida.

Claro que, en un filón de su producción más comprometido, también se sintió con la necesidad de expresar las injusticias. Son series que, como “Los depredadores” y “Apocalipsis”, traducen la guerra, el imperialismo y el ecocidio. Para esos trabajos eligió el blanco y el negro. Como si el contenido dictara la forma. Como si protegiera los colores y no quisiera manchar la belleza del ser humano con lo peor de él.

Por ejemplo, para su grabado de 1977 “Pájaro negro” (una aterradora figura sobrevolando, con una hoz, un campo sembrado por alambres de púa), escribió: “Una metáfora plástica / de lo negro, / dimensiona la profundidad del pozo / y el alcance de la muerte instrumentada / por represores intereses, / que se desplazan horizontalmente /y a ras del suelo, / cercando con agudos alambres, / los anhelos que promueven la vida”.

En 2019, antes de que una pandemia nos cambiara el mundo, Bermúdez había tenido importantes reconocimientos. La Legislatura de Mendoza lo había homenajeado “por ser parte fundamental de la historia y la identidad cultural mendocina” y una muestra retrospectiva en el mismo espacio reunió obras suyas que abarcaban 63 años de producción (de 1950 a 2013).

En simultáneo, la Bolsa de Comercio exponía “La felicidad según Bermúdez”, con algunas de sus piezas más vitales y optimistas. Y en noviembre, el Espacio Contemporáneo de Arte “Eliana Molinelli” fue inaugurado y le puso a una de sus salas el nombre del maestro.

Bermúdez pintó durante casi 70 años.
Bermúdez pintó durante casi 70 años.

Sobre su existencia, podría hoy reflexionar, como ayer: “Uno llega a la vida para ser y crecer y uno puede ser y crecer en la medida en que armonice su vida con la vida”, nos decía poco antes de cumplir 90 años.

“Lo más importante que uno tiene es la vida. La belleza, la vida y la verdad, esas tres cositas, son más que suficientes para sentirme cómodo haciendo lo que hago. Ser y crecer como una plantita, en armonía con lo que uno piensa, cree y siente”.

En palabra de otros

Antonio Sarelli (artista plástico): Se nos fue un maestro. Si alguien quería conocer la historia del arte de Mendoza, él lo vivió. Coherente con su pensamiento, nos dejó un legado de vida y su eterno mensaje de amor. Extrañaré su presencia y su pasión por el arte. Hasta siempre, Pepe”.

Laura Rudman (artista plástica): El Pepe era ante todo un humanista. Su obra y su pensamiento estaban siempre cerca de lo popular y lo cotidiano. Tenía además un sentido del humor maravilloso que se colaba en sus trabajos y nos ayudaba a ver con ternura y picardía hechos terribles o maravillosos. Nos transformaba en sus cómplices. Ahí, de pie frente a sus obras, siempre profundamente bellas, éramos testigos y partícipes de su manifiesto ideológico y artístico de la vida y el mundo”.

Eduardo Dolengiewich (fotógrafo): “Vuela alto, querido amigo. Se nos fue un gran pintor, una hermosa persona, un humanista, un hermano de las artes. Me llevaste de la mano por el arte y me brindaste tu amistad y tu corazón. De la mano de él pude aprender mucho y fue muy generoso. Nuestras charlas de arte, pintura y fotografía eran frecuentes y las recordaré siempre. Ya te extraño, Pepe querido”.

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