Una plataforma está convirtiendo su propuesta en tendencia. HomeExchange es una plataforma de intercambio de casas, donde los miembros publican sus casas y las ponen a disposición con el objeto de intercambiarlas. Es muy simple. Sería algo así: “vos venís a mi casa y yo a la tuya”.
En el caso de esta empresa, verifica los perfiles de los usuarios, y se encarga de la seguridad de los intercambios, a través de seguros que cubren eventuales daños.
El ecosistema cuenta con un grupo de embajadores que brindan asesoramiento, ayuda y solucionan cualquier inquietud o problema que pueda surgir en la interacción con el sitio, y según dicen los que la han usado, los intervinientes son eficientes y atentos.
La comunidad se encarga de transmitir el espíritu y la filosofía de la propuesta y el sistema de reseñas se encarga de alinear la conducta de los usuarios con los principios básicos del ecosistema: confianza y respeto.
En detalle
Hay 360.000 casas para elegir, distribuidas en 155 países, en una comunidad de 200.000 “exchangers” (los que intercambian).
Para hacerse una idea, en 2023 se concretaron 300.000 intercambios. El proceso de búsqueda de futuros intercambios, es muy simple y muy divertido, requiere un poco de paciencia, pero lo interesante es que jamás un usuario se topará con las típicas respuestas estandarizadas de un hotel, en su lugar, encontrarás historias, experiencias, personas, sino con respuestas útiles y más “humanas”.
Hay dos formas de intercambiar. Una, “recíproca” que es uno a uno, y puede ser simultánea o no simultánea, y otra por Guests Points (GP), donde las personas se alojan en la casa de alguien que no va a ir a la del otro “exchanger”. Al que aloja se le entregan puntos recibidos por haber sido anfitriones. La plataforma entrega GP cuando se crea y completa el perfil, y se publica la casa a intercambiar, de manera que se pueda probar el sitio con esos puntos iniciales.
Algunos empiezan con todo. Nada de pruebas cortitas, se meten de lleno. En nuestro caso, el primer intercambio fue recíproco con una pareja de Paisas Bajos, intercambiamos todo, casa, auto, bicis… incluso reuniones y amigos, nosotros fuimos a los festejos de Año Nuevo vecinales en su lugar, lo que resultó una experiencia maravillosa, y ellos fueron a asados familiares con nuestra gente en Mendoza.
Y como si esto fuera poco, aprovechamos los puntos iniciales para anticipar el viaje y pasar Navidad en Bélgica, y participar de la Corrida del Manneken Pis en Bruselas, una maratón nocturna disfrazados de Papá Noel por las calles, plazas y galerías de la ciudad. Fue inolvidable. Hemos cambiado nuestra forma de viajar para siempre.
Lo cierto es que hacer intercambio es verdaderamente muy diferente a viajar en hotel, alquilar una casa, o cualquier otro modo donde “vas y ves”. Intercambiar es inmersivo.
Se vive como “local”, y a eso se le suma el disfrute que produce saber que alguien está
aprovechando las cosas lindas de la casa del otro y de su entorno. Ser anfitrión de intercambio se convierte en una experiencia en sí misma, altamente disfrutable, y al no haber plata de por medio, la magia ocurre. Quien va a la casa de otro se comporta como espera que el “exchanger” espera se comporte en la suya, y viceversa, y eso hace toda la diferencia.
Si los viajes se disfrutan desde mucho antes de subirse al auto, al avión o lo que sea, se disfrutan desde que se toma la decisión de viajar. Este tiempo previo también es muy diferente cuando la forma es el intercambio de casas.
Algunas de esas diferencias son:
● En modo tradicional, el foco es el destino y se descuida la casa.
En modo intercambio, todo lo contrario. Uno se ocupa de poner linda su propia casa, que en definitiva, es una inversión.
● En modo tradicional, se investiga el destino y se llega a información “turística”, de la que está online disponible para todo el mundo. En modo HE ambas partes comparten
información especial, personalizada, local, de las cosas lindas que hay para hacer cerca
de su propia casa y su ciudad. Los invitados que lleguen a Mendoza bien podrían apenas llegar ponerse las zapatillas, subirse a la bici y seguir un track de mountain bike por el pedemonte, a la noche ir a cenar al restaurante más cool de la zona o pedir delivery, al día siguiente comprar el mejor pan de la zona, o hasta ir a la peluquería.
● En modo tradicional, se lleva la ropa a algún lavandería. En modo HE hay lavarropas, porque se vive en una casa en funcionamiento.
● En modo tradicional se come siempre afuera, en modo HE se come afuera sólo cuando se decide.
● En modo tradicional se disfruta de un viaje, en modo HE se disfrutan dos viajes: el propio y el de los invitados.
● En modo tradicional se alquila un auto. En modo HE se puede acordar todo con el invitado, incluso el intercambio de vehículo.
● En modo tradicional, al regresar, puede que se hayan secado algunas plantas, que la pileta esté verde, la heladera esté vacía y la casa llena de tierra, porque no hubo nadie que se ocupara. En modo HE uno se encuentra hasta con hermosos regalos de agradecimiento.
Esa clase de intercambios también permiten viajar con un ritmo más pausado, porque una vez afrontado el costo de los pasajes, da igual que sea una semana o tres meses, según acuerden ambas partes. Otra maravilla del ecosistema es el factor sorpresa. De repente uno se encuentras con una propuesta de intercambio en Islandia.
De esta forma ya hemos viajado a Bélgica, Países Bajos, New York, Villa La Angostura, y próximamente, Lake Tahoe y Canadá. Y han venido a casa holandeses, franceses, chilenos, y próximamente, americanos y canadienses. Nuestro último intercambio fue en un hermoso departamento en Brooklyn, NY, en un viaje madre e hija: soñado.