“Formas propias, diario de un cuerpo en guerra”, una mirada irónica y divertida con mucho para contar

Desde sus 22 años y con una inteligencia aguda y un sentido del humor irónico, habla de cómo es vivir en un cuerpo que cambia constantemente. Matías Fernández Burzaco, el escritor, tiene fibromatosis hialina juvenil, y lo cuenta todo

“Formas propias, diario de un cuerpo en guerra”, una mirada irónica y divertida con mucho para contar
Matías Fernández Burzaco presenta su libro Formas Propias, diario de un cuerpo en guerra.

“Tuve un kinesiólogo que, en vez de llevarme a comprar galletitas al kiosco, frenaba en la esquina y me hacía hablar con las putas. No lloro nunca, pero se me caen las lágrimas sin que me de cuenta. En el pecho tengo un nódulo que parece una teta. Soy raro, soy deforme, y voy a contar todo”. Matías Fernández Burzaco es periodista, tiene 22 años y un sentido del humor implacable que le permitió afrontar este libro de la misma forma que lleva adelante su vida: con determinación y sin freno.

“Formas propias, diario de un cuerpo en guerra”, es la historia de su cotidiano, el día a día en un cuerpo que decidió tomar un rumbo distinto y darle a Matías una experiencia de vida diferente, generando más colágeno y piel de la necesaria. Fibromatosis hialina juvenil, se llama la enfermedad rara que le produce nódulos por dentro y por fuera y le impidió desarrollarse físicamente de acuerdo a los estándares.

Fuera de esa circunstancia, la vida de este escritor transcurre con altibajos emocionales como todos, con una adolescencia y una juventud llena de ganas, ideas, amigos, familia y experiencias, que vuelca en estas páginas, generando imágenes vívidas en la mente del lector y conectando con esa esencia que casi todos olvidamos: la vida es linda, pase lo que pase.

“Jamás pensé mi trabajo como un espacio de auto flagelo, derrotismo, o para contar los malos sentimientos”, dice Matías. “Siento que solamente mi tarea se basa en reunir una cierta cantidad de imágenes y de ahí trabajar sumergido tanto en la parte de campo -como es ir a hacer entrevistas a médicos- y también en lo introspectivo. Yo sabía que iba a pasar por un montón de estados”, explica al inicio de la charla.

Matías Fernández Burzaco presenta su libro Formas Propias, diario de un cuerpo en guerra.
Matías Fernández Burzaco presenta su libro Formas Propias, diario de un cuerpo en guerra.

Descarnado e irónico, cuenta detalles de la convivencia con su cuerpo y también lo que esto genera en los demás. El rol de su mamá, de sus hermanos y los amigos de toda la vida. “Me gusta asustar a los nenes para hacer reir a mis amigos”, narra en la primera página. “Las zapatillas que uso ya tienen cuatro años y siguen nuevas”, y más abajo agrega “Dibujé, sobre todo, siluetas humanas, hasta que los brazos no me sirvieron más”. Así, con una mirada repleta de sarcasmo y humor describe esa existencia que transcurre entre la silla de ruedas y la cama, pero que está lejos de ser estática y que pasea al lector por la plaza mientras fuma porro, las primeras experiencias sexuales y la descripción -a veces impiadosa- de toda calaña de cuidadores que lo tuvieron a su cargo.

“Siento que me manejo en un terreno bastante feroz y salvaje y eso hace contarte todo de una forma descarnada mostrando todo. Como soy periodista, lo hice de esa manera. Tuve que meterme en lugares muy difíciles, mi cuerpo es muy difícil”, aclara Matías. “Sabía que iba a tener que pasar por todos los estados, estar contento, tener chispazo de alegría y también podía ser un poco cruel. Sabía que iba a ser despiadado y sangriento. Siento que es parte del funcionamiento en mi casa: el vértigo de no saber qué va a pasar en ningún momento. Entonces son hechos que yo intenté contar a mi manera, jugando un poco con la literatura y la fusión entre el periodismo y el periodismo narrativo”.

Formas propias es implacable, atrapante, sin sutilezas ni eufemismos, permitiendo adentrarse en la vida de un joven periodista que, a partir de su condición, tiene una mirada inteligente, divertida y brutal sobre sí mismo pero también acerca de las etapas de la vida que le ha tocado: las chicas, el primer beso, el sexo, el olor del cuerpo, bañarse.

Cursó toda la carrera de periodismo, pero no terminó “y no la pienso terminar”, dice muerto de risa. “No me gusta ninguna materia y además estamos viendo tele, en donde te enseñan a usar los equipos de televisión. Es algo que yo no puedo, así que me escapaba de todas las clases para poder salir y escribir este libro” justifica.

“Bueno, yo doy clases en la carrera de periodismo y doy televisión”, le digo. Se ríe, y responde “ay, perdón por bardearte”.

Publicó crónicas y perfiles de deportistas en La Nación, Perfil y Página 12, se formó con las escritoras Leila Sucari y Josefina Licitra. También escribió una serie de relatos introspectivos para La Agenda y Orsai.

En una parte del libro, narra la primera vez que decidió quedar desnudo frente al espejo. Su mamá es profesora de danzas, y tiene el salón de clases en la casa, donde un gran espejo cruza toda la pared. “Fue cuando hice el libro y fue, entre otras cosas, enfrentar el espejo hacerme un montón de preguntas sobre la muerte, sobre los años de internación en los hospitales, hacer preguntas estúpidas también a mi mamá y a mi papá y a mis hermanos y amigos. Antes de eso, solamente me miraba en el espejo para peinarme o para salir a la calle. En ese momento estacioné ahí, con los pies ajustados y con la cabeza en foco para poder mirar y hacer una radiografía de mi cuerpo detalle por detalle”.

De alguna forma, Matías Fernández Burzaco logra contar su historia como si fuera un paseo por el campo. Por momentos hay tramos difíciles, que él plantea como un desafío propio o como una experiencia de la cual aprender.

No se guarda nada, y su historia nos arrastra de una punta a la otra, entre los extremos de las emociones que él mismo transitó durante la realización. Hoy, dos años después de escribirlo, se para desde otro lugar para repasar lo vivido. “El libro me sitúa en un lugar de hombre después de nombrarme 500 veces como un niño, como un monstruo, como un deforme, como un chico derretido. Ahora soy un hombre y me hago cargo de todo”.

En cuanto a sus colaboradoras, Sucari y Licitra, es tan directo como con todo lo demás: “Pregunto con una mirada mucho más preparada y más fresca también después de haber sobrevivido a Leila (Sucari) que es la editora, y una de las mejores escritoras de América Latina”, cuenta. “Uno puede ser un cuentista del carajo pero hay que saber editar, ser directo con el autor, respetuoso pero también muy franco y tomar decisiones justificadas, con criterio. Leila era eso. También fue muy trabajoso para mí. Por momentos era pensar que mi vida es una mierda, que tengo que tirar toda la basura”, se sincera. “Al final pude resolver algunas cuestiones de estructuras y pudimos llevar el libro para adelante. Así que el libro me dio mucha independencia, me ayudó a explorar el deseo, a conectar desde un montón de lados, a tener más relaciones sexuales, a estar hiperactivo y mucho más despierto”

Como si eso fuera poco, también es rapero. Tiene hermanos mellizos, mayores. Uno de ellos es músico y le ayuda a componer y arreglar algunos temas. “Improviso todos los días soy compositor, escribo letras, rapeo, trabajo con un productor que es amigo de mi hermano músico y con él grabamos ya 15 temas”, cuenta con otro entusiasmo. “Me gusta la improvisación de la vida y me gusta el estilo vertiginoso. Entonces no sé qué puede llegar a pasar, no sé hasta dónde puede llegar a mutar esto, pero en principio voy a seguir escribiendo me voy a rapear todos los días como hago”, concluye.

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