Hablar de neurología o del funcionamiento del cerebro nos remite inmediatamente a la figura de Facundo Manes, contrariando las premisas de semiología que plantea una paridad indisoluble entre significante y significado. Así, un especialista de la talla de Manes, con un largo recorrido en la materia y reconocimiento internacional por sus investigaciones, nos acerca al estudio de las neurociencias como quien acerca un amigo a un juego de mesa, de manera simple y didáctica.
En su nuevo libro “Ser Humanos”, de Editorial Planeta, escrito junto al lingüista y especialista en glotopolítica, Mateo Niro, plantea una mirada esperanzadora frente a la condición humana, atravesada por cuestiones que trascienden lo meramente neurológico y entran en el campo de la conducta y las emociones: Empatía, inteligencia colectiva, resiliencia, cooperación, solidaridad, propósito, bienestar, creatividad, autorregulación, inteligencia emocional y compasión como herramientas sociales desarrolladas a partir de la evolución y profundizadas, históricamente, luego de grandes cambios o reveses biológicos como las pestes y las pandemias son planteadas por Manes como factores prometedores para el futuro de la raza humana.
“Estamos frente a una revolución como nunca antes había sucedido, un cambio profundo que no solo transforma lo que hacemos sino también lo que somos. Hoy resulta esencial reconocer qué es aquello que nos hace humanos, cuáles son los lazos que nos sostienen como especie y nos alejan de nuestras zonas oscuras, individualistas, menos gregarias. En este contexto, el nuevo libro de Facundo Manes y Mateo Niro se vuelve tan vital como indispensable. Porque la capacidad de pensar de manera crítica, de observar y reflexionar, de poder tomar decisiones que tengan en cuenta sus consecuencias a corto y a largo plazo serán habilidades imprescindibles, tanto como la posibilidad de adaptar nuestra conducta a escenarios cambiantes en un mundo que tal vez no vuelva a ser el mismo” plantea la contratapa, anunciando el carácter profundamente gregario que avizora el planteo de Manes. “Ser humanos pone a nuestro alcance de manera lúcida, clara, precisa. Un cuaderno de bitácora necesario para entender el camino hasta acá y un mapa para encarar el gran desafío colectivo del siglo XXI: comprendernos, fortalecernos y ser, cada día, más y mejores”.
Dotado de una enorme facilidad de palabra, Facundo Manes mantuvo una charla con Los Andes como parte de un encuentro con periodistas organizado por Editorial Planeta, donde habló de temas como robótica, empatía, disonancia cognitiva y enamoramiento.
¿Crees que las nuevas generaciones tienden a ser más empáticas, solidarias y colaborativas como consecuencia de la cadena evolutiva?
Gran pregunta. Primero que nuestro cerebro es producto de miles y miles de años de evolución, que se produjeron por saltos. Por ejemplo, ser bípedos. Otro salto evolutivo fue adquirir el lenguaje, otro fue la memoria, la capacidad de transmitir la cultura y también la de vivir en grupos complejos. Si preguntan por qué prevaleció el ser humano entre otras especies es por la capacidad de vivir en grupo complejos, ningúna otra especie vive en grupos tan complejos como el nuestro. La pregunta es ¿cómo vamos a seguir evolucionando? El cerebro es un órgano que no va a cambiar la anatomía en 1000 años, lo que sí puede cambiar es la interacción de nuestro cerebro con la tecnología. Por ejemplo, es una realidad la interfase cerebro-máquina: uno puede pensar algo y ese pensamiento se puede registrar con electrodos decodificar por algoritmos complejos y estimular un brazo robótico que se mueve. Hay algunos investigadores que sostienen que podemos convertirnos en homo ciberneticus, una especie humana ligeramente asistida por la tecnología. Entonces lo que vemos como algo posible es que la evolución sea un híbrido de interfaces cerebro-máquina.
Por otra parte vamos a volver a ser humanos porque lo más sofisticado que vamos a tener en unos años va a ser el contacto humano. Dentro de 4 años nos va a parecer una locura una persona que esté todo el día con el celular, nos va aparecer como alguien que está en un avión fumando. Porque si uno mira para atrás lo que nos define como humanos es el ser sociales, así como el hambre es una alarma biológica que nos avisa que nos tenemos que alimentar para vivir y el dolor es una alarma que nos indica qué parte del cuerpo está sufriendo, la soledad es una alarma biológica que nos recuerda que somos seres sociales. Hoy sabemos que la soledad crónica nos mata, y no pasa por vivir solo o acompañado. Sentirnos sin una red social es un factor de mortalidad más crónico que la polución ambiental y tan importante como la obesidad o el alcoholismo. Cómo comer comida orgánica hoy es cool, en unos años lo más cool va a ser estar con amigos y nos va aparecer un espanto una persona adicta al celular.
En la bajada de la del libro dice “De dónde venimos, quiénes somos y hasta dónde vamos” y en estos momentos de incertidumbre mundial ¿saldremos mejores personas de esta situación?
Escribir sobre el cerebro excede a la ciencia. Yo soy neurólogo y mi área de investigación es la ciencia cognitiva que es entender científicamente la mente humana, la toma de decisiones, la empatía y todos los procesos cerebrales complejos. Y si hubiese sido experto en hígado o en corazón quizás podría haber hecho un libro para contarle a la sociedad sobre los secretos de ese órgano sin intercambiar con alguien que viene del arte o la literatura como Mateo pero el cerebro humano no puede entenderse a sí mismo y la ciencia a veces no se permite el blanco y negro que se permiten el arte de la literatura. Escribimos este libro en medio de la pandemia, estábamos en el confinamiento y recordamos que una de las más importantes pandemias que vivió la humanidad, la Peste Negra, en 1347, mató a un tercio de la población mundial sin embargo luego de esta tragedia surgió el Renacimiento y fue un movimiento que atravesó a la sociedad cambiando todos los paradigmas y proponiendo una mirada de los humanos hacia sí mismo, hacia adentro. El Renacimiento buscó el poder y la respuesta en cada uno de nosotros y creemos que la salida de esto es también hacia adentro. Pero ahora la neurociencia tiene mucho para explicar sobre las habilidades humanas y claramente queríamos brindarle a la sociedad lo que sabe la ciencia sobre la mente para salir por dentro. El impacto de la pandemia va a durar más que la pandemia. Lo que sabemos es que la adaptación positiva es posible aún en el dolor más extremo. Así que más allá de todo el dolor sabemos que las personas y las sociedades desarrollan resiliencia, qué es la capacidad para superar optativamente situaciones adversas.
Muchas personas luego este shock inicial de alto impacto emocional y social empiezan a tener nuevos propósitos en la vida y nuevas fuerzas y confianzas internas incluso mayor apreciación de los vínculos y relaciones y además es más frecuente que nos volvamos altruistas y compasivos. Luego de guerras, epidemias y desastres empieza a importar más el bienestar de los demás que el propio estatus individual. Fuimos concebidos para afrontar situaciones de crisis y es muy posible que a nivel comunitario surja un sentido de propósito común que conduzca a un nivel muy alto de integración. Es como si en vez de individuos aislados funcionáramos en un todo y entendiéramos que nuestra supervivencia está ligada a la de los demás.
En el libro se habla mucho de empatía ¿Cómo la definirías?
Es una habilidad cerebral que nos permite imaginar qué siente el otro y entender que aunque las creencias del otro no coinciden con las mías puede haber semillas de verdad en la idea del otro. Parece fácil pero no lo es. Sentir que el otro piensa con modelos mentales diferentes al nuestro y que quizás haya verdad en su forma mental, es una empatía cognitiva. Pero también hay una empatía emocional que es sentir el dolor del otro. La empatía es clave porque nos permite fusionarnos en un todo social que necesita de los demás y de cada uno para salir adelante. Queríamos con Mateo (Niro) poner este tema a disposición de la sociedad con rigurosidad científica, pero también con un atractivo para que lo pueda leer cualquier persona experta o no, académica o no, y también en el contexto de un mundo que va a cambiar a un híbrido. Lo que planteamos en el libro es que hay capacidades humanas que van a ser inimitables por más sofisticada que sea la inteligencia artificial, como la habilidad de resolver problemas complejos, encontrar respuestas novedosas en contextos que cambian, la creatividad humana y cómo creamos es inimitable por la inteligencia artificial, la sensibilidad estética, la capacidad de reflexionar y pensar críticamente, la intuición, lidiar con personas difíciles, inspirar, detectar líderes. Las máquinas pueden ser más inteligentes que nosotros en muchos aspectos pero nunca lo van a hacer en la compasión, en la empatía, en la inteligencia colectiva, y en la capacidad de manejar equipos humanos, de interactuar con otros. Así que vamos a un mundo híbrido donde la tecnología y el humano van a convivir, pero fortaleciendo las habilidades que nos hacen humanos. De eso se trata el libro.
En “Ser Humano” sostienen que el amor no está ligado al corazón, sino al cerebro, y que es un proceso mental, ¿cómo se explica la dificultad para desenamorarse?
Cuando nos enamoramos nos olvidamos del mundo y sólo vivimos en función de esa persona. Un poderoso sentimiento se apodera de nosotros y ya no queremos separarnos del otro. Hay bastantes investigaciones sobre qué pasa en nuestro cerebro cuando nos enamoramos.
Primero quiero hacer una aclaración: cuando hablamos de amor es importante tener en mente que la ciencia reformula conceptos establecidos con nuevos conceptos que pueden estar relacionado con los anteriores. Eso quiere decir que cuando hablamos de amor en las neurociencias no queremos revelar un sentido oculto de lo que sentía en Romeo y Julieta, sino que abordamos un tema desde la neurociencia a lo que llamamos “amor”.
Antes de la química moderna se pensaba que los elementos básicos eran agua, tierra, fuego y aire. La tabla periódica moderna define los elementos de manera diferente y ahora sabemos que es más adecuada. Lo mismo ocurre con conceptos como memoria, amor, inteligencia. El uso cotidiano de estos términos tiene muchas significaciones, por eso es difícil que la ciencia las pueda medir. Lo que la ciencia puede hacer, basado en datos y teorías, es reemplazar estos conceptos por otros bien definidos y poder evaluarlos. El amor desde el punto de vista científico es una experiencia que involucra masivamente los sistemas de recompensa. La base del cerebro tiene un circuito de placer y el amor lo activa. Ese sentimiento está relacionado con la perpetuación de la especie, o sea que tiene una función biológica de mucha importancia, pero en los últimos años la ciencia ha empezado a explorar qué pasa en el cerebro cuando nos enamoramos.
Hay que ser cautos en los datos: en la neurociencia social podemos intentar definir al amor como un estado mental subjetivo que consiste en una combinación de emociones, motivación -claves en el logro de metas y objetivos-, y funciones cognitivas más complejas. Hoy sabemos que más que una emoción una emoción básica, el amor es un proceso mental muy complejo y sofisticado. Cuando las personas están profundamente enamoradas tienen fuertes manifestaciones somatosensoriales, sienten el amor en su cuerpo, están motivadas, tienen mayor capacidad de atención y son más felices. A su vez se desactivan los circuitos cerebrales responsables de las emociones negativas. La corteza frontal, qué es vital para el juicio, disminuye la actividad cuando nos enamoramos. Quizás eso tenga un fenómeno evolutivo porque trabaja menos la parte racional, haciendo la reproducción improbable más probable. Si el juicio se suspende, hasta las parejas más improbables pueden unirse y reproducirse. Es una hipótesis.
No es cierto que el amor viene del corazón, el cerebro dicta toda la actividad mental. Es difícil separar cuerpo y mente. El corazón es más la víctima que el origen de las emociones. Cuando uno está enamorado cumple criterios de adicción: los estudios de la ciencia y el amor conforman un campo que aún está en pañales. Estas son apenas algunas ideas que están surgiendo pero realmente falta mucho para que la neurociencia tengo una respuesta sobre el amor o quizás por suerte nunca la tendremos.
Acerca de los autores:
Facundo Manes: Es un neurólogo y neurocientífico de reconocimiento y prestigio internacional. Estudió medicina en la Universidad de Buenos Aires y, luego de su residencia en neurología en FLENI, continuó su formación en Estados Unidos, donde recibió el Young Investigator Award otorgado por la American Neuropsychiatric Association, se capacitó en neuroimágenes, en el Massachusetts General Hospital, y completó un fellowship en neuropsiquiatría, en la University of Iowa Hospitals and Clinics, donde también fue docente de neuroanatomía. Luego, en el Reino Unido, se desempeñó como neurólogo e investigador en la Universidad de Cambridge, donde además realizó una Maestría en Filosofía y un Doctorado en Ciencias. Regresó a la Argentina en el 2001 y creó INECO (Instituto de Neurología Cognitiva) y el Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, ambas instituciones actualmente se convirtieron en centros de referencia mundial. Fue rector y es actualmente profesor en la Universidad Favaloro, fue profesor de la University of California San Francisco -UCSF-, de la Medical University of South Carolina -MUSC- (Estados Unidos) y de la Macquarie University (Australia). Es consultor del Cognition and Brain Sciences Unit, Medical Research Council, de la Universidad de Cambridge, e investigador del CONICET. Dio varias vueltas al mundo como conferencista invitado a distintos foros internacionales y ha publicado más de 250 investigaciones en las revistas científicas más prestigiosas de su especialidad. Ha sido galardonado con importantes premios nacionales e internacionales. Es el past president del Grupo de Investigación de la World Federation of Neurology para los Trastornos Cognitivos y el actual presidente de la International Society for Frontotemporal Dementias. Es presidente honorario de la Fundación INECO. Recientemente impulsó la creación del polo de conocimiento INECO/CITES, con el objetivo de contribuir a la generación de un ecosistema para el desarrollo de alta tecnología e innovación. Asimismo, ejerce la práctica clínica y brinda docencia y capacitación a jóvenes clínicos y académicos a través de su tutoría y supervisión.
Mateo Niro: Estudió la carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires y se especializó en un campo de la lingüística denominado “glotopolítica”. Es docente en la misma universidad. Dicta distintos seminarios sobre narratología y sociología del lenguaje en universidades nacionales e institutos de formación superior. Fue responsable de centros culturales públicos y del programa de bibliotecas comunitarias en la ciudad de Buenos Aires, de áreas de cultura y educación de la Municipalidad de San Martín, y de vinculación del conocimiento y las políticas públicas en la provincia de Buenos Aires. Publicó numerosos artículos en revistas y libros especializados de la Argentina y del exterior sobre lingüística y crítica literaria. Es uno de los responsables del Anuario de Glotopolítica, publicación de referencia en el campo académico y científico. Junto con Facundo Manes, produjo ciclos televisivos para distintas señales nacionales e internacionales, y escribió Usar el cerebro, El cerebro argentino y El cerebro del futuro.