HBO Max ha tenido un 2021 totalmente glorioso. Y parece ser que este año no será de otra forma. Ya a días de haber comenzado el nuevo ciclo, la plataforma lanzó la segunda temporada de Euphoria y recolectó 2,4 millones de espectadores entre HBO y HBO Max apenas en el primer día, convirtiéndose en el mejor estreno digital desde su lanzamiento.
Estos números indican que algo bueno debe estar haciendo la producción con esta serie que recorre los espacios más luminosos y oscuros de la conocida como generación Z.
Lejos de centrarse simplemente en el cliché de la “adolescencia y sus problemas”, la serie protagonizada por Zendaya propone un análisis mucho más profundo, interesante y atrapante que nos lleva por todo un mar de sensaciones.
Historias que reflejan el sexo, las drogas y las vivencias de los adolescentes en un mundo de extorción, violencia y abuso, narradas desde un retrato profundo mucho más minucioso.
Algo sobre drogas, sexo y amor
Me gustaría comenzar resaltando la diversidad que existen en su paleta de personajes. Desde jovencitas hermosas con baja autoestima que se dejan pisotear por cualquiera hasta otras empoderadas que harán lo necesario para no ser dejadas de lado.
Desde jóvenes violentos camuflados en el rol de chico perfecto hasta otros que lidian con sus propias batallas familiares y personales, haciéndose cargo de negocios que jamás quisieron encabezar.
La historia está centrada, en parte, en el personaje de Zendaya. Aunque es interesante que cada uno de los actores tienen su protagonismo, reflejando las dificultades que enfrenta cualquier adolescente, no importa de dónde vengas o cuál sea tu historia.
El relato es incómodo y perturbador para un adulto, aunque resulta ser tangible y hasta logra el sentido de pertenencia con las generaciones afines a estas vivencias. Enfrentar un colegio en la adolescencia, pasar por diferentes batallas tanto con uno mismo como con el resto del mundo que los rodea, encontrar un camino real que pueda llegar a buen puerto, aunque con incontables piedras en el camino.
Es una historia cruda, aunque realista. No quedan espacios para los simbolismos, sino que Euphoria va directo a la yugular. La realidad de Rue, de Jules, de Kat, e incluso la de Nate Jacobs está llena de matices. El dolor, la pérdida, el encuentro con uno mismo, la violencia, la alegría, la melancolía, las luchas internas.
Cada una de las historias de los personajes nos llevan por un recorrido profundo en el despertar sexual, la adicción a las drogas, la necesidad de poseer, el querer pertenecer.
Más allá del trasfondo de los personajes, que no pasan desapercibidos y que tienen una fuerza magnífica que funciona en el relato, vale destacar también los aspectos visuales y estéticos de la serie. Sus planos, su gama cromática, su música nos guían en este camino que nos invita a descubrir cuáles son las tragedias y triunfos que marcan el destino de nuestros protagonistas.
Personajes diversos y detalladamente construidos
Uno de los ingredientes fundamentales que funcionan bien en esta producción es que, al fin y al cabo, cuenta historias. Desde el primer capítulo, cada uno de ellos comienza narrando la historia de cada uno de los personajes que componen este entramado.
La historia personal de cada uno de ellos refleja directamente de dónde surgen sus personalidades, miedos, certezas. Y aunque puede ser un recurso obvio para generar esa empatía necesaria para conectar con la serie y sus personajes, funciona muy bien.
Tanto desde lo emocional como desde la empatía, el espectador entra de lleno y quiere indagar en cuáles son las razones para que cada uno actúe de tal o cual forma.
Cada una de ellas es un camino de aprendizaje, de conocimiento y de reflejo completamente acertado de una generación que aprende a vivir en un mundo de cambios constantes, expuesto a redes sociales (que no es para menos) y que lucha con conflictos internos y externos demasiado grandes para un joven en desarrollo.
Desde la seguridad de Kat (Barbie Ferreira) con su mundo virtual, tomándolo como un vehículo para su propia aceptación y empoderamiento; la lucha de Cassie (Sydney Sweeney) por ser más de lo que los hombres quieren de ella y aprender a valerse de sí misma; hasta los conflictos internos de identidad que Nate (Jacob Elordi) enfrenta viniendo de una familia con doble cara.
Además de todos esos sentimientos y experiencias, que han vivido los adolescentes desde el principio de los tiempos, se suman los cambios que a diario sufre el mundo en general. Cambió nuestra forma de relacionarnos, de informarnos, las formas de disfrutar del ocio, el trabajo, el estudio, las necesidades, y todo esto se ve reflejado en jóvenes de 16 o 17 años en un contexto totalmente caótico.
Steve Levinson logra crear un equilibrio entre el drama y la alegría, entre el sufrimiento y el disfrute, entre la tristeza y el amor. Con cada uno de los personajes, el director demuestra que a pesar de que el camino sea duro, autodestructivo, que la depresión juegue un rol fundamental y que todo parezca irse al tacho, también encontraremos luz al final del túnel.