Frases motivacionales del estilo “No tengo tiempo para rendirme”, “lo que sucede, conviene”, “good vibes only!” (solo buenas vibras), “soltar lo negativo” o el clásico “Rie, ama, vive” comenzaron a ponerse de moda en la última década logrando que con el paso del tiempo ocurrieran dos cosas: Que a fuerza de repetidas se vaciaran de contenido significante, y que -esto es lo más complicado- crearan la falsa sensación de que las emociones negativas, producto de situaciones concretas de la realidad, debieran ser negadas o reformuladas en un “por algo será”, descartando la posibilidad de procesarlas de manera sana. De este modo, la persona se sostiene en un falso positivismo que termina siendo irreal y nocivo, al no permitirse experimentar tristeza, dolor, enojo, frustración y toda la batería de emociones negativas tan válidas y saludables como las positivas. De ahí, el concepto de “positividad tóxica”.
Ya lo decía el escritor estadounidense Mark Manson en su best seller “The subtle art of not giving a f*ck (”El sutil arte de que (casi todo) te importe una mierda”, de 2018): “Cualquier intento de escapar de lo negativo -evitarlo, sofocarlo o silenciarlo- fracasa. Evitar el sufrimiento es una forma de sufrimiento. La negación del fracaso es un fracaso”.
Para la psicóloga y analista de investigaciones Ingrid Rivera Rubio, el término “positividad tóxica” deriva de un concepto anterior: “psicología positiva”, acuñado por psicólogo estadounidense Martin Seligman, quien indicó en una de sus conferencias que la psicología necesitaba dar un nuevo paso para estudiar desde un punto de vista científico, todo aquello que le hace feliz al ser humano.
En su libro “The Optimistic Child”, Seligman explicó que el pesimista no nace, sino que se hace; que “aprendemos a ser pesimistas” por circunstancias de la vida. También comentaba que podemos cambiar ese pesimismo y transformar nuestros pensamientos negativos en otros más positivos.
Sin embargo, Rivera Rubio considera que el término “psicología positiva” se ha tergiversado logrando efectos contraproducentes en las personas. “La psicología positiva fue malinterpretada, convirtiéndose en una positividad tóxica, la cual puede entenderse como el estado de vivir en la fantasía de un mundo perfecto donde nada produce daño, nada sale mal, todo funciona de forma ideal. Lo cual conduce a un estado de negación a la adversidad, que genera una emocionalidad trastocada al contrastar eso que se quiere con la realidad que se vive”.
Precisamente, la positividad tóxica se refiere a la imposición de un pensamiento positivo como la única forma de solución a los problemas, exigiendo que las personas eviten o nieguen pensamientos negativos y no expresen esas emociones.
Por su parte, el psicólogo argentino Flavio Calvo analiza la frase “lo que sucede, conviene” y ratifica la consecuencia que puede tener para quienes la usan al justificar las adversidades. “Es una de estas frases maníacas que, a pesar de tener una intención positiva, no solo niega la realidad, sino que deja en quienes creen en ella, una serie de mensajes negativos”, afirma y agrega: “Tener una mirada positiva de la vida es valioso y saludable, porque ayuda a las personas a estar mejor preparadas para afrontar dificultades, aceptar frustraciones, y seguir adelante”, dice.
Sin embargo, diferencia esta herramienta interna de gestión de las emociones de una persona sana con la utilización distorsionada de la frase: “La persona maníaca, en cambio es aquella que tiene una positividad tóxica, nociva, exagerada, deja de tener una función adaptativa que ayuda a aceptar frustraciones; por el contrario niega la realidad y a largo plazo termina convirtiéndose en algo mucho más frustrante y enfermizo”, advierte en una entrevista con Clarin.
Esta frase en particular ubica a quien la dice o la escucha en el rol de espectador que acepta lo que sucede sin oponer resistencia. “Esta supuesta aceptación de la realidad ubica a la persona en una posición pasiva, donde se queda con lo que sucede, inmovilizada, sin hacer esfuerzos por cambiarlo, cuestionarlo o luchar contra eso y pierde la posibilidad de encontrar soluciones reales”, afirma.
El psicólogo sanitario Antonio Rodellar, especialista en trastornos de ansiedad e hipnosis clínica, prefiere hablar de emociones desreguladas. “La paleta de colores emocional abarca la tristeza, la frustración, la rabia, la ansiedad o la envidia. No podemos obviar que, como seres humanos, tenemos ese rango de emociones que tienen una utilidad y que nos dan información sobre qué sucede en nuestro entorno y en nuestro cuerpo. No podemos ignorarlas”, le explica a BBC Mundo.
Para la terapeuta y psicóloga británica Sally Baker, autora de “The getting of resilience from the inside out” (“Resiliencia de dentro hacia afuera”, 2019) negar constantemente todo lo negativo que sentimos en situaciones difíciles es agotador y no nos permite crear resiliencia. “Nos aísla de nosotros mismos, de nuestras auténticas emociones. Nos escondemos detrás de la positividad para mantener a otras personas lejos de una imagen que nos muestra imperfectos”.
Baker cree que esto se debe en gran medida a las imágenes compartidas en redes sociales, “que nos obligan a comparar nuestra vida con las vidas perfectas que vemos por internet”, asegura y agrega: “Hay una tendencia constante a mostrarnos perfectos que resulta agotadora y que no es real. Si hubiera más honestidad en cuanto a las vulnerabilidades, nos sentiríamos más libres a la hora de experimentar todo tipo de emociones. Somos humanos y debemos permitirnos sentir todo el espectro de emociones. Está bien no estar bien. No podemos ser positivos todo el tiempo”, ratifica en la entrevista de BBC Mundo.
7 signos para detectar la positividad tóxica
-Ocultar o enmascarar los verdaderos sentimientos
-Tratar de “seguir adelante” ignorando o descartando una o varias emociones
-Sentirse culpable por sentir lo que siente
-Minimizar las experiencias de otras personas con citas o declaraciones que te hacen sentir bien
-Tratar de darle otra perspectiva en lugar de validar tu experiencia emocional
-Avergonzarse o castigar a otros por expresar frustración o cualquier otra cosa que no sea positividad
-Ignorar las cosas que molestan con un “es lo que es”
Riesgos de la positividad tóxica
Deterioro en la salud física y mental: Según Teresa Gutiérrez psicopedagoga y experta en neuropsicología menciona que el positivismo tóxico trae consigo consecuencias psicológicas y psiquiátricas más graves que una depresión ya que “se desvirtúa el mundo emocional y puede llevar a la persona vivir una vida irreal que daña la salud mental”.
Aislamiento y estigma: Es menos probable que las personas que manifiestan este tipo de conductas de “sentirse positivos y felices” ante la adversidad busquen apoyo, ya que pueden sentirse aislados o avergonzados de sus sentimientos.
Problemas de comunicación: La positividad tóxica anima a las personas a ignorar estos desafíos y centrarse en lo positivo. Esta conducta puede destruir la comunicación y la capacidad de resolver problemas en las relaciones.
Evasión del daño real: de acuerdo con un estudio del año 2020 sobre violencia doméstica, se encontró que un sesgo positivo tóxico podría hacer que las personas que experimentan abuso subestimen su gravedad y permanezcan en relaciones abusivas. El optimismo, la esperanza y el perdón aumentaron el riesgo de que las personas se queden con sus abusadores y sean objeto de un abuso cada vez mayor.
Se puede prevenir
The National Education Association (2021) señala algunas formas de prevenir la positividad tóxica, estas son:
-Aceptar múltiples verdades que puedan resultar conflictivas al mismo tiempo, pues podemos eliminar la tensión entre ellas y dar lugar a todas nuestras emociones, tanto positivas como negativas
-Emplear un enfoque híbrido que combina el pensamiento positivo con el “realismo”. Según Gabriele Oettingen, profesora de psicología en la Universidad de Nueva York y la Universidad de Hamburgo comenta que “cuando los participantes han realizado un contraste mental con deseos razonables y potencialmente alcanzables, han salido con más energía y han logrado mejores resultados en comparación con los participantes que fantaseaban positivamente o insistieron en los obstáculos “.
-Otra forma es cambiar el lenguaje, es decir validar y aceptar, lo que ocurre con pensamientos del tipo “sé que es difícil en este momento y que las cosas pueden salir mal fácilmente, o, “esto es realmente triste., puedo entender lo que estás sintiendo ahora mismo”.
-Identificar y nombrar emociones tanto positivas como negativas, en lugar de evitarlas, hablar con personas de confianza sobre ellas, reconocer las emociones negativas como algo normal e importante de la experiencia humana y buscar en caso necesario el apoyo de un terapeuta.
Cómo actuar frente a emociones negativas
No se trata de no ser positivos, sino de validar cómo nos sentimos en cada momento incluso no cuando estamos bien.
“Ser más honestos, más auténticos, no tener miedo a expresar que nos sentimos tristes, deprimidos o con ansiedad. Reconocer que nos sentimos mal y saber que eso pasará. Experimentar esas emociones y aprender de ellas para ser más resilientes”, explica Baker, quien aclara que estos consejos excluyen a personas con depresión clínica (un trastorno grave que, de hecho, suele empeorar si no se trata).
Stephanie Preston, profesora de Psicología en la Universidad de Michigan, EE.UU., cree que la mejor forma de validar las emociones es simplemente escuchándolas. “Cuando alguien te comparta sentimientos negativos, en lugar de apresurarte a hacer que esa persona se sienta mejor o piense de manera más positiva (”Todo estará bien ...” [y cambiar de tema]), intenta tomarte un segundo para reflexionar sobre su malestar o su miedo y haz todo lo posible por escuchar”, aconseja la especialista.
Ser consciente de cuál es la situación y la emoción que estás viviendo, no negar que hay algo malo que está ocurriendo, no mirar para otro lado, pero tampoco quedarte estancado en esa emoción negativa. “Lo que debemos recordar es que “todas nuestras emociones son auténticas y reales, y todas ellas son válidas”, concluye.