Mercedes Araujo se fue a Buenos Aires hace 20 años, pero siempre estuvo en movimiento. “Voy y vengo y prefiero pensarme nómade”, nos dice, refiriéndose a esos dos polos entre los que pasa su vida. “Mi relación con las dos ciudades es de pertenencia en tránsito, soy parte, me fundo con lo que me rodea hasta que me muevo”, explica, días antes de participar en la nueva (e inédita) Feria del Libro de Mendoza, que empieza el próximo martes 10 de noviembre y finalizará el 15.
Inédita porque la pandemia impuso tender otro puente con los lectores mendocinos. El Espacio Julio Le Parc le cedió el lugar al streaming, y en la conversión a lo virtual perdió algunas cosas (muchas), pero ganó otras: no solo la posibilidad de plantearse como un evento sin fronteras, porque personas de cualquier parte del mundo podrán seguir sus actividades; sino también mayor margen para diseñar una grilla con un grupo de escritores y escritoras de primer nivel que, en otras circunstancias, por temas de agendas y costosos desplazamientos, habría sido muy difícil reunir en una sola edición.
Ellos son Mariana Enríquez (Premio Herralde de Novela 2019), Camila Sosa Villada (Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2020), Hernán Casciari, Selva Almada, Esther Díaz, Dany Jiménez, María Moreno, Claudia Piñeiro y muchos otros más, que participarán en una grilla que puede consultarse en www.feriadellibromendoza.com.
En este contexto, Araujo es una de las invitadas a las que hay que prestarle más atención. No solo por ser mendocina y haber ganado en los últimos años proyección nacional defendiendo una voz local. Sino también porque es la jurada, junto a los realizadores César González y Laura Bari, de una de las novedades más interesantes de la Feria: un concurso de videopoesía que ofrecerá cinco premios de 25 mil pesos (hay tiempo hasta el martes para presentarse).
“Disfruto mucho de los contrastes entre esos dos paisajes tan distintos. Buenos Aires es para perderse entre la multitud y el movimiento, Mendoza para fundirse en el paisaje, el cielo, la montaña, los árboles”, nos escribe esta escritora, quien publicó, entre otros libros, “Viajar sola” (Ed. Abeja Reina, 2006), “La isla” (Ed. Bajo la luna, 2010), “La hija de la Cabra” (Ed. Bajo la Luna, 2012) y “Así es el fuego” (Ed. Club Hem 2018).
Sobre su modo de ver la literatura, nos explica: “Trabajo el lenguaje literario en varios géneros: poesía, narrativa y ensayo. Pero además, descreo de los géneros en términos categóricos, me interesa lo trans, lo poético en la narrativa, la narrativa en la poesía, el ensayo o elaboración de ideas en cada intervención artística. Si se piensa en el lenguaje como materia, en cualquier género el problema de la escritura es siempre el mismo: ritmo, tonalidad, volúmenes del enunciado, sonido, textura, la tensión que alcanza una palabra al lado de la otra, luego sí viene la estructura narrativa, en el caso de la novela o la estructura del poema o de las ideas en el ensayo”.
-Pero además de escribir, también sos fotógrafa (en Instagram @meraraujoletrasyfotos). ¿Cómo definirías esa relación que se produce entre las imágenes visuales y las imágenes literarias que creás?
-Mi interés por la fotografía es una forma de estar alerta y de comprender el mundo. Mi intención con la fotografía es lograr un cruce entre poesía e imagen. En los dos lenguajes, fotografía y poesía, importa la intimidad que establecés con lo mirado. En los dos se trabaja desde la percepción, una percepción que es, al mismo tiempo, sensación y pensamiento. Mirar alrededor, muy cerca, y convertir en imágenes esas pequeñas observaciones que generalmente pasarían de largo. Dar cuenta de esa inmediatez. En ambos lenguajes se trata de encontrar lo extraordinario en lo cotidiano. Y las dos, poesía y fotos, piden lo mismo, tiempo y detenimiento. Mi universo es el paisaje, la naturaleza en movimiento, transformándose. Flores, cielos, animales; lo mineral, animal y vegetal, transmigrando entre sí, una flor que es una nube, que es un animal, que es una montaña, entre los cuales ser yo también, sin ninguna jerarquía humana. Una poesía peregrina y de transmutación entre las especies.
-Respecto a la literatura contemporánea, de alguna forma noto que lo periférico, lo local, los márgenes, son una cuestión muy presente. Se me viene a la cabeza obviamente Selva Almada, con quien vas a compartir una mesa temática en la Feria, ¿en tu caso cómo se da esa relación con esta geografía?
- Compartimos con Selva y otras escritoras una búsqueda, creo. La necesidad de dar cuenta de un lenguaje en el que el cuerpo y el paisaje se funden. En mi caso, trabajo la escritura partiendo de esa premisa, el habla y la subjetividad están también dadas por el paisaje. Por eso, cuando se destruye la naturaleza, se destruye también la subjetividad. Y cuando se destruye paisaje o naturaleza se destruye lenguaje. En la novela “La hija de la Cabra” mi intención fue dar cuenta de esa relación.
-¿Cómo se enuncia el paisaje?
-Entiendo que la posibilidad del decir tiene su raíz en el paisaje, en la tierra. Las palabras constituyen a quienes las decimos, nos modifican, nos entrecruzan, nos llevan a vivir de una manera o de otra, luego con eso hacemos experiencia literaria. Lo mismo que el territorio en el que vivimos.
Para contar el desierto hay que contar la grieta, lo roto. Si nuestra relación con la naturaleza se está descomponiendo, si ese sistema en el que éramos parte de un equilibro está acabado ya no va poder ser contado como antes. Resquebrajado el paisaje y las leyes del ecosistema que contiene a esas voces, cada personaje que intenta enunciarse, es parte también de esa destrucción. Las historias que contamos vienen de allí, de lo mítico y de la ligazón con la tierra que nos da la vida, son un intento precario y esencial, de dar cuenta de eso que somos, comunidad, lenguaje y paisaje, en crisis.
-Cambiando de tema, ¿cómo viviste la cuarentena a nivel emocional pero también artístico? Hay artistas que han podido crear y otros que han preferido el silencio, procesar lo que está pasando.
-Pasado el primer momento de enorme desconcierto, he pensado mucho en esta existencia de la fragilidad. La pandemia nos hace pensar en la dependencia, en la pertenencia a una comunidad que está mucho más cerca de lo que los pensamientos individualistas intentan proponer. Los seres humanos somos una especie globalizada y vulnerable y solo podemos ahora pensar una salida a través de los sistemas de cooperación. Cada vez que destruimos el mundo en el que vivimos acentuamos esa vulnerabilidad, los ecosistemas dañados pierden la capacidad de amortiguar los desequilibrios de las fuerzas biológicas. La deforestación, la contaminación del aire y del agua, el daño causado al cuerpo de la tierra ahora es amenaza y vulnerabilidad para nuestros propios cuerpos. No tenemos suficiente capacidad ecológica para responder y al destruir la naturaleza hemos debilitado también nuestro sistema inmunológico. Por otra parte, personalmente he usado el tiempo para escribir: sin el movimiento, el tiempo se expande.
-Por otra parte, noto que el aislamiento y lo virtual posibilitaron que se desarrollaran otros medios de expresión. Se me viene a la cabeza obviamente el certamen de videopoesía en el que sos jurada. ¿Qué cosas interesantes notás que surgieron en estos tiempos de “reinvención”?
-Reinventarse es una extraña palabra, porque este detenimiento no fue elegido, fue una consecuencia de. Pero sí creo que es posible pensar la virtualidad y encontrar en ella algunas posibilidades, una manera de expandir el límite que es la ausencia del cuerpo. En ese sentido podemos pensar que el acceso al conocimiento, a las tecnologías, para aquellos que estamos dentro de esa minoría que tiene resuelto trabajo, techo y comida, permite nuevas formas de creación, de encuentro y sobre todo de circulación de la creación artística.
-¿Qué opinás del videopoema como formato?
-Me parece interesante por estas mismas razones, la enorme capacidad que la virtualidad ofrece a la circulación de una obra pensada para ese soporte. Además el concurso ofrece la posibilidad de reflexionar y proponer respuestas al interrogante que hoy nos atraviesa: ¿Ya nada será lo mismo? Es muy probable que el arte no tenga respuesta, sino más preguntas. ¿Qué es nada, qué es lo mismo, por qué “será” y no “es”? El arte aporta lucidez y abre preguntas: nunca cierra sentidos.
-Más o menos en la misma línea, una cosa que me llamó la atención fue un festival que se hizo hace poco, donde actrices famosas leían textos de escritoras, entre las que estabas vos. No pude verlo, pero me pareció muy valioso que se generaran esas alianzas, que quizás no suelen darse en tiempos “normales”. ¿Lo ves así?
-El Festival Primavera en Llamas es parte de una serie de acciones que un muy variado y concurrido movimiento de artistas y escritores integramos para llamar la atención sobre los extractivismos, la necesidad urgente de políticas públicas que atiendan la crisis ambiental bajo la premisa de que “No hay cultura sin mundo”. Creo que con pandemia o sin pandemia ese movimiento seguirá actuando y alzando las voces de alerta y exigiendo respuestas de parte del sector público y económico.
-Para terminar, en el marco de una Feria del Libro inédita como esta, y en un contexto tan duro. ¿cuál pensás que es la función de la literatura o el arte en general?
-El arte aporta la pregunta incómoda: ¿Cómo llegamos hasta acá? ¿Qué estamos haciendo con nuestro precario ecosistema? El arte interpela, modos de distribución de la riqueza, formas de relación, abre sentido y no lo cierra, el arte pregunta y no descansa en ninguna certeza. Una de las tareas de la literatura y del arte es hablar a una comunidad en aquellas zonas del borramiento, aquellas que la comodidad prefiere olvidar.