Seguramente sabrás que la palabra emoción proviene de la raíz latina emovere que significa “movimiento”. Por lo tanto, una emoción es una disposición para moverme, para “hacer algo”.
Por ejemplo, si estás triste, tu disposición será a llorar o a buscar compañía. Si estás alegre, tu disposición será compartir con otros. Si estás resentido, tu disposición será vengarte. Y así, con cada una de las emociones.
Según algunos autores, hay una diferencia entre una emoción básica y un sentimiento. Las emociones aparecen, según los estímulos externos o internos (por ejemplo, me acuerdo de algo que me enojó y me vuelvo a enojar), y no lo podemos evitar; emergen sin que tenga incidencia nuestra voluntad.
Esto es porque somos “seres emocionales”; es inevitable sentir. El tema es cuánto tiempo vamos a dejar que viva en nosotros esa emoción. Y cuando dura mucho, por ejemplo la tristeza, se convierte en un estado emocional que puede llegar a ser peligroso.
Cómo gestionar las emociones para que operen a nuestro favor
Cuando entendemos que las emociones son disposiciones para la acción nos empieza a parecer interesante gestionarlas de manera de que operen a nuestro favor.
Hoy estaba con un cliente que se encuentra en un momento de su vida que no sabe para dónde ir. Se siente desmotivado y le está costando tomar una decisión que para él es muy importante. Su cuerpo está sin energía, propio de estos estados emocionales.
Lo primero que le propuse es recuperar la energía, el estado vital. Un cuerpo energizado y sano es el punto de partida de cualquier cosa que quiera emprender. Como ya te conté en la columna anterior, un cliente busca coaching cuando existe algún grado de insatisfacción. Pero, como diría Covey, “primero lo primero”, en este caso: recuperar el estado vital; después buscaremos alcanzar las metas.
Entonces su tarea (siempre hay tareas luego de una sesión de coaching), fue empezar a caminar tres veces por semana. Una vez recuperada la energía vital, lo cual generará emociones más funcionales porque empezará a actuar la dopamina, esa hormona que nos hace sentirnos bien, empezaremos a trabajar lo que sigue. Estaremos generando un estado emocional propicio para diseñar un futuro mucho más funcional para su vida.
En ningún lugar nos han enseñado a gestionar nuestras emociones de manera inteligente. Entonces, lo primero, es aprender a identificarlas, a ponerles nombre. A poder decirnos “estoy sintiendo celos” o “estoy sintiendo envidia” o “estoy sintiendo vergüenza”.
Una vez que identifiquemos qué estamos sintiendo, podremos aprender herramientas para comprender por qué estamos sintiendo eso. Por ejemplo, si siento envidia, es porque hay alguien que tiene algo que yo no tengo y quisiera tener, pero estoy juzgando que no lo puedo conseguir.
¿Qué pasaría si descubriera que eso no es verdad? Desactivaría ese juicio que me lleva a sentir envidia, ésta se transformaría en admiración y, en lugar de querer que la otra persona pierda lo que tiene, buscaría yo alcanzar eso. ¿No es genial? Aprendería a desactivar todos los pensamientos que me llevan a sufrir y sentirme mal.
Poco a poco, irás descubriendo que todos los cuentos que te cuentas no son verdad e irá apareciendo quien realmente eres, y podrás experimentar estados de plenitud. ¿Crees que vale la pena intentarlo? Estoy segura de que sí.
Mi propósito es acompañar a las personas a recuperar ese estado de plenitud. Por eso, te invito a que sigas mis columnas y te iré contando cómo hacerlo. ¡Nos vemos en la próxima!