Hay algo que vale para todas las películas, y para las de terror todavía más: la verosimilitud es sagrada. Si uno no se cree lo que está viendo, todo nuestro interés se cae como un castillo de naipes.
Ese es el pacto que, desde los primeros minutos de “El cadáver” (disponible en Netflix, y no confundir con “Cadáver”), empieza a resquebrajarse.
Y por cuestiones bastante tontas, que ni acá, ni en la China, ni en Noruega, pasarían jamás. Y menos en algún posapocalipsis. Por ejemplo: Si vas a un lugar al que no se puede ingresar con niños, ¿para qué llevás a tu hija?; si te invitan a una performance en la que la única consigna es no sacarse una máscara, ¿por qué te la sacás?; si estás en un caótico circo de performers violentos y sanguinarios, ¿por qué seguís ahí?; si estás recorriendo un edificio laberíntico, lleno de pasadizos y con psicóticos desconocidos yendo y viniendo, ¿por qué dejás que tu hija ande por ahí sola?
Estas, y otra multitud de desventuras narrativas, es lo que ofrece esta película noruega, que muchos ya han consumido en la plataforma en las vísperas de Halloween.
La historia es, nuevamente, una distopía posapocalíptica. Y no es que nos quejemos de ellas, que las hay muy buenas. Pero cuando el concepto es insuficiente y la realización defectuosa, cualquier alegoría humanista puede darnos más náuseas que la última de Adam Sandler.
La cosa es así: en un futuro destruido por bombas atómicas el mundo es asolado por terribles hambrunas. Una familia, repentinamente, recibe la curiosa invitación de ir a una lujosa comilona a un hotel de lujo, en la que, después de saciarse, serán invitados a una performance teatral. El anfitrión les da la posibilidad de iniciar un “juego” interactivo en el insondable edificio, siempre y cuando tengan unas máscaras que los diferenciarán de los actores, ocupados en ofrecer al público escenas de sadomasoquismo y posporno, entre otras cosas...
A medida que avanza la película nos vamos enterando que, por supuesto, nada es lo que parece. Y en ese momento, después de la sucesión de acciones equivocadas de los personajes, solo queremos saber hasta qué caminos retorcidos nos quiere llevar Jarand Herdal, el director.
Algo sí es evidente: Herdal llega tarde al calendario de estrenos, porque si hubiéramos visto “El cadáver” antes que, por ejemplo, “El hoyo”, sentiríamos que pese a las debilidades de la película había un mensaje interesante. Como sucedió al revés, ni eso. Esta película noruega comparte con la española la idea de un futuro dividido en clases dominantes y pobres explotados. Una alegoría social distópica.
Pero no: lo de Herdal es tan pretencioso e inverosímil que ni su ostentoso diseño de producción nos seduce para ingresar en la historia. A lo sumo, la película es una perfecta lección de cómo no deberían actuar unos padres imprudentes después del apocalipsis.
La ficha
“El cadáver”. Noruega. 2020. 86′. Ciencia ficción- terror. Dirige Jarand Breian Herdal. Actúan Gitte Witt, Thomas Gullestad, Thorbjørn Harr. Disponible en Netflix. Nuestra opinión: Regular.