El psicólogo argentino Walter Riso, nacido en Italia y actualmente radicado en Barcelona, está presentando dos libros de ayuda y motivación, muy relacionados a los tiempos que nos toca vivir en medio de la pandemia. “Más fuerte que la adversidad” y “Pensar bien, sentirse bien”, de editorial Planeta, están enfocados en dar respuestas a situaciones cotidianas, que superan las capacidades resilientes de las personas.
En una entrevista exclusiva con diario Los Andes, hablamos de sus libros pero también de cómo salir de la depresión, del autoconcepto y de cómo convertir el sufrimiento en una herramienta constructiva para la vida.
El primero es un libro muy actual, y supongo que viene a ayudarnos en plena pandemia. Los mecanismos de la gente para superar adversidades, se han reforzado o por el contrario se han debilitado ante la incertidumbre?
Estamos viendo pacientes desde principios de marzo, hemos visto más de mil y tenemos una muestra muy representativa de todas partes del mundo. La gente va para peor, porque la incertidumbre crece y es la gasolina de la ansiedad. Además la gente empieza a hacer predicciones catastróficas del futuro, además la información que nos están dando por los medios es contradictoria y ambigua. Eso genera confusión. El hecho de sentirse presionado hace que la ira se dispare más. La tristeza porque hay una pérdida, este mundo se paró de pronto y todos nuestros esquemas y paradigmas empezaron a revisarse y hubo pérdidas de muchas cosas, parejas que se separan, algunas vuelven con la misma persona, el mundo normal y cotidiano ya no es lo mismo, ya no tenemos acceso a lo que nos daba sentido en la vida, la gente ha tenido que cambiar sus metas vitales por otras.
Es increíble que una hebra de ácido ribonucleico -que es cien veces más chica que una bacteria y una bacteria es la milésima parte de un milímetro-, nos doblegue así. Entonces la gente tiene una frustración e impotencia multiplicadas. Por eso empiezan a utilizar estrategias de afrontamiento. Algunas funcionan y otras no. Lo de la vacuna genera esperanza pero no estábamos para esto, sobre todo en una sociedad en la que se hacía alarde del placer y del hedonismo, y donde la cultura del esfuerzo era -1. En los adolescentes se ve que no han asumido la responsabilidad básica de no transmitir el virus, porque están en una posición negacionista junto con otros que no se quieren poner la vacuna cuando salga.
El otro, que debería ser el mismo otro de siempre, ya no es el mismo porque la gente sale a la calle y la expresión facial que es lo que más junta a dos personas, está borrada.
A esto hay que sumarle que el sistema sanitario no dio a basto porque estaba mal estructurado, entonces lo que pasa es que uno entregaba a un familiar por una puerta y no volvía a saber más nada. Y un buen día te lo entregan por otra puerta y puede que haya fallecido. Entonces mucha gente no ha podido elaborar el duelo ni la culpa, porque la mayoría de los fallecidos son ancianos que estaban en asilos y los hijos los dejaron allí pensando que estarían mejor.
Esto es una catástrofe como si fuera una guerra. Todos tenemos un guerrero interior que es nuestro sistema inmunológico, del que no éramos conscientes y ahora hay que ayudarlo.
El libro Más fuerte que la adversidad toma muchas cosas de experiencias clínicas pero es un libro motivacional que había comenzado a escribir en junio del año pasado. Y mucha gente está descubriendo que es más fuerte de lo que creía.
En tu libro hay una historia de una mujer temerosa, que encontró su fortaleza solo cuando algo que valoraba mucho se vio violentado. ¿Por qué es más fácil encontrar la fortaleza en situaciones límites y no en la vida cotidiana?
La fortaleza se encuentra cuando nos tocan algo que tenemos muy olvidado que es la dignidad personal. Es lo que nos hace humanos, cuando te consideran un interlocutor válido, un sujeto y no un objeto. Entonces te presto atención porque lo que vas a decir tiene valor. Y si eres un sujeto y no un objeto, y yo tengo un sistema nervioso central que me hace sufrir, de ahí surge la empatía. Porque si viniera un marciano ¿cómo le explicamos lo que es el sufrimiento?
Lo que le pasa a esta mujer es que agreden a alguien a quien ella quiere mucho y pasa de ser una mujer sumisa, inacertiva, manipulable y dependiente emocional, rompe todo eso porque no tenía otra opción.
Cuando se dice que uno se sacrifica por amor, es una palabra tonta. Si un hijo está en un hospital, enfermo, uno no dice “me voy a sacrificar y voy a ir donde está mi hijo”. Uno pagaría por ir y se pondría en su lugar si pudiera. Cuando te tocan un hijo, tocan una fibra filogenéticamente desarrollada por la especie y además por el valor de uno como madre o padre y el amor incondicional por los hijos. Es el único amor incondicional.
¿Hay un sufrimiento constructivo?
Sí, claro. Yo soy un hombre resiliente y he pasado por muchas cosas. Me gusta el budismo porque va en contra del sufrimiento. Los budistas son empíricos y van tomando temas de las ciencias, se dieron cuenta que el sufrimiento puede tener una función muy especial. Una de sus funciones es el dolor físico, cuando hay una herida y le avisa al cerebro de que hay una parte del tejido que se lastimó. El sufrimiento hace lo mismo pero a nivel mental. Si tu pareja se fue de viaje y te deprimís porque no está, y sufres, eso te está avisando que debes ir corriendo a un psicólogo, para que te ayude a eliminar la dependencia emocional.
En otros casos es importante darle un sentido a ese sufrimiento cuando, por ejemplo, pensamos que cargamos nosotros con un sufrimiento para evitárselo a alguien a quien amamos. Y así se puede vencer la depresión.
Otro ejemplo es el esfuerzo. Hay una baja tolerancia a la incomodidad, entonces la filosofía del esfuerzo, de luchar por una cosa para alcanzarla: criar un hijo, hacer una carrera, levantar una familia, vivir es esfuerzo. Nietzsche decía “lo que no te mata te hace más fuerte”, porque el sufrimiento es como una alquimia que te transforma.
Lo que noto es que el primer tipo de sufrimiento es impuesto y el segundo es elegido
Sí es impuesto o no, te tienes que preguntar si el sufrimiento es útil, si te sirve para algo. Es una pregunta pragmática ¿me está avisando algo?, ¿puedo aprender algo de esto? En nuestra cultura cristiana le ponemos velas al sufrimiento, es casi un valor per se.
Esto me lleva al segundo libro: “Pensar bien sentirse bien, nada justifica el sufrimiento innecesario”. ¿Hay personas proclives a sufrir sin motivo o que en todo encuentran motivos para sufrir?
Hay personas que usan el sufrimiento como una manera de autocastigarse pero hay otros que piensan que no merecen estar contentos, le tienen miedo a la alegría. Hay personas que tienen una distorsión cognitiva, es un sesgo en el procesamiento de la información, que es una visión en túnel que les hace ver más lo malo que lo bueno. Eso es el pesimismo. Pero el otro extremo que es el optimismo también puede ser muy malo porque empiezas a ver cosas buenas que no l o son y te estás autoengañando. Lo que se hace con estas personas es tratar de que procesen la información desde el realismo. Ver las cosas como son. También están las personas quejosas, y generan una retroalimentación, porque al hablar y pensar, se escuchan. Entonces al quejarse de todo empiezan a crear el esquema de la negatividad absoluta.
Tomé una frase tuya “A las personas pesimistas las envuelva un halo de amargura. Su vida oscila entre la desilusión y la tristeza”. Si la depresión es generada por un desequilibrio químico, ¿ocurre lo mismo con el pesimismo?, ¿la persona puede tomar una pastilla y empezar a ser optimista?
Sí, hay algunas drogas que te quitan la depresión y al hacerlo te quitan la valencia negativa del pensamiento. Entonces ese pensamiento negativo ya no arrastra información congruente. Si yo te doy una inyección de adrenalina y tu emoción es el miedo, empezarás a buscar cosas que te den miedo. Si una persona fóbica a las arañas va al campo y dice “me voy a fijar si hay alguna araña”, entonces encuentra, porque las busca. Luego piensa “si hay una, puede haber más” y se queda obsesivamente buscando. Entonces el estado emocional arrastra información congruente con él. Si le quitas la depresión, la persona va a empezar a mirar las cosas con más realismo.
Pero si los nosotros dos fuéramos soldados en la guerra de Vietnam y vamos caminando por esos caminitos de la selva, lleno de árboles donde pueden haber francotiradores del Vietcong, entonces ¿a quién prefieres tener a tu lado, a un optimista o a un pesimista?
En esa situación, a un pesimista…
Claro, porque el optimista sería un peligro social. Si se mueve una hoja diría “es un pajarito”.
Yo quiero casi a Dexter, quiero un psicópata, un pesimista, porque me va a servir mejor. Lo que pasa es que cuando exageramos con el pesimismo, entonces no tenemos la posibilidad de dejar entrar la alegría porque va de la mano de la depresión.
Hay un libro tuyo programado para el 2022 de título “El coraje de ser quien eres (aunque no gustes): Guía para rebeldes que aman su individualidad”. Partiendo de la base de que uno es en función de que el otro lo valide, ¿cómo se puede ser, aunque no le guste a los demás?
No es que no le guste a los demás, sino que no puedan manipularte a partir de la aprobación. Aunque no gustes, debes ser tú misma. Uno siempre debe tener una capacidad de autocrítica y la crítica es buena cuando viene de una buena fuente y está bien intencionada. El individualismo es el ego, egocentrismo (todo gira a mi alrededor, narcisismo puro), egolatría, yo me amo más que a nadie y estoy por encima de todo. Esto no es amor propio, sino fascinación por mi mismo. Y el egoísmo, que quiero todo para mí. Todo esto es individualismo, es desconocer al otro. Ahora, el “yo” se produce por un trabajo personal de construcción entre la persona y la sociedad, es decir entre la identidad personal y la identidad colectiva, es una mezcla de las dos cosas, que ahora se está perdiendo con las redes sociales.