El arte mendocino, tan entrañable para quienes habitamos esta tierra, permanece vigente gracias a los hacedores tanto del hecho artístico en sí como de los documentos que los testifican. Sin embargo, pese a que la provincia cuenta con varios museos y extraordinarios artistas plásticos, son pocos los que se han dedicado a hacer una recopilación histórica de estos.
Adela Díaz López, con la intención de facilitar el estudio de los pintores locales a sus alumnos de la antigua Escuela de Bellas Artes, comenzó escribiendo libros con la biografía y reproducciones de los más reconocidos artistas plásticos. Así, llegó a escribir, editar y publicar seis libros maravillosamente ilustrados, que no solo sirven para estudio de alumnos secundarios sino que facilitan el acercamiento y disfrute hacia aquellos que dejaron su legado en lienzos, y que no siempre están expuestos en los museos.
La profesora Adela Díaz López se recibió en la Escuela Superior de Artes Plásticas, hoy Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional de Cuyo. Preocupada por la difusión del arte y sobre todo del arte local, realizó numerosos estudios por los que recibió dos becas: una en 1964, del Fondo Nacional de las Artes; y la otra en 1972, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia con una beca a París.
En 1988 inició la publicación de críticas de exposiciones de artistas mendocinos y en 1998 comenzó la edición de estudios sobre artistas locales como “José Scacco”, publicado en 1998; “Ángel Gil”, en 2006 y “Alfredo Ceverino”, en 2008. En 2011 editó “Arte Abstracto Mendocino”, un estudio acerca del trabajo de los principales referentes locales de esta corriente, y en 2019, su última investigación -antes de “Rosa Stilerman, Arte Mujer y Pasión”- fue “120 años de Pintura Mendocina”, que analiza todos los movimientos plásticos producidos en el Siglo XX y principios de Siglo XXI.
“Lo gracioso es que no les interesaba a los pintores”, cuenta Adela. “Al primero que elegí para empezar a hacer una colección de libros fue (Antonio) Sarelli, pero me dijo qué después me iba a traer material. Pasaba el tiempo y no me acercaba sus obras. Como no se decidió, finalmente le dije a (José) Scacco”, recuerda.
La profesora iba a la casa del artista plástico a hablar de pintura y de como se había iniciado en el arte. “Su papá era peluquero y le había dicho que empezara a trabajar con él para que tuviera algo de que vivir”, recuerda Adela. José Antonio Scacco siempre había sido un amante del arte pero como no podía hacerlo se puso un kiosco cerca de la Clínica de Cuyo. “Cómo estaba cerca de la escuela de Bellas Artes decidió anotarse en un curso y cuando pudo se metió en la parte de arte. Le fue muy bien porque era muy imaginativo, se basaba en la naturaleza pero no dibujaba eso solamente sino que lo tomaba como una referencia para hacer círculos cósmicos con iridiscencias de las figuras”, cuenta Díaz López. “Como fue mi primer libro, a pesar de que el texto estaba muy bueno, las fotos de los cuadros quedaron al final y no se lucieron”, agrega.
Posteriormente lanzó el libro “Ceverino”, donde muestra el amor del artista por el pueblo lasherino y el homenaje que le rinde en sus obras. “Los hijos de Ceverino le habían tomado fotos a todos los cuadros y tenían un archivo en papel. Esa carpeta con fotos me la prestó Ceverino para que en la imprenta pudieran tomar bien los colores, cosa que los diseñadores de la imprenta se preocuparon por mantener”, relata Díaz Lopez. “Este libro lo hice con Cultura, y se quedaban con la tercera parte para distribuirlos en distintas bibliotecas”.
Entre una publicación y otra, la profesora se tomaba dos años para la preparación y recopilación del material. “Luego de Ceverino, Ércoli me pidió que le hiciera el libro. Me gustó que reconociera que podía hacer algo con él. Pero como en la imprenta le pidieron una parte de la inversión, y decidió no hacer nada”, recuerda.
“En esa época, yo ya estaba preparando el libro de Rosa Stilerman, y se lo comenté a una de las profesoras que también trabajaba en la escuela de Bellas Artes. Por su respuesta entendí que el libro no sería bien recibido y decidí dejarlo”, refiere en relación a la última publicación que hizo, en marzo de este año, ya que en aquel momento dejó el trabajo de Stilerman a mitad de camino.
Pensando en quién podía ser el protagonista del siguiente, se le ocurrió encuadrar a distintos hacedores en un solo libro, que dio origen a Arte Abstracto Mendocino. “Empecé a seleccionar a Ceverino, Santaella, Ércoli, también me dieron el nombre de Gómez -de quien yo no conocía sus mejores trabajos- y de Ochoa, Flichmann, Oliveros. Así fui completando el grupo tratando de ser muy estricta en la explicación de las cosas para que fuera entendible. Descubrí que había dos vanguardias: una de los estudiantes y otra de los que eran profesionales desde antes. Me llevó bastante, si bien yo conocía el manifiesto de arte abstracto y las corrientes, cuando hay que darle un sentido a todo, es complicado”, recuerda. El de arte abstracto tomó casi dos años de realización, “fue poco tiempo porque tenía mucho material para armarlo”, resalta Adela.
En 2018, la profesora y escritora, publicó “120 años de arte mendocino”, en los que estudia a los artistas locales que por diversos motivos no habían sido incorporados en libros anteriores. El objetivo era rescatar la obra de diversos artistas que, por pertenecer a otros movimientos pictóricos, corrían el riesgo de no trascender. “Se sabe que hay personas que han hecho cosas maravillosas pero que a la larga se pierden”, subraya.
Adela Díaz López, inició este trabajo a partir del comentario inusitado de una persona que había asistido a un simposio de arte latinoamericano. En aquel momento, Adela escuchó a alguien decir “en Mendoza no existe el arte”. Según relata, “Nadie respondió. La idea no era que yo me metiera a hacer apología del arte mendocino, sino hacer que estos libros le sirvieran a los alumnos para que estudiaran”.
Para ese entonces, Díaz López recordó que tenía el libro de Rosa Stilerman sin terminar. “Tomé la decisión de continuar con ese libro, porque además yo tenía fotos de sus obras. Cuando ella murió no quedaba nadie de la familia y todas sus obras habían quedado guardadas en una oficina de la calle espejo y 9 de julio, a cargo de un sobrino. En ese momento yo tomé fotos de todas las pinturas que encontré -lamentablemente no tomé fotos de los dibujos- porque, para colmo, muchas de las obras quedaron arruinadas luego de una inundación. Además Rosa no era una persona que cuidara sus obras, las impermeabilizara y que estuvieran bien impregnadas. Entonces muchos cuadros se perdieron por la humedad. Rosa Stilerman era inmensamente expresiva y tenía una forma particular de ver los retratos”.
El libro de Stilerman fue el último -de arte- editado por Adela Díaz López, y presentado en una importante librería céntrica en marzo de este año. “Ella -Stilerman- hizo dos o tres presentaciones aquí en Mendoza, pero la miraban como algo raro. En cambio en Buenos Aires tenía una repercusión muy grande su obra y las críticas hablaban de una persona con una formación muy sólida que no apostaba a nada sino que manifestaba su forma de pensar”, concluyó la profesora.