Aunque muchos usuarios de Netflix la repudiaron y firmaron para que se diera de baja su estreno, finalmente “Cuties” llega hoy a esa plataforma. Ha sido de tal tamaño el escándalo que la envolvió cuando se anunció, que nos animamos a decir que es la producción que más polémica ha causado en ese streaming.
¿Pero qué es lo que pasó? Contemos la historia completa: a mediados de agosto, la plataforma lanzó el afiche promocional de esta película, dirigida por la cineasta francesa de ascendencia senegalesa Maïmouna Doucouré. La historia gira en torno a Amy, una chica de 11 años que se une a un grupo de bailarinas de su escuela, a partir de lo cual empieza su autodescubrimiento sexual y su emancipación de los valores de su familia musulmana (machismo, poligamia, entre otras cosas). Pero uno de los temas de la película es cómo, en un momento muy vulnerable de su infancia, decide empezar a mostrarse “sexy” en redes sociales para cosechar más likes. Tema sensible si los hay.
Pero el equipo de marketing de Netflix tuvo la pésima decisión de promocionarla con la imagen más sexualizada que encontró de las niñas, lo que levantó la ira de sus propios usuarios. Una decisión totalmente consciente, además, puesto que el afiche con el que se presentó la película originalmente las muestra de una forma muy distinta: caminando con bolsas de colores y muy risueñas por la calle. Y para colmo, la sinopsis que difundió la plataforma dejaba el filme casi como un servicio de pornografía ilegal: “Amy tiene 11 y quiere pertenecer a un grupo de chicas de su edad que bailan sensualmente, entonces empieza a explorar la feminidad y desafiar a su familia religiosa”. Un error absoluto.
El antecedente más cercano es lo que sucedió en 2018 con la serie italiana “Baby”, sobre dos adolescentes que a escondidas de sus padres empiezan a prostituirse (la tercera temporada, justamente, se estrenará el miércoles que viene).
Pero volvamos a “Cuties”, cuyo título original es “Mignonnes” y que en algunos países se conocerá con el malogrado título “Guapis”: la primera reacción hacia la película fue de total repudio. Lo que se entiende, porque la información que circuló abundantemente fue la mala sinopsis y no así sus premios internacionales (como en el festival Sundance, la meca del cine indie); y mucho menos la historia personal de Doucouré, quien dirige con perspectiva de género problemas de su propia condición de negra e hija de inmigrantes.
En change.org ya circulan varios pedidos para que se le dé de baja y algunos ya han superado las 300 mil firmas. El más difundido acusa que “se trata de un grupo de niñas de 11 años, vestidas como showgirls y bailando como bailarinas exóticas para el placer de los adultos” y asegura que promueve “la hipersexualización de menores de edad”.
Con respecto al tema en cuestión, la propia directora reconoció en una entrevista a medios europeos que la razón que motivó este proyecto había sido el “shock” que le causaba ver jovencitas de 11 años bailando de forma sensual en su barrio, y que la habían llevado a preguntarse “si eran conscientes de la imagen de disponibilidad sexual que proyectaban”.
Doucouré explicó que no buscó “juzgar” a sus personajes sino hacer un “retrato intransigente de una niña de 11 años sumergida en un mundo que le impone una serie de preceptos” y dar cuenta de esa complejidad, que efectivamente existe en nuestra sociedad. Y lo peor que podemos hacer es ignorarlo.
Netflix no tardó mucho en hacer un mea culpa: “No estuvo bien y no es representativo de este filme francés que fue recompensado en el festival de Sundance. Hemos modificado el cartel y la descripción”, escribieron en un comunicado.
Pero quien se llevó la peor parte de todo esto fue la propia directora, cuya carrera ahora se ve seriamente afectada por quedar estigmatizada frente a muchas personas. Además, recibió amenazas: “Recibí numerosos ataques de gente que no ha visto la película, que pensaron que realmente estaba haciendo una película que excusaba la hipersexualización de los niños. También recibí numerosas amenazas de muerte”, explicó en los últimos días.
Lo cierto es que ni el CEO de Netflix, Ted Sarandos, quien la llamó exclusivamente para disculparse, podrá lavar fácilmente esta polémica bastante inmerecida. Porque remarcamos: el propósito de la cineasta fue totalmente contrario a aquello de lo que se la acusa.
De momento, “Cuties” no llegará a países como Turquía, donde el organismo de control de la radiodifusión (RTUK) consideró que podría llevar a una posible explotación infantil. Desde hoy puede verse en el servicio de Netflix para Latinoamérica y, por si hiciera falta aclararlo, solo quien la vea podrá sacar sus propias conclusiones.