Tal y como se rumorea que los gatos tienen siete vidas, parece que Benedict Cumberbatch está en la misma sintonía que ellos. El actor que interpreta a Doctor Strange en Marvel cada vez gana más y más reconocimiento en la industria del cine.
Con un apellido casi impronunciable pero con un talento descomunal, Benedict se ha ganado el cariño de las audiencias y el respeto de sus compañeros tras brillantes trabajos de actuación.
Cumberbatch es el hacendado soberbio y silencioso de El poder del perro y el comerciante ordinario en circunstancias extraordinarias de El espía inglés. Es el Sherlock Holmes en la versión que Steven Spielberg nombró como la mejor de la historia y el fiscal militar en El Mauritano. Ganó contra los nazis en El código Enigma y es el Doctor Strange en Marvel.
No hay dudas de que el talento está en él, y si lo aclaramos, también corre por sus venas. Es hijo de dos actores, quienes lejos de querer que su hijo siguieras sus pasos, quisieron impulsarlo en otro horizonte. Pero cuando la pasión está, es difícil callarla.
Desafío tras desafío, Benedict ha logrado ganarse su lugar como uno de los actores más relevantes de su generación. Y eso fue gracias a su increíble suerte frente a la muerte.
Benedict enfrentándose a la muerte
En algunas oportunidades, este mago que ayudó a preservar la identidad de Spider-man en la reciente cinta de Marvel, estuvo de cara a la muerte. Pero como si se tratara de la suerte de un gato, hoy la recibe como una vieja amiga después de cuatro acercamientos profundos al final.
Era apenas un bebé cuando la muerte estuvo frente a él por primera vez. Bajo el cuidado de Tracy, su media hermana, 17 años mayor que él. La muchacha lo puso en el cochecito y salió al parque; en un momento sonó el teléfono y entró a la casa. La conversación duró más de lo que esperaba y “olvidó” que su hermano estaba afuera. Era invierno y el pequeño terminó internado con un cuadro de hipotermia aguda.
Para la segunda ocasión era el 26 de julio de 1994, Benedict tenía 18 años y cursaba el último año en Harrow. Como si se tratara de una película de guerra, el actor fue sorprendido con una increíble explosión a poco de quedarse dormido. Las ventanas se hicieron añicos y los vidrios estallaron, una nube de polvo lo envolvió, sus oídos zumbaron.
Asustado, desesperado, corrió hasta la habitación de sus padres. “Me preguntaban: ‘¿Estás bien?’, ‘¿Estás bien?’. Les respondí que no, que no podía escuchar con un oído”, relataba el actor.
Resulta ser que un coche bomba había estallado frente a la Embajada de Israel, hiriendo a 30 personas. La zona se llenó de sirenas y gritos, pero alrededor de Benedict todo era silencio. El actor logró recuperar su audición con el tiempo recuperaría, aunque pasaría mucho más tiempo para que recuperara su fe en la humanidad.
Para la tercera vez ya teníamos a un Benedict más espiritual y adulto. Acababa de terminar su colegiatura secundaria y, en lugar de tomarse un año sabático para viajar y conocer el mundo, se instaló en un monasterio del Tibet. Los monjes le enseñarían sabiduría y él les enseñaría inglés.
Les explicaba los verbos, y ellos a él, que no se necesita ser aburrido para tomar en serio la profesión o la espiritualidad. Aprendió que el humor es una parte no solo necesaria sino fundamental de la vida.
Mientras todo marchaba bien, el británico decidió salir a explorar las montañas con cuatro amigos. Sin la ropa ni los elementos adecuados y claro que, sin un guía, se aventuraron en un nuevo camino para explorar lo desconocido.
Claro que terminaron perdiéndose, caminaron sin rumbo durante casi dos días. Al borde de la deshidratación exprimieron los musgos que encontraron en algunas piedras para lograr un poco de agua. A la noche durmieron en una especie de retablo de animales que olía a excremento y tuvieron sueños alucinógenos provocados por el mal de altura. La odisea terminó cuando un sherpa los encontró, alimentó y los condujo sanos y salvos hasta el monasterio.
Finalmente, la cuarta y última vez que, por ahora, Cumberbatch sintió a la muerte respirándole en la nuca ocurrió en el año 2005 cuando filmaba Hasta los confines de la Tierra, una serie para la BBC.
En un alto del rodaje, junto a Theo Landey y Denise Black, dos de sus compañeros de filmación, decidió conocer las playas del lugar. Les habían dicho que eran hermosas, pero también les advirtieron que la zona era peligrosa y que mejor no andar paseando.
Iban por la ruta mirando el paisaje e intercambiando bromas cuando pincharon un neumático. Pensaron que alguien se acercaba a ayudar cuando un coche manejaba hacia ellos, aunque nada más lejos de la realidad. Seis hombres enmascarados y con fusiles bajaron del coche y los obligaron a entregarles sus teléfonos y tarjetas de crédito. Durante dos horas los llevaron a distintos cajeros electrónicos para extraer dinero.
No se conformaron con eso. A los gritos, empujándolos, los forzaron a apiñarse dentro del baúl del auto. Cumberbatch mide 1,83. Entre el mar de nervios, miedo y ansiedad, se sumaba que iban tres apilados incómodamente en un baúl.
La pesadilla siguió. El auto arrancó. Cumberbatch comenzó a patear el capot y gritar pidiendo ayuda. Su desesperación crecía tanto como su miedo. En un momento el auto se detuvo. El baúl se abrió y llegaría lo peor.
Debajo de un puente les ordenaron detenerse y arrodillarse. Indefensos y aterrorizados, les ataron manos y pies con los cordones de sus propios zapatos además de cubrirles la cabeza con una inmunda frazada. El británico pensó: “Ya está, acá se termina todo”. Cerró los ojos, se estremeció y esperó el disparo que estallaría en su cabeza. Pero antes decidió actuar.
Comenzó a hablarles a sus atacantes. Les dijo que era una tontería dispararles, que matarlos solo les traería dificultades. “Tendrás un inglés muerto en tu auto. Eso no es bueno”, y les aseguró que padecía una enfermedad en el corazón que podía provocarle un ataque en ese mismo instante. Increíblemente funcionó y logró que los delincuentes decidieran liberarlos y escapar.
La experiencia le dejó una maravillosa enseñanza: “Decidí que quería tener una vida más sencilla. Quería nadar en el océano que vi a la mañana siguiente. Cuando piensas que vas a morir, das por hecho que no volverás a tener esas sensaciones ni vivir esas experiencias. Una cerveza fría, un cigarro, la sensación del sol quemando tu piel. Hasta cierto punto, ese fue un nuevo inicio para mí”, concluye Cumberbatch.
