Si hay un género que cobra protagonismo en Crímenes de familia es el femenino, por partida triple. Sebastián Schindel da un giro con respecto a sus producciones anteriores –ambas encabezadas por Joaquín Furriel–, dejando en segundo plano al hombre explotado (El patrón: radiografía de un crimen) o vulnerado (El hijo). Ese rol lo ocupa aquí Daniel (Benjamín Amadeo), joven afectado por el desempleo, las adicciones y el impedimento de ver a su hijo, no tan visible como su pareja Marcela (Sofía Gala), su madre Alicia (Cecilia Roth) y la empleada cama adentro del hogar familiar Gladys (Yanina Ávila).
El eje es Alicia, señora altiva de clase media que se reúne a comer sushi y cheese cake con amigas, practica yoga en su elegante departamento y comparte matrimonio sobrio con Ignacio (Miguel Ángel Solá).
Pronto se revela que la apacibilidad burguesa es una pantalla tras la que se agitan conflictos: por un lado, Daniel está en la cárcel acusado de maltrato doméstico, situación que a ella le genera incomodidad ante sus conocidas paquetas aunque no dude de la inocencia del hijo; su carga es contra Marcela, responsable de acusar a su “tesoro” y a quien llama “negra de mierda”.
Al mismo tiempo, se deja entrever que el niño que juega en casa no es su nieto sino el hijo de Gladys, a quien cría como segunda madre. La secuencia recurrente de una mujer que se adentra en un pasillo oscuro hacia un baño ensangrentado –que parece ser Gladys– junto a la mención de un homicidio agravado por el vínculo instalan la inminencia del thriller y la ambigüedad temporal: ¿Cuándo acontece ese hecho? ¿Quién será la víctima?
Schindel opta por una narración zigzagueante, con tramas paralelas y saltos temporales intermitentes en la que caben el clasismo y el desclase, el abuso machista y el reposicionamiento crítico de la perspectiva (masculina) con el suspenso del policial como motor.
La multiplicidad de elementos desplegados a cuentagotas encuentra en el juicio oral su desarrollo natural: las partes enuncian monólogos frente a cámara acerca de acontecimientos decisivos que se sustraen de la mirada. El recurso, en principio seductor, impide la empatía con las realidades individuales y depara un vacío de intensidad cuando la verdad se esclarece. Una seguidilla de resoluciones vertiginosas convierte al filme en un alegato antes que en un drama y a sus personajes en eslabones ilustrativos de una premisa más ideal que verosímil.
Crímenes de familia
Drama policial. Argentina, 2020. Guion: Pablo Del Teso y Sebastián Schindel. Dirección: Sebastián Schindel. Con: Cecilia Roth, Miguel Ángel Solá y Sofía Gala Castiglione. Duración: 99 minutos. Calificación: Apta para mayores de 16 años. En Netflix.
* Este texto fue publicado originalmente por La Voz. Se reproduce aquí con la autorización correspondiente.