En la columna anterior estuvimos conversando sobre los diferentes niveles de escucha y cómo impacta en nuestras relaciones el modo en que escuchemos. Hoy nos vamos a centrar en esas conversaciones cuyo contenido nos incomoda y les escapamos.
¿A quién le gusta tener conversaciones difíciles? Creo que a nadie ¿Por qué? Porque son incómodas y delicadas. Empezamos a pensar “seguro que se enoja, no me va a escuchar, quizás rompa la relación, no es el momento, más adelante” y muchas excusas más.
¿De dónde provienen todas esas excusas? Del miedo. Pero a su vez, ese miedo fue generado por otros pensamientos que son los que hay que aprender a gestionar. Ahí es donde el coach puede ayudarte si es que no lo puedes hacer solo.
¿Qué pasaría si te animaras a abrir esa conversación que estás evitando? Quizás podrías conseguir ese trabajo que tanto deseas, o ese aumento que crees que te mereces, o ese proyecto en el que te gustaría participar, o empezar una relación, o reanudar una relación y muchos ejemplos más que seguro estarás pensando.
¿Te das cuenta todo lo que te estás perdiendo?
¿Qué beneficios podrías tener si aprendieras a gestionar las conversaciones difíciles?
1) Más confianza y seguridad, te estarás haciendo responsable de tu propia vida.
2) Un mundo de posibilidades inexploradas y ausentes hoy en tu vida.
Es muy importante poner en valor el propósito de la conversación, es decir, ese mundo de posibilidades que hoy te estás negando por ese miedo que hablé más arriba. Imagina haber destrabado esa situación que tanta incomodidad te está generando.
La mayoría de las veces suceden cosas inesperadas y se abren oportunidades que ni siquiera has podido llegar a imaginar. Puede ser el restablecimiento de una relación, tu incorporación a un nuevo proyecto o algo que sencillamente hoy no te estás dando la posibilidad de experimentar.
Una cosa muy importante, en el caso de que haya habido una discusión, es no ir a la defensiva o con disposición a ganar la discusión como hacían los sofistas griegos de la antigüedad; sino con la disposición a hablar de uno mismo (nunca juzgar porque automáticamente la otra persona se va a poner a la defensiva) y, principalmente, a escuchar profundamente, como te comenté en la columna anterior. Esto es, que realmente tienes interés en escuchar lo que la otra persona tiene para decir y estás dispuesto a cambiar tu opinión si es necesario.
No quieres tener razón ni vas con ningún discurso preparado; te abres al misterio de la construcción de una relación. Te importa realmente comprender los pensamientos e ideas del otro. No juzgas ni mides, no comparas con ideas, creencias a las que estás adherido y que te dan seguridad.
Algunos tips que te pueden servir
- Piensa la razón por la que quieres tener esa conversación (esto es lo que te estás perdiendo de experimentar; imagina que lo has conseguido, esto te motivará y dará fuerzas para hacerlo).
- Aprende a distinguir entre un hecho, tu opinión acerca de ese hecho y lo que sientes al respecto.
- Piensa para qué quieres tener esa conversación (si es para tener razón, déjame decirte que antes de empezar ya has perdido; si es para estar en paz, estás por buen camino).
- Y lo fundamental: prepárate para la conversación, no sólo qué vas a decir, sino cómo lo vas a decir. Recuerda que sólo el 7% de lo que comunicas tiene que ver con el contenido, todo lo demás es no verbal: corporalidad, gestualidad y tono de voz.
Espero que te sirvan estas recomendaciones. ¡Nos vemos la próxima semana! Y si querés saber más sobre coaching, ingresá a nuestra cuenta de Instagram @coachingpsicologicointegral para enterarte de todo lo que tenés que saber sobre nuestra academia.
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