La afirmación de que el tiempo es relativo es un lugar común, pero a la vez nos sitúa en la inmanencia de la temporalidad, en el sentido de que todo es ahora, o como dijo Cerati “siempre es hoy”. Así, atemporal, es David Bowie que murió hoy, pero hace cinco años atrás, justo tres días después de su cumpleaños.
En este sentido se puede afirmar que Bowie siempre está: es de esos artistas -como Freddy Mercury o John Lennon- que permanecen vivos más allá de su paso por la Tierra, porque su legado es perpetuo.
Tan consciente fue el propio Bowie de esto, que tres días antes de morir nos dejó su último regalo: “Blackstar”, su vigésimo quinto álbum que en la tapa tiene una estrella negra, que si se pone a la luz del sol se transforma en un campo de estrellas brillantes, y si se pone bajo rayos UV, se ilumina como si fuera una galaxia con estrellas de color azul.
En aquel momento, enero de 2016, el disco, que llegó a vender 146.000 copias en su primera semana en el Reino Unido y más de 181.000 en los Estados Unidos, alcanzó el primer puesto en la lista de descargas de iTunes en 25 países, y se convirtió en el primer álbum de Bowie en llegar a la primera posición de la lista estadounidense Billboard.
En otro caso podría pensarse que el boom de ventas se debió a ansiedad -y un poco de morbo- de sus seguidores por tener el último trabajo del artista. Pero tratándose de Bowie, el Duque Blanco, no caben dudas de que se trataba de uno de sus más exquisitos trabajos discográficos, un diamante negro que no se podía dejar pasar.
Más de cuatro décadas sostenidas de fama, buen gusto, algo de frialdad y misterio fueron el sello que impuso a su estilo musical y personal. En 1972, publicó su quinto álbum de estudio “The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars”, un disco lleno de letras misteriosas acompañadas por su imagen, bella y ambigua.
Muchas de sus canciones se convirtieron no sólo en el éxito musical del momento, sino en clásicos y, más tarde, en temas de culto: “Let’s Dance”, “Heroes”, “Under Pressure”, “Rebel, Rebel”, “Life on Mars”, “Suffragette City” o “Space Oddity” fueron aclamados tanto por sus seguidores como por la crítica especializada.
Pero Bowie no solo era músico y compositor. También tenía una vocación artística tan variada como ecléctica, que lo llevó a incursionar en el diseño y la escritura, y a alternar la música con el cine.
Ya en 1986, “Laberinto”, de Jim Henson, película donde compartió protagónico con Jennifer Connelly, se convirtió en una de las películas de referencia para los adolescentes de aquel momento. Pero además, participó también en el cuestionado filme “La última tentación de Cristo” (1988) de Martin Scorsese, donde interpretaba a Poncio Pilatos y Willem Dafoe de Jesucristo. También lo vimos en “El ansia” y “El truco final”, entre otras.
Días atrás, precisamente el jueves 7, un grupo de artistas (entre músicos y actores) realizaron un espectáculo por streaming para recordar el que hubiera sido su cumpleaños número 74. Mike Gerson, pianista de su banda y amigo de Bowie, convocó a figuras como Trent Reznor, Billy Corgan, Perry Farrell, Adam Lambert y Duran Duran, al actor Gary Oldman, a la cantante Macy Gray, al vocalista de The Cult Ian Astbury, al corista de The Rolling Stones Bernard Fowler y una superbanda integrada por Corey Taylor, de Slipknot; Taylor Hawkins, de Foo Fighters; y Dave Navarro y Chris Chaney, de Jane´s Addiction -entre otros-, en el espectáculo “Just for one day”, realizado en the Rolling Live Studios, y transmitido por la plataforma de la misma web. La recaudación fue destinada a la fundación Save The Children.
Fue justamente Mike Gerson quien aseguró que compartía una “conexión telepática” con la estrella británica. El músico de 75 años, que trabajó con Bowie durante más de tres décadas, afirmó que cuando sufrió un ataque al corazón en un show de Hamburgo, Alemania, en 2004, pudo “sentir” su dolor.
En una entrevista con el diario Daily Express, Garson contó: “Cuando tocaba con David, mis dedos estaban conectados telepáticamente como si fueran una cuerda a su corazón. Sentí dolor en mis manos y simplemente no podía acompañar a David correctamente. Levanté la vista y lo vi apretarse el pecho. Pensé: ‘Estamos en problemas’. Gracias a Dios que llevaron a David al hospital, porque podría haber muerto esa noche”, destalló.
Una de las historias con más repercusión pero a la vez menos conocidas -porque durante décadas los implicados optaron por el silencio- fue su relación de amistad y pelea irreversible con Morrissey.
Según publicó el portal Tiempo Argentino, el lanzamiento de “Cosmic Dancer”, el nuevo single del ex The Smiths, dejó por primera vez testimonio oficial de una mítica performance junto a Bowie en 1991.
El mundo de la música no contaba con registros oficiales de David Bowie y Morrissey hasta el momento, excepto en copias piratas de pésima calidad. “Cosmic Dancer” ya puede apreciarse en plataformas digitales y en video pero también tendrá su versión física a la venta el próximo 19 de febrero. El track es una versión en vivo grabada en el Inglewood Forum de la ciudad de Los Ángeles el 6 de febrero de 1991.
La relación entre ambos músicos comenzó a finales de los ’80 cuando Morrissey se enteró por medio de la prensa que a Bowie le gustaban mucho sus canciones junto a The Smiths. Luego de conocerse, ambos se invitaron mutuamente a sus conciertos y mantuvieron una gran relación.
Pero todo comenzó a venirse abajo cuando en 1995 ambos salieron de gira, lógicamente con Bowie como acto central y el otro como acto apertura. Por esos días pudo saberse que Morrissey no ocultaba su malestar al ser anunciado en los afiches del tour de una manera simple, y mucho menos como un invitado estelar, algo que el ex The Smiths consideró como una seria falta de respeto.
En muchas grabaciones de audio de aquellos días se puede escuchar a Morrissey dirigirse al público diciéndoles: “hola, somos el grupo soporte”, dejando en claro su malestar por el trato que recibía su figura durante el tour.
Fue durante esos días que Bowie comenzó a aparecer imprevistamente en el set de Morrissey, retirando a sus músicos para quedar en el escenario junto a él. Si bien la idea del primero era que los dos interpretasen una canción juntos, casi al final del show, lo cierto es que al ex The Smiths no le gustaba la idea. Y tanto fue así que terminó por desaparecer junto a su banda por el resto de la gira, algo que a Bowie no le gustó en absoluto.
Un año más tarde y cuando le preguntaron por qué había abandonado el tour junto a Bowie, Morrissey fue más que contundente, afirmando que “él no es el artista de antes. Ahora le da a la gente lo que él considera que está bien, pero la gente se la pasa bostezando abajo del escenario. Creo que ya no es relevante y en el pasado sólo lo fue por accidente”, sentenció.
Con semejante opinión de uno sobre el otro, los músicos no volvieron a hablarse. En algún momento durante 2013 fue Morrissey quien solicitó permiso para publicar un single cuya tapa llevase una foto suya junto a David Bowie, algo que a este último no le gustó, al punto de negar su permiso por intermedio de su sello discográfico.
Más allá de las idas y vueltas entre ambos, Bowie jamás emitió opinión sobre los hechos (referidos a la gira de 1995) y dichos de Morrissey ante la prensa. Hoy la edición de este nuevo single que rescata una gran performance de 1991 parece finalmente cerrar heridas entre dos íconos del mundo del pop.
El Duque Blanco o el Mago -entre varios apodos que se le atribuyen-, figura desde 2002 en la lista de los 100 británicos más importantes de la historia y en 2004 la revista Rolling Stone lo situó también entre los cien artistas más importantes de todos los tiempos. La inmanencia temporal de Bowie trasciende toda escala y sobrevuela para siempre, como la estrella negra de su último disco.