Fernando Samalea, su fiel baterista durante años, lo definió como “nuestro héroe nacional”. Y no la erró: Charly García está a la par de Carlos Gardel, de Mercedes Sosa, de Diego Armando Maradona. Ese olimpo de personas que han cambiado nuestras vidas.
El rock de nuestras vidas
Ahora que cumple 70 años, toda la Argentina vuelve a recordar que su música nos viene acompañando los últimos 50; y, lo que es más valioso que eso sin dudas, viene vibrando con los vaivenes de nuestra historia: hablando de nuestros sentires, de nuestros pesares, de nuestras (escasas) felicidades y muchas preocupaciones.
Desde los años asfixiantes de Onganía, aún palpables en “Canción para mi muerte” (1972), pasando por el Proceso y el albor de la Democracia, hasta la humanidad de “Chipi Chipi”, un himno contra el neoliberalismo.
Y más acá también: ¿Alguien puede negar que su disco “Random” tiene como trasfondos la era digital y la posverdad? Charly es alguien que ha decodificado nuestra historia para después plasmarla en (al menos) 30 discos en estudio.
Allí están “Aprendizaje”, “Películas”, “Peperina”, “No llores por mí, Argentina”, “Los Dinosaurios”, “No bombardeen Buenos Aires”, “No me dejan salir”, “Demoliendo hoteles”, “No voy en tren” y “Filosofía barata y zapatos de goma”, entre decenas y decenas. Canciones que nos han dicho quiénes somos.
Hasta su (por entonces polémica) versión del “Himno Nacional Argentino” puede escucharse en contexto: en 1990, mientras todos lamentaban la hiperinflación que había destruido los bolsillos y una Democracia que no iba a solucionar, ya se sabía, todos nuestros problemas, él nos dio una muestra de esperanza y patriotismo.
Un sobreviviente
Charly es un genio musical, pero también es agudo, es perceptivo y certero. “Soy zurdo, tengo la mitad del bigote blanco, tengo oído absoluto, me tiro de diez pisos y no me hago nada. Soy un freak”, se definió recientemente cuando Nat Geo le dedicó un capítulo de la serie “Bios”.
Es efectivamente todas estas cosas, pero también es muchas otras más. El peligro, siempre con los ídolos, es ver demasiado sus luces y no sus sombras. Pero él rompe las reglas, al mejor estilo de los dioses “argentos”, como Maradona: pese a las contradicciones, pese a ser un cuestionado, un outsider de las normas, un delirante que estuvo al filo de la autodestrucción, nos sigue pareciendo ese “héroe nacional” de Samalea.
Lo explicó con altura la periodista Gloria Guerrero a Télam: “Para mí, Charly no es un rockstar porque se tiró de un noveno piso, se bajó los pantalones o rompió un hotel”, aseguró. “Me queda corto que se diga que alguien es un rockstar porque es delirante y excéntrico, porque si no cualquiera puede serlo. Charly es un rockstar porque es un sobreviviente, un burlador, una persona tremendamente inteligente, porque tiene una antena que baja lo que tiene que bajar”.
“Charly es un espejo de este pueblo, exuda talento. Es el que entiende, el que hace, y es uno de los tres mejores músicos del país, de Latinoamérica y, si querés, del mundo. Por estas cosas califica como rockstar, no por cuántas locuras hace”, reflexionó.
“Charly puede hacer lo que quiera porque tiene con qué. Eso es ser una estrella de rock. Sus excentricidades pasan por al lado cuando uno escucha su música. Eso no es lo importante. Lo valioso es cómo sobrevivió, cómo burló a los hijos de puta, el coraje que tuvo y la antena que tiene para ser un espejo de la gente. Es una estrella porque brilla”, cerró.
El calificativo de burlador y de sobreviviente se refiere, todos sabemos, a la Dictadura del 76′. Su feroz inteligencia le permitió componer bellas y tristes gemas como “Canción de Alicia en el país”, “Las increíbles aventuras del Señor Tijeras” (dedicada a la censura generalizada), “Botas locas” (sobre el Ejército) o “Juan Represión”.
Un genio prematuro
Nacido el 23 de octubre de 1951 en una cuna de buen pasar de Caballito, Carlos Alberto García Moreno tuvo una relación con la música desde muy niño.
A él le gusta contar que tiene oído absoluto: es decir, que puede sentir las vibraciones del mundo que lo rodea e intuir qué frecuencia tienen y, por ende, saber qué nota musical es. Algo así como vivir en una música interminable. Pero lo cierto es que, al margen de esa genialidad biológica, con cuatro años ya había empezado a adquirir sus conocimientos musicales.
Poco después, al estilo de otros pianistas prematuros como Martha Argerich o Bruno Gelber, repartía sonatas de Mozart y polonesas de Chopin entre sus familiares y amigos. Parecía estar predestinado.
Hasta que conoció a Los Beatles. Él quería componer como ellos, con esa versatilidad y esa juventud irreverente de cada acorde. Y aunque Charly probaría de todo, desde el rock progresivo al tango, el cuarteto de Liverpool quedó en su ADN.
Lo que siguió después de Sui Generis, esa aventura junto a Nito Mestre, un compañero de secundaria, lo sabemos todos. Ha compuesto compulsivamente y ha vivido de forma mucho más intensa, ya sea en el aire como en la tierra.
En otras voces
Fernando Samalea, baterista y bandoneonista de la banda de Charly.
“Charly es nuestro héroe nacional. Charly es nuestra parte del corazón cultural del rock y nos ha dado muchísimas alegrías a todos y todas. Pienso, por ejemplo, en ‘Cinema Verité’, su canción de Serú Girán que tocó mis fibras de adolescente, así con esa cosa de ‘yo nací para mirar’ que tanto me gustaba y me sigue gustando con la ilusión intacta”.
María Rosa Yorio, cantante y ex pareja de Charly.
“Charly abrió muchas puertas para este país: una gran puerta de libertad, una gran puerta de poesía, de música hermosa. Para mí es el que abre puertas”.
Pedro Aznar, eterno compañero de ruta de Charly.
“Él es uno de esos contados artistas que dividen la historia en un antes y un después. Charly supo darle a la canción de rock una hondura poética, una belleza melódica y un alcance popular como pocas veces había ocurrido en nuestro idioma. Es un padre que inspiró a centenares de hijos pródigos”.