Los que aún no se han asomado a la lectura de los relatos que contiene “Misteriosa Buenos Aires”, que Manuel Mujica Lainez escribió en 1950, han de saber que la percepción, la imaginación y la sensación vívida de las situaciones que describe en ellos son poderosas e inolvidables.
Repasar esta obra, ya clásica de nuestra literatura argentina, explica el por qué de ese podio que solo algunos libros de ficción ocupan en nuestro panorama editorial.
El relato que abre esta colección se llama “El hambre”, y describe una escena que transcurre en 1536; tres décadas después de que Colón cambiase el rumbo de la historia occidental con su hallazgo.
Cuando Pedro de Mendoza y sus hombres se empeñron en la fundación de Buenos Aires. “Los españoles, apostados cautelosamente entre los troncos, ven al fulgor de las hogueras destrenzadas por la locura del viento, las sombras bailoteantes de los salvajes (...). En las treguas, los gemidos del Adelantado, que no abandona el lecho, añaden pavor a los conquistadores (...). Y cuando no son los gritos de los sitiadores ni los lamentos de Mendoza, ahí está el angustiado implorar de los que roe el hambre, y cuya queja crece a modo de marea, debajo de las otras voces, del golpear de las ráfagas, del tiroteo espaciado de los arcabuces, del crujir y derrumbarse de las construcciones ardientes”. Maravillosamente desolador, dantesco.
Tan poderoso ha sido este libro de Mujica Lainez que incluso llegó al cine de la mano de Alberto Fischerman, Oscar Barney Finn y Ricardo Wullicher y, para esta película de 1981, el propio escritor metió mano al guion.
Está protagonizada por un tándem de actores importantes: Aldo Barbero, Graciela Dufau, Patricio Contreras; entre otros y fue construida como una colección de tres episodios, cada uno con su director, basados en los cuentos “El salón dorado” (Barney Finn); “El hambre” que acabamos de citar (Fischerman) y “La pulsera de los cascabeles” (Wullicher).
En esta obra de Mujica Lainez navegan con fluidez y construcciones narrativas prodigiosas que cuelan del relato fantástico al realismo más impactante. Y cada paso entre sus páginas, en cuentos cronológicamente dispuestos desde ese momento fundacional hasta 1904 con “El salón dorado”, es una marca identitaria de nuestro camino como sociedad hacia el presente.
Así de magnético es este libro de “Manucho” -como le decían al escritor- que ahora Edhasa trae de nuevo al presente con el aporte de los grabados de la extraordinaria artista y grabadora argentina Aída Carballo.
Todas las obras de Carballo que se exponen en esta edición pertenecen a una colección privada, por lo que el valor es el de poder asomarnos a una obra plástica que nos está vedada en la materialidad.
En 2020, el 11 de septiembre, se cumplieron 110 años del nacimiento de este autor que ha sido injustamente olvidado en las últimas décadas, aún cuando ha sido uno de los grandes narradores argentinos del siglo XX. Esta edición de Edhasa viene a hacer justicia con este aristócrata porteño que tiene en su árbol genealógico parentescos con el mismísimo Juan de Garay; que transcurrió su niñez entre escritores y periodistas de su familia y que luego de estudiar abogacía un tiempo se dedicó a escribir cuentos, poemas, novelas, crónicas de viaje, ensayos y crítica artística.
Sus obras dialogan en tono epocal con nombres como los de Adolfo Bioy Casares, Victoria Ocampo, Jorge Luis Borges; y también con Alfonsina Storni o Arturo Capdevila.
”Misteriosa Buenos Aires” es la segunda publicación de cuentos de Manucho (antes fue “Aquí vivieron”). Pero también destacan novelas como “Los viajeros” o “Los ídolos”. Y, claro, “Bomarzo” (1962) su obra más importante y en la que conviven los mismos rasgos que esta colección de cuentos que hoy es noticia: la pasión por la historia y por lo fantástico.
Que esta edición de “Misteriosa Buenos Aires” llegue a nuestras manos hoy ilustrada por Aída Carballo no parece un capricho editorial sino una buena reunión de notables contemporáneos. Es que Aída nació también en Buenos Aires, seis años después que Mujica Lainez.
La artista hizo sus primeras armas en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón apadrinada nada menos que por el maestro Pío Collivadino. Sus viajes por Europa, en recorrida por talleres de grabado de Francia, España y Portugal forjaron ese estilo y técnica que la caracterizan y que, en este libro, se pueden apreciar acompañando a cada cuento.
Las 21 obras que ilustran los 42 cuentos del libro pertenecen a la serie de 1966 de acuarelas, dibujos y pinturas que hizo Aída, inspirada en algunos de los cuentos de la obra de Manuel; y a la que tituló “Misteriosa Buenos Aires” (hoy en manos de coleccionistas).
Celebrar, a través de una nueva edición, el talento de estos dos artistas inmensos que engendró nuestro país en el siglo XX, para permitirnos la proyección en este entrado ya XXI, es una buena manera de revisitar no solo la belleza que supimos construir sino la historia que nos narra, a cada paso, quiénes somos.
