Hay una premisa universal subliminal: la gente se lajea cuando te ve demasiado perfecto, en términos reales claro, sociales, de status, económicos, físicos, intelectuales y cualquiera que se te ocurra... Por qué se sienten menos... No se sienten a la altura, entonces se alejan y se van (ojo con lo demasiado perfecto... es un campo minado, una bomba de tiempo).
No está mal anhelar la perfección. Pero cuando tu vida está regulada por la aprobación ajena, dejame decirte una cosa: vas a ser un infeliz toda tu vida...
Esa perfección es falsa y abrumadora.
Prefiero partir de la premisa de que todos somos perfectos, en su totalidad. Lo que llaman imperfección, algunos, son la alegría o la inspiración de otros; sea bueno o malo, será un legado para muchos.
¡Has alarde de tus debilidades, de lo que te avergüenza! De lo que te da miedo... Grita al mundo que aunque tuviste miedo igual te animaste y lo hiciste. Toma beneficio de lo que puedas aprender, y diles a los que vienen detrás tuyo que aprendan de tus errores, y que tomen lo bueno que hiciste en tu vida y lo multipliquen en las suyas.
El miedo al fracaso, a la vergüenza, al error, al dolor le da pureza al humano, lo vuelve auténtico y real. Lo vuelve perfecto. Sin el miedo no serías un ser vivo siendo perfecto a cada instante.
Muchas cosas no harás por miedo, y está bien; y muchas otras sí. Serás valiente. Y te lanzarás al mundo desnudo. Y perfecto, gritando: imítenme a mí (vas a producir un efecto dominó grandioso, la gente prefiere seguir a un auténtico loco que a un perfecto falso).
Desde que llegamos al mundo nos estamos yendo. Son las reglas de la vida.
Te prometo que va a ser el mejor legado que dejes: tu maravillosa perfección.