A poco más de dos años del fallecimiento de Aretha Franklin, sigue tan viva como el primer día en que su voz resonó en Detroit. Hija del predicador Clarence LeVaughn Franklin y la cantante de góspel Bárbara Franklin, desde muy pequeña comenzó a presentarse junto a su padre. Su talento era innato, aprendió a tocar el piano sola y su voz era realmente impactante.
Con un dolor inmenso oculto en el pecho, la reina del soul sacaba todo de sí en cada vocalización. La pérdida temprana de su madre, sus dos embarazos adolescentes, la violencia de su primer marido y la de su padre, más la dificultad de abrirse paso en la música por su condición de mujer y negra... Una vida de sacrificios que la llevó a ser una de las más grandes figuras de la música.
Hace poco se dio a conocer un adelanto de la biopic de la Reina del Soul, que es dirigida por la debutante Liesl Tommy y está protagonizada por Jennifer Hudson.
Bajo el título de “Respect”, como el hit homónimo que la cantante convirtió en un himno feminista, la trama pondrá el foco en Franklin desde que era una niña, cuando cantaba en el coro de su iglesia, hasta alcanzar el estrellato internacional. El documental espera salir en los cines en agosto de este año.
Además, el biógrafo David Ritz, que colaboró con ella a finales de los 90′ en la escritura de “From these roots”, publicó “Aretha Franklin. Apología y martirologio de la Reina del Soul”, una biografía no autorizada que saca a la luz secretos de la artista, como sus heridas profundas, que sus allegados revelaron al autor.
Ritz buscó arduamente las respuesta a las preguntas sensibles sobre el abandono del hogar de su madre, su doble maternidad de adolescente, la violencia física a la que la sometió su primer marido, Ted White, los golpes de su padre a Clara Ward, su amiga y estrella del góspel.
Durante años investigó sobre la infancia de Aretha, la partida de su madre y la fantasía de ella y sus hermanos con viajar a verla. Este fue uno de sus métodos de defensa: inventar fantasías que la alejaran de una realidad cruel y solitaria.
Su padre era un pastor que se convirtió en uno de los líderes de la comunidad negra de Detroit. Y, pese a su servicio, no era un hombre de una sola mujer, sino siervo de todas las parroquianas de su iglesia, lo que fue el detonante de la separación con la madre de la cantante. Un hombre espiritual, un líder, un gran orador que llevó a Aretha a comenzar su camino en la música, con presentaciones en la parroquia. Transformó el dolor en arte y allí aprendió que llorar, gemir o desgarrarse no es indigno y nadie debe avergonzarse por ello.
Ray Charles y Billy Preston usaban la misma expresión para describir la escena góspel en los años 50: el circo del sexo. En un ambiente donde la promiscuidad y las orgías eran algo cotidiano, no fue extraño que la cantante terminara embarazada a tan temprana edad. “A nadie le gusta reconocer que a las ocho de la tarde estás alabando al Señor y una hora después estás dale que te pego”, dice Etta James, que compartió experiencia con ella y que asegura que ser hija de un predicador no era obstáculo para la promiscuidad.
Con 13 años tuvo a su primer bebé y con 15 años, Aretha quedó embarazada de nuevo. En la segunda mitad de los años 50, cuando Aretha ya había cumplido los 18 años, los afroamericanos empiezan a buscar el progreso social y los derechos civiles. Aretha conoce a Ted White, un personaje de la calle, con una mano en el “show business” y otra en los asuntos más turbios de la noche, ámbitos a menudo mezclados en la época.
Con 18 años y en plena rebeldía, Aretha quiere triunfar en el pop y, convencida de que su padre no logrará ayudarla, se entrega a White. Educó a la joven cantante como Ike hizo con Tina Turner, la sofisticó. Aunque, también como Ike Turner, hizo de la vida de su mujer un infierno. Cuando se liberó del contrato con Columbia y llegó a Atlantic, el mundo tembló con “I Never Loved a Man the Way I Love You”, el disco en el que Aretha no solo brilla como cantante sino que es autora de cuatro de las mejores canciones.
Aretha logró su corona, el sueño de triunfar en la música. Sin embargo, en la cima de su éxito, en 1967, atravesaba otro infierno doméstico. Aguantó la relación hasta un punto de no retorno. El proceso de divorcio la amargó. Bebía mucho y se mostraba hosca. Aun así siguió dejando testimonio de su realidad en “Lady Soul”, que se abre con la inolvidable “Chain of Fools”, que no escribió ella pero es como si fuera suya.
Su llegada al Salón de la Fama del Rock
Hoy, 3 de enero, se cumplen 34 años desde ese día histórico en el que Aretha llegó a ser la primera mujer incluida en el Salón de la Fama del Rock de Cleveland. Dedicado al recuerdo y memoria de los artistas más famosos e influyentes en la industria musical, ella abrió paso a otras mujeres, sin importar el color de piel.
Si bien no se dedicaba al rock, su voz y talento fueron suficientes para otorgarle un lugar en medio de todos esos artistas hombres que llenaban las salas del museo. Así se posicionó entre más de 30 hombres nombrados en el salón. Aunque no asistió a la ceremonia y lo hizo su hermana en lugar de ella, logró ingresar cuatro de sus canciones. En total, las mujeres ocupan menos del 20% de los artistas que se encuentran en este espacio.