Alejandro Santa María Conill: la misión social del escritor

En esta edición de “Cuestión de palabras”, nuestra especialista pone zoom en la obra de este autor mendocino, atravesada por una mirada comprometida.

Alejandro Santa María Conill: la misión social del escritor
Alejandro Santa María Conill, el escritor de "La Ciudad de Barro" (ilustración de Gabriel Fernández).

“La labor que espera a la novela argentina es infinita. Sin embargo, debe, por de pronto, retratar, mostrar a lo vivo las mil formas de esa nefanda manía fraudulenta, que ha invadido toda la vida colectiva y está destruyendo nuestro limpio sentido del bien y la justicia”. Alejandro Santa María Conill. “La novela, espejo y guía de la sociedad”

Alejando Santa María Conill (1892 – 1957) nació y murió en Mendoza. En la página preliminar a uno de sus libros, El nudo ciego, se lee la siguiente referencia: “Su infancia, la de tantos niños de provincia envejecidos de necesidad y olvido. Los estudios, los posibles en un pueblo sIn universidad y sin escuelas –para pobres”. Y agrega, refiriéndose al libro en cuestión: “autobiográfico en partes, pleno de recuerdos y nostalgias provincianas”.

Precisamente, la obra citada es el testimonio de un triste episodio infantil, vivido por un niño empleado en el Correo; si no cabalmente autobiográfico, cuanto menos habrá colaborado en su elaboración literaria la vivencia del propio autor, quien llegó a desempeñarse como Jefe del 8° Distrito de Correos y Telecomunicaciones de la Nación. Igualmente fruto de esta experiencia son dos libros de enseñanza “técnica y moral para los empleados de correos, intenciones, sin duda, de salvar también la distancia que hay entre el país y sus hombres”; son estos Enseñanza rápida y metódica de la telegrafía y radiotelegrafía (1926) y Formación moral e intelectual de los empleados de Correos y Telecomunicaciones. Además se desempeñó como secretario de la Intendencia y fue presidente del Centro de Jubilados y Pensionados.

En cuanto a su labor en el campo cultural, además de su producción novelística, debemos recordar que integró el directorio de la Asociación de Artes y Letras junto a Ricardo Tudela, Fidel de Lucía, Lahir Estrella, Pablo Vera Sales, Juan Draghi Lucero y Pedro Corvetto. El 19 de enero de 1935 se publicó la declaración de principios de esta sociedad que agrupaba a escritores y artistas plásticos; en ella se manifestaba una finalidad cultural a la vez que gremial: defender los derechos de la propiedad literaria y artística y orientar las actividades culturales hacia una comprensión del espíritu de la región.

Finalmente, se debe mencionar su actividad periodística: las páginas dominicales del diario Los Andes lo contaron entre sus colaboradores, como así también el periódico La Libertad y otras revistas de la época; algunos de estos artículos aparecieron firmados con el seudónimo “Alex”.

En cuanto a su obra novelística, la primera prueba de su talento la dio El vuelo sumiso (1927), escrita –al decir de Arturo Roig- según cánones naturalistas. Al respecto cabe señalar –de paso-la relación que el propio Roig establece entre esta forma de novelar y el “regionalismo literario” que toma cuerpo por entonces en nuestra provincia, en un intento por descubrir su paisaje natural y humano.

El vuelo sumiso fue presentada –inédita aún- al concurso literario organizado por la Municipalidad de Mendoza en 1929. Al no concretarse en año señalado, se lo volvió a convocar en 1933. El jurado, presidido por el Intendente Municipal don Francisco Moyano, e integrado por Alfredo Bufano, Juan Ramón Guevara, Ricardo Tudela y Edmundo Correas, otorgó una mención especial a Santa María Conill. La novela fue editada al año siguiente y recibida auspiciosamente por la crítica.

Su segundo libro, La ciudad de barro (1941), fue la confirmación de su talento y obtuvo el Premio Regional de Literatura en la región Cuyo, otorgado por la Comisión Nacional de Cultura en 1941. Ese mismo año recibió una mención especial en el concurso a la mejor obra realizado en Buenos Aires por P.E.N. Club, en virtud de seguir en orden de mérito al libro elegido para el único premio instituido.

En 1953 Santa María Conill editó Flechas de papel (Prosa festiva); dos años después de su muerte un grupo de amigos publicó El vuelo sumiso, fragmento de una novela inédita. También inéditas permanecen las siguientes obras: Motivos de la ciudad (notas) y La bestia hermosa, novela policial.

Esta actividad literaria se inició por la década del 20, a través de activa colaboración en la prensa local; también su primera novela, El vuelo sumiso, fue escrita por entonces. Todo ello nos permite ubicarlo sin dudas en la denominada “Generación de 1925”, caracterizada por una notoria “voluntad de región” (Roig, 1966). Igualmente incluimos en el marco de esta promoción literaria su obra más destacada, La ciudad de barro, a pesar de haber sido publicada en 1941. Ese “nacionalismo literario” que impulsó a volver los ojos al terruño y a las tradiciones locales tomó distintos cauces, y uno de ellos fue la narrativa de intención social en íntima conexión con la realidad de una provincia en proceso de transformación político-social y, consecuentemente, cultural. Este marco contextual conflictivo e incitante nos permite comprender el imperativo que acucia la escritura de Santa María Conill con ímpetus de reforma social.

En el plano estrictamente literario, la novelística social de los escritores del 25 tiene como antecedente la obra de prosistas de la Generación del 10, que intentan describir estéticamente el clima social de Mendoza a través de moldes naturalistas. En el caso de Santa María Conill, la teorización estética acompaña la creación literaria, tal como se pone de manifiesto en un artículo publicado en el N° 1 de la revista Égloga. La orientación que el autor da a sus reflexiones es visible ya desde el título: “La novela, espejo y guía de la sociedad”. Así, no se abordarán cuestiones de estricta técnica literaria; antes bien, Santa María Conill, fiel a esa preocupación didáctica que parece ser la base de toda su obra, aborda el tema desde el ángulo del sentido y finalidad (moralizantes, de mejoramiento social) que él asigna a la novela, particularmente la argentina. Para llegar a esta conclusión, el escritor ha hecho –por una parte- examen de la conciencia argentina en orden a determinar sus principales defectos: “La crisis del carácter y el culto de éxito” más el afán de dinero “para vivir bien, brillar, darle gusto al cuerpo, gozar”, lo que nos hace también, a menudo “fraudulentos”.

Por otra parte, ha escudriñado nuestro autor en la esencia de la novela moderna para descubrir aquellos elementos que la habilitan para tan alta misión social como la que le asigna: la preferencia por “la humilde realidad de nuestra existencia”, “los modestos hechos de la vida cotidiana”, por sobre cualquier elemento fantástico o irreal. Finalmente realiza un deslinde entre “lo social” y “lo costumbrista”, en tanto lo segundo es simple pintura, mientras que lo primero es “la lucha incesante y sin tregua que el hombre civilizado mantiene […] con la sociedad. Y esa brega inevitable no pude ser confundida con la costumbre”.

Ese estado de beligerancia sería, pues, el tema último de la novela, y la observación y el análisis, de corte sociológico, el camino elegido para plasmarlo.

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