Se estreno en 1971, aunque en Argentina recién pudo visualizarse en 1985 tras haber sido censurada por más de una década. La naranja mecánica es una de las producciones más emblemáticas, y a la vez polémicas, del cine de Stanley Kubrick. Posiblemente, haya sido uno de los trabajos con los que se declaró un director de culto entre sus pares.
Tal es la potencia de este acontecimiento que la 66° Edición de la Semana Internacion de Cine de Valladolid – Seminci 2021 ha anunciado que va a realizar un homenaje conmemorativo y proyectará nuevamente la película en el mismo lugar dónde tuvo su primera proyección pública en España.
Este drama psicológico ha generado amores y odios alrededor del mundo por medio siglo, considerándose una de las grandes obras maestras de Kubrick. La naranja mecánica propone una polémica e incómoda reflexión sobre la violencia humana y sobre el entorno social que la genera. Su esencia permanece en el cine de culto y por años, ha sido objeto de investigación para cineastas y críticos.
El contexto del libro
Los años 50 fueron el inicio de distintas subculturas juveniles. Con sus propias reglas, códigos y tendencias, estos grupos pujaban por ocupar los distintos espacios de reconocimiento, por lo que los enfrentamientos entre ellas no demoraron mucho en pasar del dicho al hecho.
Anthony Burgess era un profesor de literatura de 45 años ya tenía media docena de libros publicados cuando vio en su época la clave para un nuevo libro. La naranja mecánica se publicó en 1962 y fue en ella donde Burgess encontró la manera de reflejar lo que, en ese momento, ocurría en Gran Bretaña.
Apuntando a un futuro cercano, siendo esta novela sucesora a éxitos como 1984 de George Orwell o Un mundo feliz de Aldous Huxley, el mundo propuesto por el escritor es un mundo violento, de alienación y psicosis colectivas.
Un mundo donde el joven Alex DeLarge y sus amigos pasan sus días y noches cometiendo todo tipo de actos violentos y delictivos, destinados principalmente a alimentar su diversión. Las agresiones físicas y sexuales contra terceros, la adicción a las drogas y los actos más salvajes de vandalismo se combinan con la música clásica de Mozart, Bach y Beethoven.
En ese futuro próximo, aunque atrozmente familiar donde se reflejan ciertos aspectos de la sociedad de ese momento, la descomposición del tejido social está pautada por códigos generacionales.
Alex de apenas 15 años se dedica junto a sus amigos a agredir a personas mayores y hablan una jerga privada que les permite diferenciarse de una sociedad a la que sólo ven como un centro de depósito de su actitud violenta.
Anticipándose al surgimiento de los grupos más violentos del siglo XX, La naranja mecánica se adelantó al nacimiento de los skinheads, y la triste transición hacia el “hooliganismo” que, en los 70, haría estragos en los estadios de fútbol ingleses.
La mirada de Kubrick
Stanley Kubrick encontró la novela en el verano de 1969, fue el comienzo de una obra de arte. El director venía de impresionar al mundo con “2001: una odisea del espacio” y esta sería la frutilla del postre.
En 1970 se puso en contacto con Malcolm McDowell quien interpretaría a Alex. Fue apenas dio el sí que comenzó el trabajo de ambos en cuanto a personificación y escenario de la película.
Las personalidades de ambos influyeron por momentos de manera negativa en el rodaje, la obsesión por la perfección de Kubrick y el desenfreno actoral de McDowell generaría tensión, aunque nada que no pudiera solucionarse.
La obsesión por los detalles y la perfección llevo a Kubrick a dedicar un profundo estudio sobre terapias de aversión, psicología conductiva y reflejos condicionados. Buena parte de la trama de la novela y la película giraba en torno al Tratamiento Ludovico, con el que las autoridades tratan de “rehabilitar” a Alex cuando éste cae en manos de la justicia luego de asesinar en un robo a una mujer adinerada.
Una de las principales características de la obra de Kubrick se relaciona con la banda sonora. Y es que la música clásica en los momentos más agresivos y las mutilaciones, convierte las escenas violentas en movimientos orquestados. Rossini, Mozart, Bach y Beethoven acompañan a nuestro protagonista.
La ambición de Kubrick era volver su película un espectáculo audiovisual geométrico y apabullante, algo que entendía como “una sátira social, un cuento de hadas sobre la justicia y el castigo, y un mito psicológico”.
“Quería que la violencia se convirtiera en una danza”, declararía Kubrick, convencido de que la interacción entre música, movimiento y montaje produciría fuertes emociones. Y cuánta razón tenía.
La censura en Argentina
La naranja mecánica se estrenó el 20 de diciembre de 1971 en Nueva York. En la Argentina, bajo la dictadura de Lanusse, fue censurada por el Ente de Calificación Cinematográfica. El estreno nacional fue casi catorce años después en julio de 1985, durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
Pero en aquel 1971, en los Estados Unidos, las críticas fueron divididas. Vincent Canby, del New York Times, elogió la perfección técnica del film, y el crítico de arte Robert Hughes escribió en la revista Time que la película ofrecía una “escalofriante predicción sobre las funciones futuras de los instrumentos culturales”, que quedarían, según él, inexorablemente ligados a la alienación psicológica de las masas y la desconexión con la vida.
El propio Burgess tuvo una relación ambivalente con la película. A poco del estreno, alabó la labor de Kubrick, pero con el correr de los años fue desencantándose y acusando al director de haberlo dejado solo cuando la película –y, por lo tanto, la novela– fueron acusadas de ser la causa de la ola de violencia juvenil que comenzó a azotar a Inglaterra luego del estreno.
Aunque, a decir verdad, lo que más había molestado a Burgess era que el realizador hubiera decidido adaptar la versión norteamericana de su novela, en la que los editores habían suprimido el capítulo final donde Alex era redimido y reencauzado socialmente.
En fin, a cincuenta años del estreno de La naranja mecánica, la obra maestra de Kubrick continúa sembrando odios y amores a lo largo y ancho del planeta, lo que sea como sea, lo lleva a convertirse en una leyenda.