Sin dudas y aunque pasen los años, Madonna será la reina del pop hasta el día en que anuncie su retiro definitivo de la música. Es una artista que ha sabido darle al mundo aquello que le faltaba, lo que nadie se atrevió a hacer o decir.
Hoy por hoy, se ha convertido en algo popular llevar adelante un documental donde los artistas abren la parte más oscura de sus carreras, cuentan sus secretos mejores guardados y dan espacio a que el público entre en sus vidas. Aunque Madonna lo hizo hace 3 décadas atrás.
El Blonde Ambition Tour, su tercera gira profesional en la que presentaba Like a Prayer, incluía 57 conciertos en tres continentes. La apuesta escénica era ambiciosa, un elenco inmenso de bailarines y su icónico vestuario de Jean Paul Gaultier. Nueva York, Los Ángeles, París, Roma, Londres, Tokio: las grandes ciudades del mundo verían a Madonna en acción.
El video de la canción que daba título a su más reciente disco había provocado una revolución. Blasfema, hereje, insultante, los calificativos de parte del mundo eran interminables. En el video hay iglesias, besos a la figura de un santo negro, cruces ardientes del KKK, alusiones sexuales y varias imágenes desafiantes más. La condena del Vaticano fue tan inmediata como la fuga de Pepsi, quien pagó 5 millones de dólares por ser el sponsor principal, aunque después decidió retirar su marca.
En ese contexto, comenzó su gira y su documental. En principio, se propuso documentar la gira como un proyecto extra para generar mayor ganancia del tour. David Fincher iba a ser el director, aunque días antes de que iniciara la gira anunció que se bajaba del proyecto.
Madonna había visto la tesis de graduación de Harvard de Alek Keshishian, un joven director de 25 años, en la que hacía una osada adaptación en el formato de ópera pop de Cumbres Borrascosas. Lo llamó y hablaron por más de cinco horas.
Al otro día, Alek tenía un boleto a Tokio entre sus manos que le daba el sí a convertirse en el director del documental más emblemático y escandaloso de la historia.
En principio, se trataría de un documental que retrataría la gira de la cantante. Aunque el proyecto creció, y sus dos horas de duración contienen escenas públicas e íntimas a partes iguales. Keshishian llegó a Japón con sus cámaras. Se dedicó a grabar en los camarines y a registrar a los que estaban alrededor de la diva. Registró la intimidad de lo que fue la gira de Madonna.
Keshishian pidió ver a Madonna a solas y tras varios intentos fallidos, finalmente pudo estar a solas con ella. En ese lapso le mostró lo que había filmado. Ambos acordaron que ese material era único. Tenían la gran oportunidad de mostrar el backstage de una gira inmensa, de la vida de una estrella pop, como nunca antes había sido hecho. Y de contar buenas historias.
Muchos no coincidían con la forma en que Madonna y Keshishian querían llevar adelante el documental, considerándolo un suicidio, exponiendo demasiado de su intimidad. Pero Madonna se mantuvo firme y para evitar intromisiones, lo financió con su propio dinero. La inversión fue de 4 millones de dólares.
El metraje anticipa muchas de las tendencias que se dieron posteriormente en la cultura pop. Hoy por hoy es habitual ver las escenas más cotidianas de las estrellas, hasta ellos mismos deciden mostrar su intimidad al mundo, pero en aquella época fue completamente rompedor ver a una artista de este calibre charlando con sus bailarines como si fueran una familia.
En “A la cama con Madonna”, título que adquirió por las entrevistas realizadas a los bailarines mientras estaban acostados en sus respectivas camas tras largas noches de festejo, se explora el uso del escándalo como herramienta promocional, algo que Madonna explotó al máximo durante los 80 y 90. Ella misma aparece desafiante ante la policía cuando esta valora si es lícito o no que aparezca simulando una masturbación en el escenario.
Claro está que la película no estuvo exenta de problemas. Se estrenó en mayo de 1991, y se proyectó con nocturnidad en el Festival de Cannes. Sin embargo, poco después Madonna y la productora fueron demandados por los bailarines de la gira, después de que esta se negara a eliminar una escena comprometedora.
Llegó a estrenarse en más de 600 cines, y se convirtió en el documental más taquillero de la época. Desde su modo de vida a la más clara diversidad sexual de sus bailarines o sus juegos más explícitos, todo fue un escándalo.