Veinte años después, los atentados del 11 de septiembre de 2001 siguen conmoviendo. Muchos, incluso, siguen buscando respuestas a esas horas que cambiaron el destino no solo de Estados Unidos, sino del mundo entero.
El cine, como siempre, ha sido uno de los lugares privilegiados donde se han tejido versiones, explicaciones y reflexiones sobre esa inolvidable mañana, cuya tragedia comenzó a las 8.46, cuando un vuelo de American Airlines impactó en la torre norte del World Trade Center de Manhattan. Poco después, impactaría un vuelo de United en la torre sur, lo que terminaría en el desplome de ambas. Por otra parte, un vuelo se estrellaba en el Pentágono y otro más (quizás con destino a la Casa Blanca o el Capitolio) caía en Pensilvania, después de que los pasajeros intentaran retomar el control del vuelo.
En estas dos décadas han sido innumerables las versiones de estos hechos que ha ofrecido el cine: ha habido documentales contados con la mayor fineza periodística, pero también con la más cuestionable conspiranoia; ha habido ficciones ambientadas en el interior de esos edificios antes de caer, como también otras dentro de sus hierros retorcidos; algunas basadas en hechos reales, otras inventadas; ocurridas esa misma mañana o mucho tiempo después, aunque originadas allí; y también otras focalizadas desde curiosos, y a veces poéticos, puntos de vista.
Las historias que pueden desprenderse de aquellos tres mil muertos y más de 25 mil heridos son infinitas. Y las últimas las ha estrenado Netflix, alentado por este triste aniversario.
Una es “¿Cuánto vale la vida?” (o “Worth” en su título original), una película dirigida por Sara Colangelo y basada en hechos reales, que tienen al abogado Kenneth Feinberg (Michael Keaton) como principal protagonista.
Él, principal responsable de un renombrado bufete y también docente universitario, se especializa en casos donde tiene que haber algún tipo de compensación económica por una muerte. Aunque es exitoso en casos individuales, acepta un enorme e ingrato desafío: el de negociar con las familias de los 2996 fallecidos. Es tan áspera y difícil la tarea que ningún otro abogado en territorio estadounidense quiso enfrentarla. Y hasta el propio presidente Bush lo llama para felicitarlo y darle coraje.
El Gobierno de Estados Unidos quiere negociar con todos de forma unánime, puesto que enfrentar millonarios juicios particulares podría quebrar el Tesoro y desestabilizar la economía del país. Pero para evitarlo, deberá contar con una única fórmula que determine, según el caso, cuántos dólares habría que pagarle a las familias de los fallecidos. Es decir: cuánto vale cada vida. Y después de idear la fórmula, Feinberg deberá convencer a la gran mayoría de que la acepten.
La película plantea dilemas morales, ya que según sus variables la vida de los ejecutivos de las multinacionales valen varios millones más que las de un lavaplatos. Y mientras algunos aceptan cualquier tipo de compensación casi sin cuestionarla, como los inmigrantes ilegales, los abogados de los ricos quieren mucho más que los números que salen de la fórmula de Feinberg.
Y a esa complicación inicial se sumarán otras, como el caso de una pareja homosexual que estaba a punto de concretar una unión civil pero que, al fallecer uno en los atentados, deja al otro en el total desamparo. Y también el caso de tener que negociar con la mujer y la amante de un bombero fallecido.
Pero es el personaje de Charles Wolfe (Stanley Tucci), un abogado quien perdió a su esposa, el que se convierte en su principal antagonista. Es el referente de las familias que no apoyan el “trato” que propone el Gobierno y, en las sucesivas charlas que tiene con Feinberg, lo ayuda a sacarlo de su lugar de frío calculador y ver los contextos, las contradicciones de su fórmula y las circunstancias particulares que hay que atender.
Colangelo evita en un tema tan delicado los golpes bajos y los gestos vanos de patrioterismo, construyendo una historia sólida que se acerca con nobleza a una de las aristas más desconocidas y polémicas del 11-S. Keaton y Tucci están como siempre a la altura de sus personajes.
También en Netflix se ha estrenado recientemente “Punto de inflexión: el 11S y la lucha contra el terrorismo”, una docuserie de cinco episodios de una hora. Es uno de los documentales más completos que se han hecho hasta ahora de esos sucesos, porque no solo se centra detalladamente en lo que pasó esa mañana, sino que despliega el mapa geopolítico hacia el pasado y hacia el futuro.
Brian Knappenberger, el productor y director, presenta de forma muy precisa y ordenada su enorme material, que va desde los diálogos entre los aviones y las torres de control hasta el testimonio de los sobrevivientes. Evita tomar partido e incluso el discurso maniqueo de los buenos y los malos. Para ello se toma el trabajo de contar no solo lo que se vivía en Occidente, sino lo que sucedía en el mundo islámico.
Este documental amplía la comprensión de ese día y continúa el invalorable trabajo que ya hicieron, entre otros, “A la sombra de las Torres: el 11 de septiembre en Stuyvesant” (sobre cómo se vivió ese día desde la mirada de ocho adolescentes que estudiaban cerca de las Torres Gemelas, en HBO Max) y “Fahrenheit 9/11”, el recordado “docu-ensayo” del genial Michael Moore, un director crítico de la cultura estadounidense que tuvo con esta producción, disponible en YouTube, la Palma de Oro del Festival de Cannes.
En Netflix también hay un título inspirado en lo que sucedió en el vuelo 93 de United, que se estrelló en Pensilvania. “Vuelo 93” (2006, también disponible en Movistar Play y HBO Max) fue dirigida por Paul Greengrass y recrea lo que se vivió en el interior del avión una vez que los cuatro secuestradores lo asaltaron. El líder, Ziad Jarrah, tomó el control del vuelo y fue quien decidió estrellarlo cuando vio que los heroicos pasajeros le hicieron frente a los terroristas.
Oliver Stone aportó en 2006 otro punto de vista en “Las Torres Gemelas” (en Netflix), contando la historia basada en hechos reales de un grupo de bomberos que quedaron atrapados en las entrañas de las estructuras colapsadas. Protagonizado por Nicolas Cage y Michael Peña, el filme inocula muy bien en el espectador la angustia del paso del tiempo en esa situación de vida o muerte.
Pero es quizás “11′09”01 - September 11″, una producción con once cortometrajes de once minutos, la que refleja ese día desde ópticas más diversas e interesantes. Samira Makhmalbaf, Claude Lelouch, Youssef Chahine, Danis Tanovic, Idrisa Uedraogo, Ken Loach, Alejandro González Iñárritu, Amos Gitaï, Mira Nair, Shohei Imamura y Sean Penn crearon pequeñas joyas audiovisuales que permiten entender esa explosión de violencia en el corazón del capitalismo.
De todos los títulos, quizás sea el más difícil de encontrar, aunque algunos episodios pueden rastrearse en YouTube. Como el de Sean Penn, donde un veterano Ernest Borgnine interpreta a un anciano que vive desconsolado después de la muerte de su esposa y cuida una maceta de flores en su recuerdo. Lamentablemente, vive en un pequeño departamento enjaulado entre la oscuridad de los rascacielos newyorkinos. Algo que cambia la mañana del 11 de septiembre del 2001, cuando inesperadamente su ventana vuelve a recibir luz y su plantita a florecer.