Los mendocinos sabemos que el verano no sólo trae sol y calor, sino tambien tormentas en las que cae mucha agua en poco tiempo. Pero esta estación tuvo un número mayor de días consecutivos de lluvias intensas y varias jornadas en que la humedad superó el 40%. Como resultado, hubo daños en viviendas, canales de riego y cultivos, e incluso un alud arrasó con un puente en la ruta internacional. Es que las precipitaciones estuvieron 75% por encima de la media histórica.
Diego Araneo, investigador del Programa Regional de Meteorología (CCT-Conicet), detalló que durante la temporada cálida -entre octubre y marzo- se acumularon 299,1 milímetros. La cifra supera en 128,7 mm a las precipitaciones normales para esta época, si se compara con la media del período 1983-2014. De ahí que en la pasada primavera y en el verano llovió un 75% más de lo habitual.
Si bien las fluctuaciones periódicas y el cambio climático -los escenarios plantean que el calentamiento global va a provocar que en Mendoza nieve menos y llueva más- pueden explicar en parte estas anomalías, el principal responsable del aumento de las precipitaciones -resaltó Araneo- fue El Niño. Este fenómeno que se produce en el océano Pacífico se asocia a mayor cantidad de lluvias en el hemisferio sur y su efecto se hizo más evidente a partir del último trimestre de 2015.
Aunque se trata de un lapso diferente, las estadísticas del Servicio Meteorológico Nacional confirman que fue un verano más lluvioso. En la estación El Plumerillo (Las Heras) se han acumulado 249,5 milímetros en lo que va de 2016, cuando el promedio anual es de 220 mm. El meteorólogo Fernando Jara resaltó que aún resta sumar a estos valores las precipitaciones que se produzcan a partir de mediados de setiembre, cuando comienza la temporada de lluvias.
Mario Salomón, secretario de Gestión Hídrica del Departamento General de Irrigación, indicó que este verano no sólo precipitó más agua sino que varió la distribución en el tiempo. Es que, habitualmente, el 72% de las tormentas se originan entre noviembre y marzo, pero en la temporada 2015-2016 se concentraron entre diciembre y febrero.
Las intensas lluvias provocaron roturas en diversos canales de distribución de agua -que si bien son de riego también funcionan como desagües pluviales-, por lo que unas 15 mil hectáreas quedaron sin abastecimiento hasta que se repararon los cauces.
De todos modos -planteó Salomón- hay regantes que no utilizaron el turno porque tenían mucha humedad en sus fincas, al punto que en lugar de las habituales dos curaciones a la vid para evitar enfermedades como la peronospora o la botritis, esta temporada algunos tuvieron que realizar hasta ocho.
Inundaciones y granizo
En más de una ocasión, durante el verano que se fue, el SMN emitió alertas por fuertes tormentas, con abundante caída de agua en poco tiempo, ráfagas de viento y actividad eléctrica. En algunos puntos del Gran Mendoza se acumularon, en lapsos de apenas 12 horas, entre 30 y 90 milímetros.
Como cuando cae tanta agua -y aún más si ocurre durante varios días consecutivos- el suelo se anega y pierde su capacidad de absorción, hubo numerosas viviendas inundadas y también caída de árboles; esto se vio favorecido además por temporales de vientos fuertes.
Las intensas precipitaciones no sólo se produjeron en el llano sino también en alta montaña y causaron diversos aludes. Algunos bloquearon la ruta internacional y uno de ellos arrasó con un puente entre Potrerillos y Uspallata. Como el barro llegó al río, el agua que ingresó a la planta potablizadora de Aysam estaba turbia, por lo que en más de una ocasión se vio afectada la provisión de agua potable.
Pero la lluvia no fue la única que generó inconvenientes; también tuvo su protagonismo el granizo. Esta temporada se produjeron 108 tormentas graniceras, cuando la media desde 1998 es de 92. Además, el tamaño de las piedras fue superior, ya que el promedio es de entre 2 y 2,5 centímetros de diámetro y este año llegaron a 6 cm.
Las nevadas podrían llegar antes, este año
Las condiciones que genera El Niño persistirán hasta mediados de año. Esto, adelantó el investigador del Programa Regional de Meteorología (CCT-Conicet) Diego Araneo, podría causar un adelantamiento en el inicio de la temporada de nevadas en cordillera, las que comenzarían a desarrollarse ya a partir de mediados de mayo o principios de junio. A su vez, podría determinar un invierno con precipitaciones níveas normales a levemente superiores a lo normal.
El meteorólogo Fernando Jara, del Departamento de Climatología del Servicio Meteorológico Nacional, indicó que si bien está empezando el período seco invernal, la persistencia de los efectos de El Niño podría traer algunas tormentas más hasta mayo, aunque las temperaturas estarán dentro de lo esperable. En lo inmediato, el cielo nublado y las precipitaciones aisladas se mantendrán hasta el martes. El miércoles se espera un leve ascenso de la temperatura.