Las caras largas de los jugadores del Expreso al retirarse del Carminatti hablaban por sí solas. Definitivamente, fue un paso atrás. En lo defensivo, al menos, el Tomba retrocedió significativamente. Se mostró falto de madurez.
Es que este Tomba todavía está verde. Sí, como la camiseta de Sarmiento de Junín, el rival que por momentos lo respetó y, en gran parte del juego, lo superó en casi todas las líneas.
La preocupación de los jugadores y el cuerpo técnico pasa porque el equipo volvió a repetir los errores defensivos del pasado. La línea de tres (devenida en cinco cuando el equipo defiende) todavía no ofrece garantías. Falta trabajo, coordinación, velocidad, movimientos aceitados.
Pero, sobre todo, faltan refuerzos de jerarquía. No se le puede pedir más a este joven equipo que intenta moldear el Gato. Si entre los titulares tiene a dos chicos (Ángel González y Emma García) que todavía no suman ni siquiera un minuto en primera división.
No se le puede pedir más a un equipo que, en un abrir y cerrar de ojos, perdió a Diego Rodríguez, José Luis Fernández y Claudio Aquino. Un equipo que, para sustituir a figuritas clave en cada uno de esos puestos, sólo trajo a Nahuel Zárate, que no es ni la mitad de Joselito Fernández. ¿Y el enganche y el volante central? Bien, gracias. Mientras tanto, Lértora sigue entrenándose en Coquimbito con la reserva.
Con el esquema que más le gusta a Oldrá 3-5-2, el Tomba salió al campo del Carminatti con la intención de tener la pelota. Por momentos lo logró, pero en otros se vio superado por Sarmiento de Junín, que fue profundo por los costados y desbordó cada vez que se lo propuso.
Hasta el primer cuarto de hora, no había pasado nada. Pero a partir del centro de Aguilar que Cuevas cabeceó por arriba del travesaño, el encuentro se hizo entretenido.
El equipo de Lippi era prolijo en la transición y llegaba seguido a posición de gol. Sobre la media hora, Casierra mandó el centro, Cuevas ganó arriba y Moyano despejó hacia un costado.
Al Expreso le costaba el retroceso. Eso sí, era punzante cuando cruzaba la mitad de la cancha. A falta de un volante creativo, Fernández tomaba la posta. Cuando el primer tiempo se encaminaba al empate en cero, Leandro Fernández, que ya había avisado, tomó la ejecución de otro tiro libre. Fue a unos 30 metros del arco de Rigamonti, quien se confió y el balón se le metió por detrás. Golazo y al descanso.
Si lo del primer tiempo había sido discreto, el complemento del Tomba fue decididamente malo. Estuvo desordenado en todas las líneas, frágil en el mano a mano y desconcentrado en el fondo. Sarmiento lo desbordó cada vez que quiso.
Y así llegaron los goles. Dos centros cayeron al área y Scatolaro, primero, y Pascucci, después, dieron vuelta la historia. El Tomba lo empató solamente porque tuvo amor propio para ir a buscar un córner.
Y Viera no perdonó. Para colmo, en la definición desde los doce pasos, estuvo 3-1 arriba, pero Ayoví canchereó y mandó la serie a uno por uno. Allí donde Olivares falló, Aguilar acertó y el Kiwi festejó. Sí, como un Kiwi... el Tomba aún está verde.
