Estatizar órganos

Estatizar órganos
Estatizar órganos

L'État c'est moi. Hoy siento que soy el Estado. Pero muy lejos de lo que sentía Luis XIV. Él tenía el poder del Estado, en cambio yo siento que el poder del Estado me ha absorbido y que me ha llevado a una situación de indefensión.

En efecto, ese poder ejercido por los políticos ha cruzado límites otrora impensables y me ha estatizado. Y también al lector y  a su familia.

En su imparable recorrido de avance sobre la libertad individual, nuestros políticos han decidido estatizar nuestros órganos. Lo han hecho con muy buen marketing, incluso la han llamado ley Justina.

Han usado el nombre de una chica adorable que peleó por su vida. Y después de su muerte han mostrado a la ciudadanía condiciones de sensibilidad ante tal tragedia. Sería interesante conocer cuántos de esos mismos políticos eran donantes voluntarios.

Como suelen hacer con frecuencia, decidieron apropiarse de lo ajeno. Cuando no le alcanzan los recursos, por el excesivo gasto que ellos generan, optan por aumentarnos los impuestos o directamente toman los bienes de los habitantes por medio de la inflación. Y ahora han procedido de una manera similar.

Cuando un funcionario médico, normalmente al servicio del estado, lo disponga, uno ya no podrá decidir sobre sus órganos, y tampoco su familia. Es el Estado el que podrá decidir.

Y es el mismo Estado el que va a decir cuándo se produce ese punto irreversible que llaman muerte cerebral. Antes el Estado, o mejor dicho los políticos que ejercen el poder en su nombre, se conformaban con parte de lo que producíamos o teníamos.

Ahora van más allá.

Pero con esta ley no se han apropiado solamente de nuestros órganos. También han avanzado sobre nuestros valores morales. Personalmente era donante voluntario, como consta en mi licencia de conducir, en cambio ahora soy donante forzoso.

En su momento me motivó la solidaridad, ahora el poder del Estado. Algo similar hizo antes con la caridad. La administración ha tomado a su cargo la caridad, la solidaridad y nos va llevando a nosotros a desatendernos de ellas.

En definitiva va reduciendo nuestro margen de actuación. Seguramente me podrán contestar que uno tiene el derecho de negarse a ser donante. De hacernos sentir solidarios, nos harán sentir mezquinos.

Ingeniosa inversión de la situación. Bien saben los impulsores de la ley que estadísticamente muy pocos van a hacer ese trámite. Han logrado apropiarse de nuestros órganos sin ley que declare la necesidad por causa de utilidad pública y sin indemnización.

Daniel Reig
DNI: 11.414.015

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