En junio de 2012 ocho amigas partimos al Viejo Continente para recorrer varios países e incluimos en el itinerario a Turquía.
Por un lado, ninguna de nosotras conocía ese país y por otro nos encantaba la idea de explorar una cultura de lo más extraña o exótica que estuviera al alcance. Y ciertamente, no quedamos para nada decepcionadas.
Al contrario de lo que muchos podrían suponer, Estambul en esa época del año se convierte en una ciudad jardín y luce limpia, ordenada y moderna. Ya desde la vista del aeropuerto te vas encontrando con canteros de flores y plazas exuberantes y sus famosas mezquitas y las siluetas de sus minaretes, que las encontrás por todo el paisaje urbano y le imprimen esa personalidad única que tiene la ciudad.
Un momento encantador del atardecer es observar cómo se encienden las luces de la iconográfica Mezquita Azul, que en 2016 cumplirá 400 años y cuya imagen brillante termina por completar esa gran impresión que te deja los cinco llamados a la oración diarios que se anuncian a través de las redes de altoparlantes.
Además de los lugares que de por sí no tenés que perderte, como el Palacio Topkapi, la Cisterna Basílica, la Torre Gálata, la Plaza Taksim, la bizantísima catedral de Santa Sofía, el Gran Bazar resulta una experiencia multisensorial.
Primero porque no hay palabras que puedan describir su colosal tamaño (son 45 mil metros cuadrados de mercado), ni su intenso tránsito, ya que tiene alrededor de 20 mil empleados y recibe la visita de más de 300 mil personas por día. Es un laberinto que ofrece pequeñas variaciones de precios y formas y tamaños de miles de productos típicos de Turquía y uno puede pasar prácticamente todo el día recorriéndolo. Son 3.600 tiendas repartidas en 64 calles con 22 puertas de acceso. Un monstruo.
En el bazar, la mayoría de las tiendas venden objetos que resultan falsos o imitaciones de antigüedades. Y si bien la costumbre es regatear, los precios para los souvenirs son siempre muy altos y uno termina por desistir a la hora de la compra final.
Eso sí, allí podés encontrar las mejores imitaciones de las grandes marcas de ropa del mundo. Para espiar su calidad y sus precios hay que encontrar la calle Cadircilar Caddesi y sumergirse en tiendas con puertas escondidas.
Pero el complemento ideal es el "Bazar de las Especias", o "Bazar Egipcio", ubicado en Eminönü, a pasos del Puente de Gálata, uno de los mejores lugares de la ciudad para comprar productos típicos como especias, dulces o frutos secos.
Allí son imperdibles sus famosas delicias turcas y baklavas, los tes, los quesos y productos muy exóticos como el azafrán iraní.
A Estambul la podés conocer bien a lo largo de cinco días y no hay manera de evitar que caigás en sus encantadores hechizos.