Dos de los diseñadores más esperados de la “Semana de la Moda en Madrid” impregnaron la pasarela madrileña con su desenfado y color.
Se trata de Ághata Ruiz de la Prada y la firma Andrés Sardá quienes, entre las propuestas que mostraron, impactaron con trajes de baño y lencería en diversidad de tonos y líneas. La puesta en escena y el contexto potenció el fuerte sentido y protagonismo de las texturas en cada caso.
En esta nota una excusa para conocer aún más sobre sus conceptos.
Mirada de diseñador
La lencería se ha convertido en la actualidad en uno de los rubros elegidos para despuntar el gusto y placer por el diseño. Parte de esto pudo verse en la pasarela del MFW, de la mano de la firma Andrés Sardá.
Según se precisó en diversos medios: “Desde que empezamos hasta hoy, el mercado ha cambiado totalmente. Era muy poca la gente que veía la ropa interior como moda, tenían una visión más práctica. Hoy en día esto ha cambiado mucho. Las personas juegan más con la lencería, la cual influye en cómo deciden vestirse por fuera. Incluso, les gusta combinarla y dejar que se vea”.
El juego con las mezclas de texturas, y el uso de materiales (lo diferente fue el desarrollo de un encaje elástico con el aspecto de crochet) fue una de las tantas opciones que pudieron verse en las propuestas de Sardá.
Además del encaje chantilly: “Nuestro tejido predilecto para el verano 2017. Para las piezas de baño también apostamos a crear algo nuevo: rayas tejidas sobre una estructura canalé”, argumentó la firma.
Desde sus inicios la empresa controla muy bien los patrones y los tejidos. En esta ocasión ha brillado más la ropa interior que los trajes de baño.
Desde braguitas altas y dos piezas, reducidas a la mínima expresión, hasta opciones enterizas con transparencias lucidas y sutiles.
Por su lado, la diseñadora Ághata Ruiz de la Prada proyectó su universo de histrionismo y color junto a su equipo; con una colección de baño inspirada en una “pool party”
Las musas se lucieron vestidas con bañadores surrealistas y plataformas infinitas (fueron muchas las modelos que optaron por quitárselas para seguir desfilando).
La alusión lúdica de los años ‘50 hollywoodenses, con la fabulosa Esther Williams y el equipo de waterpolo femenino como inspiración fueron parte de este juego de diseño de una colección colorista, atrevida y desafiante.
Las estrellas, los corazones, las rayas o los lunares típicos del imaginario creativo de Ágata Ruiz de la Prada se adueñaron de vestidos, remeras y, sobre todo, de trajes de baño fuera de lo común.
Eso sí esta vez han compartido protagonismo con nuevos “prints” de guiños playeras, desde tablas de surf a anclas, timones o salvavidas.
¿Otra de las grandes apuestas? Los complementos como bolsos, portabotellas, portatoallas o monederos realizados en césped artificial de colores.
Los materiales van desde el algodón, hasta el rizo o los plásticos holográficos, peluche, micropana y polipieles nacaradas.
Si hay algo que queda claro es que tanto desde Andrés Sardá, como Ághata Ruiz de la Prada, la diversión y desenfado (más aún en este último caso) no encuentra límites y redobla en cada entrega su apuesta.