Desde que asumió sus funciones, el gobernador mendocino dedicó especial atención a sanear las cuentas provinciales. Ordenó la deuda registrada y la no registrada, emitió un bono para cancelar los compromisos con los proveedores de obras públicas y estableció normas muy estrictas para limitar las erogaciones del Estado provincial.
Además, en 2017 comenzó un proceso gradual de disminución del impuesto a los Ingresos Brutos, algo a lo que luego se comprometieron el resto de las provincias en el Acuerdo de Responsabilidad Fiscal.
Si bien Cornejo afirmó que no se suspenderían obras públicas, es claro que hay demoras en algunos pagos, lo que genera retrasos, aunque en el medio se desarrollan obras financiadas por el BID que permiten mantener cierto nivel de actividad.
Pero Mendoza no es solo el Estado y las buenas finanzas del mismo no dependen sólo de la buena administración, sino del nivel de actividad económica, que es del cual provienen los recursos para pagar los gastos públicos.
También del nivel de actividad dependen el humor social, el nivel de empleo y otros elementos que terminan repercutiendo o requiriendo mayor o menor actividad del Estado.
Como consecuencia del contexto nacional, el nivel de actividad económica de Mendoza no pasa por un buen momento. Hemos perdido participación en el PBI nacional y también en las exportaciones.
Hemos sufrido las consecuencias de un dólar barato y miles de mendocinos comprando en Chile, mientras que ahora, con un dólar más alto, hay que soportar una tasa de interés que inhibe muchas actividades pero, además, limita a los mendocinos acceder a compras.
Vale remarcar con insistencia que muchas cosas del diario trajinar económico no dependen de las decisiones del gobierno provincial, pero las repercusiones de lo que ocurre en la macroeconomía pegan de lleno en las demandas de la sociedad.
Cuanto mayor es la crisis macro, mayor es la demanda micro al Estado provincial en materia de servicios de salud, educación, seguridad y justicia. Y los recursos llegan con la crisis macro, pero las demandas crecen por encima de los recursos.
En las actuales circunstancias, hay expectativas acerca de las posibilidades que podrían darse en materia de exportaciones, dado que Mendoza es, básicamente, productora de bienes transables.
Cada vez que hubo situaciones de tipo de cambio favorable, las exportaciones de la provincia respondieron rápidamente, pero siguen existiendo problemas estructurales que la devaluación no resuelve.
Es que los que exportan son una minoría, mientras el resto no tiene escala suficiente. También existen problemas en materia de costos de logística que afectan los valores a afrontar para llegar a los puertos.
Mendoza tiene un entramado empresario que es en su mayoría pyme, y esto es una desventaja en términos macro cuando los mismos empresarios no están convencidos de que pueden asociarse, un paliativo que no todos tienen siempre en cuenta.
Es saludable que el gobierno de nuestra provincia haya ordenado la situación financiera desde su arranque, pero pese a ello deben observar las autoridades que existen hacia adelante desafíos muy complicados, como absorber obligaciones que antes estaban a cargo de la Nación y la posible caída de la recaudación y de las transferencias de coparticipación, con demandas crecientes de servicios.
Pero también sería conveniente que se pensara en opciones, como avanzar más en rebajas impositivas para acelerar el sistema productivo, que hoy está muy trabado por un enjambre de regulaciones, de impuestos y tasas que deberían revisarse para que las condiciones de competitividad puedan mejorar.