Hace tres años, un clérigo vestido de negro, llamado Abu Bakr al Baghdadi, subió al púlpito de una mezquita en la ciudad iraquí de Mosul y se dirigió al mundo como el líder de un nuevo Estado terrorista.
El anuncio del califato fue un momento culminante para los combatientes extremistas del Estado Islámico. Su violencia exhibicionista e ideología apocalíptica los ayudaron a hacerse con vastas franjas de territorio en Siria e Irak, a atraer legiones de combatientes extranjeros y crear un gobierno con burócratas, tribunales y pozos petrolíferos. Ahora, su Estado se está derrumbando; Baghdadi fue asesinado, según confirmaron este semana distintas fuentes.
En Siria, las milicias con respaldo estadounidense tienen rodeada a Raqa, la capital de la organización, y traspasaron sus muros históricos. Al otro lado de la frontera, las fuerzas iraquíes han tomado los restos de la mezquita en Mosul donde apareció Al Baghdadi y sitiado al resto de los yihadistas en un número cada vez mas reducido de manzanas de la ciudad.
Sin embargo, la pérdida de sus dos ciudades más grandes no significará una derrota final para el Estado Islámico - también conocido como ISIS- según analistas, y funcionarios estadounidenses y de Oriente Próximo. La organización ya retornó a sus raíces como una fuerza insurgente, pero una que ahora tiene un alcance internacional y una ideología que sigue motivando a atacantes de todo el mundo.
“Estos son, obviamente, golpes importantes contra el EI porque ya se acabó su proyecto de construir un Estado, ya no existe el califato y eso disminuirá el apoyo y los reclutas”, notó Hasan Hasan, un investigador senior en el Instituto Tahrir para la Política en Oriente Próximo, en Washington, y coautor de un libro sobre la organización. “Pero el EIIL hoy es una organización internacional. Su dirigencia y su capacidad para volver a crecer siguen ahí”.
El Estado Islámico ha eclipsado a sus precursoras yihadistas, como Al Qaeda, porque no solo controló territorio, sino que gobernó ciudades y sus alrededores por un extenso período, lo que le dio credibilidad en el mundo extremista y le permitió construir una organización compleja.
Así es que aun cuando el control físico se le está yendo de las manos, sus cuadros sobrevivientes - gerentes medios, técnicos en armamento, propagandistas y otros agentes - invertirán esa experiencia en las operaciones futuras de la organización.
Y aun cuando su control sobre centros urbanos cruciales se está tambaleando, no hay ninguna forma de que el Estado Islámico ya no tenga territorio.
En Irak, la organización todavía controla Tal Afar, Hawiya, otras ciudades y gran parte de la provincia de Anbar. En Siria, la mayoría de sus agentes de más alta jerarquía han huido de Raqa en los últimos seis meses, con rumbo a otras ciudades todavía bajo control del EIIL en el valle del río Eufrates, según funcionarios militares y de contra terrorismo estadounidenses y occidentales, quienes han participado en sesiones sobre inteligencia.
Muchos se han reubicado a Mayadin, una ciudad a 110 millas al sureste de Raqa, cerca de las instalaciones petroleras y con líneas de suministro en el desierto a su alrededor. Se llevaron con ellos las operaciones externas de reclutamiento, financiamiento y propaganda más importantes de la organización, dijeron funcionarios estadounidenses. Una red de auxiliares de confianza ha sacado subrepticiamente de Raqa a otros dirigentes y los ha llevado a una serie de ciudades desde Deir el Zur hasta Abu Kamal.
Las fuerzas estadounidenses de operaciones especiales han atacado intensamente esta zona con drones Reaper y aviones de combate, alterando y dañando a la dirigencia del Estado Islámico, así como su capacidad para ejecutar sus complots. Sin embargo, la batalla por Raqa todavía podría durar muchos meses.
Todo es un capítulo nuevo en la historia de una organización cuyas raíces datan de cuando Estados Unidos invadió Irak en el 2003.
Los extremistas sunitas combatieron bajo diversos nombres y líderes, y luego evolucionarían a ser el Estado Islámico, mataron a muchas tropas iraquíes y estadounidenses antes de que los diezmaran los combatientes sunitas tribales a los que Estados Unidos les pagó, haciendo que los sobrevivientes entraran en la clandestinidad para cuando los estadounidenses se retiraron de Irak en el 2011.
Desde el surgimiento del Estado Islámico, Estados Unidos y sus aliados se han concentrado en romper el control territorial de la organización, pero se ha hecho menos planeación sobre cómo se reconstruirán las comunidades dañadas por el régimen yihadista y cómo se gobernarán después.
Sin embargo, ahora, los conflictos abrieron nuevas oportunidades. Después de que estalló la guerra civil en Siria, en el 2011, la organización despachó a agentes para construir una fuerza que posteriormente se hiciera con el oriente del país, incluida Raqa, la cual se convirtió en su capital administrativa.
Después, volvió la mirada de regresó a Irak, donde tomó Mosul en 2004, Al Baghdadi dejó claro lo que distinguió a sus seguidores de Al Qaeda: no solo eran insurgentes, sino, también, fundadores de un Estado lleno de ideología extremista.
Ahora, altos funcionarios estadounidense de inteligencia y contraterrorismo dicen que han muerto más de 60,000 combatientes desde junio del 2014, incluida gran parte de la dirigencia de la organización, y que ella ha perdido alrededor de dos terceras partes del territorio que tenía en su punto máximo.
Sin embargo, estos funcionarios, incluido el teniente general Michael K. Nagata, uno de los más altos oficiales de operaciones especiales del Ejército de Estados Unidos, también reconoció que el Estado Islámico ha conservado gran parte de su capacidad para inspirar, posibilitar y dirigir ataques terroristas.
"Cuando considero todo el daño que les hemos infligido y todavía siguen siendo operativos, todavía son capaces de llevar a cabo cosas como algunos de estos ataque que hemos visto internacionalmente", dijo hace poco Nagata en una entrevista publicada por el Centro de Combate al Terrorismo en West Point, "tenemos que concluir que todavía no apreciamos por completo la magnitud, ni la fortaleza de este fenómeno".
El Estado Islámico ha llevado a cabo casi 1,500 ataques en 16 ciudades por todo Irak y Siria después de que se las liberó del control extremista, lo que muestra que la organización ha retornado a sus raíces insurgentes y augura amenazas a la seguridad de largo plazo, según un estudio también publicado por el Centro en West Point.
Internacionalmente, el Estado Islámico ha compensado, en parte, sus pérdidas internas, alentado a los afiliados en el extranjero - en Libia, Egipto, Yemen, Afganistán, Nigeria y las Filipinas - y activando a agentes en otras partes.
Se piensa que metió de contrabando a Europa entre 100 y 250 extranjeros motivados ideológicamente, desde finales del 2014 a mediado del 2016, casi todos por Turquía tras haber cruzado una frontera ahora rigurosamente reforzada, dicen funcionarios europeos de inteligencia. Sin embargo, es posible que no sean la amenaza más peligrosa que encaran las autoridades europeas mientras la ideología del Estado Islámico siga motivando a los atacantes.
Desde el surgimiento del Estado Islámico, Estados Unidos y sus aliados se han concentrado en romper el control territorial de la organización, pero se ha hecho menos planeación sobre cómo se reconstruirán las comunidades dañadas por el régimen yihadista y cómo se gobernarán después. En efecto, la salida de los yihadistas podría acelerar otros conflictos.
En Siria, Estados Unidos ha armado y apoyado a una milicia llamada Fuerzas Democráticas Sirias, o FDS, para combatir a los yihadistas. La mayoría de sus dirigentes son kurdos. El ascenso de la organización ha enojado a Turquía, la que considera que es una amenaza, así como a muchos árabes sirios, que la ven como un frente de empoderamiento kurdo a costa suya. Asimismo, sigue sin haber claridad en cuanto a cómo se va a financiar a los organismos que se establecieron para gobernar las áreas que se les arrebataron a los yihadistas a fin de que puedan reconstruir, restablecer los servicios y proporcionar seguridad.
En Irak, la derrota del Estado Islámico en Mosul establece el escenario para nuevas luchas de poder entre el gobierno central en Bagdad y los kurdos, que han tomado el control de Kirkuk, la ciudad rica en petróleo y en disputa, y planean votar por la independencia a finales de año.
El combate contra el Estado Islámico también ha impulsado la proliferación de milicias chiítas, muchas de las cuales fundó Irán y las motiva un credo sectario que ha marginado y preocupado a los sunitas. Muchos temen que con el sectarismo que aún rigen en Siria e Irak todavía pueda haber apoyo para alguna forma reconstituida de extremismo islamista sunita.