Mientras el gobernador Alfredo Cornejo se prepara para dar el gran salto adelante hacia la política nacional, está tratando, a su vez, de dejar como herencia una provincia a su imagen y semejanza.
Sabe, más por experiencia ajena que por propia, que en Mendoza (y en casi cualquier otra parte del país y del mundo) cuando se deja el sillón del mando, el que lo ocupa se encarga de ir destejiendo (a veces incluso sin explícita intención) lo que su antecesor tejió para sí tan esforzadamente.
Pero sabedor de que eso es inevitable, que más que traición es pura e inevitable lógica política, la ambición de Cornejo no es la de cogobernar con su delfín, sino la de armar algún tipo de estructura política que no interfiera con la gobernabilidad de todos los días, pero que le permita mantener el liderazgo partidario local, el cual a su vez le permita mantener el liderazgo provincial, sin que por ello tenga que entrometerse con el gobernador que él eligió, en el supuesto de que éste triunfe.
Uno de sus antecesores, el radical Roberto Iglesias (19992003) también intentó mantener su liderazgo provincial cuando impuso como sucesor a su hasta entonces delfín Julio Cobos (2003-2007), sólo que no pudo sustraerse a la tentación de sumarle al liderazgo político que nadie le discutía en su partido, la de entrometerse en la acción de gobierno. Y como es sabido, la reacción de Cobos fue tremenda: prefirió aliarse con el presidente Néstor Kirchner antes que soportar el cogobierno con Iglesias. Con la consecuencia casi inevitable de tamaña desmesura: la isla radical conquistada después de tantos esfuerzos, volvió a ser peronista.
Cornejo sabe de ese riesgo mejor que nadie, entre otras cosas porque fue el gran gestor de la ruptura entre Cobos e Iglesias y del pacto CobosKirchner. Aunque jamás lo dice, no duda -a juzgar por los inmensos resultados negativos- que aquello fue un error y no está dispuesto a volverlo a cometer, menos cuando ya no es operador en las sombras de nadie, sino protagonista principal de todo.
Entonces, quien por obra del azar o del destino está convirtiéndose en un gran equilibrista de la política argentina, no sólo tendrá que lidiar y mediar a nivel nacional con el desamor creciente entre radicales y macristas, sino que en Mendoza deberá fortalecer al radicalismo evitando las peleas internas entre sus correligionarios o entre éstos y sus aliados de Cambia Mendoza.
También tiene para esto otra gran experiencia ajena de la que aprender. En los años 90 la hegemonía política de losperonistas mendocinos parecía eterna. En cada elección sacaban más votos y los radicales subsistían como si fueran soldados de “El Álamo” en la “Muni” capitalina. Pero fue precisamente cuando los radicales se fueron rindiendo en sus intenciones de recuperar alguna vez la provincia que no gobernaban desde Llaver, que al peronismo imprevistamente se dividió internamente y con ello regresó la isla radical.
Moraleja martinfierrista elemental pero verificada en Mendoza, casi casi como un teorema matemático: Los correligionarios sean unidos porque si se pelean los devoran los compañeros, y viceversa.
Cornejo intentará ver si es posible salir de este laberinto desde arriba: sin perder poder personal pero no mantenerlo a cambio de dividir a su partido y perder la provincia.
Por eso, más que pretender controlar a Rodolfo Suárez si éste resulta ser gobernador, lo que buscará es “cornejizar” las instituciones, lo cual no implica principalmente poner fieles a prueba de balas en ellas (entre otras cosas porque no existen fieles a prueba de balas cuando cambia el poder), sino teñir todo lo que pueda con su impronta, en la UCR local, en la alianza Cambia Mendoza, en el PJ local, en la Justicia, en los órganos de control del poder, en las asociaciones profesionales, en los sindicatos, en la universidad y en el resto de las corporaciones.
Hacia el peronismo la guerra ya la declaró hace tiempo: es contra el poder territorial de los intendentes que le negaron la reelección y ahora él busca negárselas a ellos. El viernes tuvo un previsible round en contra cuando la Justicia le suspendió el decreto que pone límite a las reelecciones con una cautelar. Pero ya dijimos que gane o pierda su patriada antireeleccionista, éste es apenas el inicio de la guerra de Cornejo para que su isla mendocina ocupe también las tierras departamentales aún en manos del peronismo. Y eso será a matar o morir. Ni siquiera le pedirá al futuro gobernador que lo ayude en ello. Se encargará directamente él. Buscará dividir sin que lo dividan a él.
Para ello eligió de aliada a la senadora nacional Anabel Fernández Sagasti, la joven mimada de Cristina Fernández, por el hecho de que ella está internamente enfrentada a los intendentes y al PJ que los apoya. O sea que en Mendoza se da la paradoja que Cornejo tiene como su candidata a gobernadora peronista a una ultraK. Con la discreta venia de la chica e incluso de su jefa Cristina. La razón es que tanto el cornejismo como el cristinismo necesitan acabar con el peronismo tradicional local. Cosas vederes Sancho.
En la interna de Cambia Mendoza, Cornejo ha “radicalizado” la alianza, o sea la ha hecho aún más radical de lo que era y ha dejado de lado, o casi, a los partiditos que lo acompañaron hace cuatro años. O, para ser más precisos, lo que en realidad está buscando es fortalecerse porque el macrismo le piensa presentar batalla en las PASO con un candidato propio, el intendente Omar De Marchi, presidente local del PRO y cowboy mendocino del macrismo para sacarle su tierra a Cornejo.
El gobernador no quiere la interna local, como Macri no quiere que a nivel nacional el radicalismo le presente batalla en las PASO, pero como por ahora amenaza con presentarla vía Lousteau o quien fuera, entonces los macristas piensan hacerle lo mismo a los radicales en Mendoza. Al menos le están pidiendo a De Marchi que resista todo lo que pueda.
Por ende, Cornejo se está preparando para la batalla, deseando que el candidato macrista se baje y si no lo hace que sea bombardeado a discreción, ya que fulminará a cualquier aliado de Cambia Mendoza que le preste apoyo e intentará hasta quitarle la municipalidad de Luján al PRO.
Así como necesita darle una lección a los intendentes peronistas advirtiéndoles que en tierra cornejista ninguno puede pactar y luego traicionar, también busca advertir al macrismo de que Mendoza es una isla radical. Y así como Macri casi no les da poder a nivel nacional, él piensa retribuirle a Macri con la misma moneda a nivel provincial.
En lo que hace a la interna del propio radicalismo local, lo primero que hizo Cornejo fue romper la alianza que se estaba formando entre De Marchi y Cobos para intentar poner un candidato no cornejista. Ahora que lo logró buscará que el exvicepresidente se excluya del protagonismo político mendocino, para que nunca más intente disputarle el poder. Que se jubile localmente. Los hijos no le devuelven a los padres la herencia una vez que éstos se la dieron.
También comenzó a cornejizar la Justicia, donde ya tiene en la Corte Suprema a dos jueces y también al Procurador general, que le responden, no necesariamente por fidelidad personal sino por identificación conceptual que el gobernador se encargó de cultivar antes de nombrarlos. Y espera proseguir con ese tipo de incorporaciones luego de terminado su mandato, algo que no cederá a su sucesor. Para que no le vuelven a imponer otra cautelar y cosas así.
En fin, que Cornejo, en su pequeño reinado del oeste argentino está tratando de construir una hegemonía propia que le permita seguir siendo su jefe político aunque no sea el gobernador. Que esta tierra mendocina sea políticamente suya. Que eso le sirva para proyectarse a nivel nacional o para volver a la gobernación en cuatro años, es algo que está por verse.
Además veremos si es capaz de construir lo que ambiciona, algo no imposible pero que hasta ahora nadie logró.
Un gran desafío político que el gobernador decidió encarar en Mendoza, mientras a nivel nacional juega a las cartas con Mauricio Macri.
Pero esa es otra historia que iremos contando en próximos capítulos de esta serie.