Está dura la calle: los que conviven con la pobreza

Más allá de las cifras oficiales, la difícil realidad golpea a muchos mendocinos. “No se ve en la calle que haya bajado”, dicen.

Está dura la calle: los que conviven con la pobreza
Está dura la calle: los que conviven con la pobreza

A Juana, Nélida, Cristian y Laura no les hablen de porcentajes ni de cuentas mágicas que evidencien una supuesta baja en el índice de la pobreza. Ellos, como la mayoría de los vecinos del barrio Flores (Ciudad) y de otros conglomerados humildes de la provincia, conviven con la pobreza. Comen y duermen con ella, y cuando caminan por la calle la tienen al lado, codo a codo.

Lejos del anuncio oficial de ayer que da cuenta de un descenso de la pobreza en el país, estas cuatro personas no comparten los fríos números.
"Hay muchísima pobreza. Quizás más que antes. Porque está subiendo todo (gas, luz, boleto del colectivo), y a veces los propios patrones no nos dan trabajo porque prefieren ahorrar. Antes con 100 pesos uno podía comer, ahora no alcanza nada", resumió Juana Santos Mamaní (40), vecina del barrio Flores Oeste. Allí la mujer tiene un puesto de verduras, y todas las mañanas va a la feria a recargar mercancía para vender durante el resto de la jornada. Las ventas y la asignación universal por 3 de sus hijos son todo el ingreso económico que tiene.

"Cada vez pasa más gente pidiéndome: me piden que les fíe o les regale algo. No sé si habíamos estado así alguna vez", agregó la mujer, madre de 4 hijos y a cargo de una joven con discapacidad, a quien prácticamente ha adoptado como una más de su familia.

"En estos barrios conocemos la pobreza de verdad. Y se ve en nuestras viviendas, en tener que salir corriendo a mendigar un pedazo de nailon cuando llueve. La verdad es que yo me siento cada vez más pobre, y no veo que hayan mejorado las condiciones. No es algo de ahora, es una situación que viene desde siempre y cada vez se pone peor", acotó Laura Rojas (32), otra vecina del Flores que cursa el profesorado de Artes Plásticas. Ella está desocupada y no puede tener obra social, lo que -sumado a que es diabética e hipertensa- pone en riesgo su salud.

"No es una problemática nueva. Pero se suma que el Gobierno llegó prometiendo pobreza cero y la verdad es que estamos cada vez más lejos del cero", resumió Nélida Garzón (55), quien tiene un almacén en el barrio y que puede llegar a fin de mes junto a su familia gracias a un subsidio por discapacidad, a la venta de algunas de sus pertenencias y a otras changas que hace su marido.

“Acá hay mucha pobreza y la gente empieza a vender lo que tiene. Viven de juntar cartones. Ninguna de esas personas va a ganar nunca 17.000 pesos, que es lo que necesita una familia de 4 personas para no ser pobre. En mi casa, y con muchísima suerte, llegamos a 10.000 en un buen mes”, agregó Nélida, quien además tiene problemas de salud que le impiden proyectarse en la búsqueda de un trabajo más estable.

“Todo está más caro”

Cristian Subia (29) tiene un almacén con delivery de comida en el mismo barrio del oeste. Al igual que sus vecinos, dice que prefiere no creer en fórmulas mágicas que se fabrican en una oficina para convencer a todo un país que bajó la pobreza.

“La economía se ha estancado y esa es una realidad. Todo va decreciendo y los salarios no suben. A eso sumale que esta mañana me dijeron que este invierno el gas envasado va a costar 300 pesos; hace menos de un año estaba a 200”, destacó el hombre mientras preparaba unos lomitos para entregar: “No se ve en la calle que haya bajado la pobreza”.

La verdulera Juanita debió cambiar a dos de sus hijos de escuela para que estén más cerca de su casa, ya que no podía gastar 11 pesos por cada uno de ellos en micros. "La plata no alcanza, ahora van a subir de nuevo el gas y va a ser todo impagable. Y para comer hay que pensar en no menos de 120 pesos por persona", enumeró la mujer, que vive hace más de 25 años en el lugar. Ella coordina un grupo de al menos 12 mujeres que se ayudan entre sí repartiendo frutas para vender y hasta haciendo empanadas.

La inflación también aporta lo suyo, ya que el año pasado a Juana le costaba 100 pesos un cajón de buen tomate, mientras que ahora no baja de los 200 pesos. De hecho, hasta hace poco más de un año tenía un almacén junto a la verdulería. Pero debió cerrarlo ya que no le cerraban los números.

“Si compraba gaseosa no me quedaba para verduras. Ya con la verdulería sola hasta hace no mucho podía sacar 2.000 pesos en un día muy bueno. Pero hoy no vendo más de 1.500 pesos”, sostuvo.

"Cada vez más chicos salen a robar, porque tampoco consiguen trabajo. Eso lleva a que por vivir en estos barrios nos discriminen y termine siendo una situación donde se nos pone a los pobres en contra de los pobres", se lamentó la mujer, aunque destacó la urbanización que está haciendo la Municipalidad de la Ciudad. "Es difícil todo. Porque no hay trabajo y todo está cada vez más caro", agregó a su lado Nelly.

“No hay nada que festejar” 

Adrián Bonada, coordinador provincial del movimiento Barrios de Pie -que trabaja con los sectores más marginados-relativizó la baja de la pobreza en el país: "De acuerdo a nuestras mediciones, en Argentina hay 4.250 barrios populares o asentamientos irregulares sin servicios, de los cuales 205 están en Mendoza. Además, 1 de cada 2 niños es pobre en Argentina; y 7 de cada 10 niños en barrios pobres abandona el secundario. A eso se suma que la mitad de los chicos pobres tiene malnutrición. Nos parece de un nivel de insensibilidad muy grande que el Gobierno festeje que hay 11 millones de pobres en un país de 40 millones de habitantes".

Para Bonada, el hecho de que se festeje que bajó la pobreza es "una tomada de pelo" ya que "no hay nada para festejar".

“Desde hace 30 años la pobreza estructural se mantiene en casi 30%. En los últimos años creció de manera superlativa la cantidad de chicos que van a merenderos, comedores y ese tipo de establecimientos”, agregó.

En Mendoza, Barrios de Pie tiene 140 merenderos y trabaja en 150 barrios con distintas actividades. "La pobreza es multidimensional, no solamente monetaria. Desde el 2010 se empezó a invertir en las políticas necesarias, pero también creció la pobreza. Durante muchos años la palabra inclusión se usó como bandera, pero no como algo concreto", sintetizó Bonada.

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