Lo que desde hacía horas era una ilusión concreta para los simpatizantes de River Plate se transformó en una certeza a partir de la palabra del propio protagonista de la historia: Andrés D’Alessandro confirmó que volverá a vestir la camiseta del club en el que se formó, después de más de 12 años.
Visiblemente emocionado, el mediocampista se despidió de los simpatizantes de Inter de Porto Alegre, el club en el que se desempeñó durante las últimas ocho temporadas y con el cual consigió seis títulos en el Campeonato Gaúcho, una Copa Libertadores, (2010), una Sudamericana (2008) y una Recopa Sudamericana (2011).
“Surgió una chance muy buena de jugar en Argentina, en el club en que debuté y gracias al cual pude hacer una carrera”, explicó el Cabezón.
“Todavía no me cae la ficha. No fue fácil, fue una decisión complicada. Esto es una mezcla de tristeza y de felicidad”, sostuvo D’Alessandro, quien debió interrumpir su declaración en conferencia de prensa cuando las lágrimas le impidieron seguir. “Volver a River después de 13 años es una satisfacción enorme para mí”, afirmó.
Al ser consultado sobre un eventual regreso al club paulista, el capitán evitó las certezas. “Mi contrato con River es hasta diciembre, luego me quedará un año más de contrato con Inter. No puedo prometer nada, nunca lo hice. Ahora se cierra una etapa, pero el ciclo continúa. Si todo marcha bien, mi historia aquí no termina”, expresó, en un prolijo portugués.
En River, D’Alessandro debutó a los 19 años, el 28 de mayo de 2000, en un partido ante Unión de Santa Fe, correspondiente a la 13ª fecha del Torneo Clausura (derrota 2 a 1). En total disputó 98 partidos, anotó 23 goles y consiguió los títulos en los torneos Clausura 2000, 2002 y 2003.
Tras su partida, en julio de 2003, vistió las casacas de Wolfsburgo, Portsmouth y Zaragoza. Tuvo un breve paso por San Lorenzo en la temporada 2007/2008, antes de sumarse a Inter.
Además, vistió la camiseta del seleccionado mayor en 24 oportunidades. También representó al combinado nacional en categorías juveniles y consiguió dos títulos: el Mundial Sub-20 de 2001 en Argentina y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas (Grecia) 2004.
¿Debe hacer los deberes?
La idílica relación entre los hinchas de River y D’Alessandro un día comenzó a resquebrajarse y estuvo a punto de fracturarse por completo. Uno de los últimos grandes jugadores formado en la cantera del club supo cosechar tantos elogios y aplausos del Monumental, como insultos e indiferencias con diversas decisiones que tomó.
El día que abandonó Núñez, las puertas del Millo quedaron abiertas de par en par para el Cabezón. Cinta de capitán, ovación y mote de ídolo en sus espaldas para comenzar su periplo por Europa. En el 2008 el nexo comenzó a destrozarse: los dirigentes d entonces no quisieron repatriarlo y él eligió San Lorenzo.
La bronca contenida contra los hombres que manejaban River se expresó completa la recordada noche de mayo del 2008 y los hinchas se sintieron traicionados. El Cabezóm gritó con cuerpo y alma el segundo gol de Bergressio que le posibilitó al Ciclón la clasificación. El público, que aún tiene una daga clavada por esa derrota y los coletazos que significó, no se lo perdonó.
La tensa brecha entre el futbolista y el público siguió estirándose a medida que los años fueron pasando. En el Inter de Porto Alegre encontró su lugar en el mundo. Se transformó en ídolo y, temporada tras temporada, sus declaraciones no hacían prever la vuelta a Argentina.
En 2014 renovó por tres años en Brasil y declaró: “A River le debo todo, pero el Inter es un club donde me siento muy cómodo. En River me fui con 99 partidos. Acá (en Inter) voy a cumplir, a fin de año, 300 partidos”.
Entre reproches e insultos, el corazón del Cabezón se fue endureciendo y los fanáticos gaúchos fueron ganando cada vez más lugar. “Me dolería mucho que me puteen en River. Sólo por eso no voy a verlo”, explicaba sus decisiones.
La barrera imaginaria se quebró de repente y sin rumores previos. D’Alessandro decidió pegar el portazo en Brasil para volver a River. Esa determinación lo acercará más al hincha, aunque ahora tendrá que trabajar para remendar los corazones heridos.