Durante todo el gobierno de Néstor Kirchner, y posteriormente los de Cristina Fernández, se habló de “el viento de cola” que empujaba a la economía argentina, pero esencialmente a todas las economías de países productores de materias primas, entre ellos, la mayoría de los denominados “emergentes”.
Este escenario de viento de cola estaba representado por tasas de interés internacionales muy bajas y una devaluación del dólar frente al resto de las monedas. Ante esta pérdida de valor de la moneda norteamericana, se revaluaron todas las monedas de la región y aumentaron los precios en dólares de las materias primas, tanto metales como productos agropecuarios.
La situación favoreció, sin querer, a la Argentina, que por efecto de la crisis de 2001, sufre una devaluación de la moneda de gran magnitud, que lleva la cotización a 4 pesos. Una devaluación de esta magnitud ante el dólar, sumada a la devaluación del mismo, generó una ganancia de competitividad notable que permitió la recuperación de la economía.
La recuperación comenzó por la vía del comercio exterior, lo que permitió la creación de puestos de trabajo. Ya en una segunda etapa, se trasladá a una mayor actividad en el mercado interno y continuó la creación de empleo.
Pero el proceso de revaluación de la moneda también afectó al peso argentino. Luego de la gran devaluación a principios de 2002, que llevó al peso por encima de los 4 pesos por dólar, la situación internacional y el ingreso de divisas por exportaciones llevaron a que bajara hasta un nivel de 3,20, merced a que el BCRA compraba gran cantidad y que los requerimientos para importaciones fueran pocos, porque la devaluación era un freno a las importaciones.
Basta recordar que cuando se produjo el problema por la resolución 125, que establecía un sistema de retenciones móviles para las exportaciones de soja, el precio de la oleaginosa estaba cerca de los 300 dólares por tonelada, mientras hoy alcanza los 550 dólares.
Las crisis de la burbuja
En 2006 la Reserva Federal, ante los indicios de que la economía norteamericana se había recuperado, fundamentalmente de mano de la construcción, detecta peligros de avances inflacionarios y comienza a subir la tasa de referencia, que pasa de 1% anual (estuvo así casi 2 años) a 5% en un año.
El comienzo del cambio de tendencia de la tasa alerta a los inversores y, los más precavidos, comienzan a vender sus tenencias de títulos inmobiliarios. Mientras subían las tasas, comenzaban a bajar los precios de las viviendas, generando una crisis muy profunda por la forma en que estaban apalancadas esas compras con créditos y seguros.
La crisis de las hipotecas en Estados Unidos llevó a que el gobierno tomara medidas extremas, como fijar la tasa de referencia prácticamente en cero en los últimos cinco años y un proceso de inyección monetaria muy importante.
Tanto en la situación anterior a la crisis como en la post crisis, los capitales se vieron tentados a buscar ganancias en los países emergentes, ya sea vía compra de bonos, acciones o invirtiendo en la producción agrícola o en la minería. Lo cierto es que esta afluencia de capitales ayudó a que se revaluaran las monedas de dichos países.
Esta revaluación trajo como consecuencia problemas de competitividad que los países no compensaron, aunque aprovecharon para reforzar sus tenencias de divisas. Pero, para cubrirse, algunos comenzaron a tomar medidas para evitar capitales golondrinas y generaron gravámenes para desestimular las colocaciones de corto plazo. Todos estaban esperando que llegara el actual momento.
Argentina, por su parte, también sufrió un problema de competitividad de su tipo de cambio, pero en este caso por razones distintas a las del resto de los países. Mientras los países emergentes tenían el problema del ingreso de divisas, Argentina sufría una fuga de capitales propios, mientras el dólar perdía competitividad por la inflación.
Cambio de ciclo
Los datos vienen mostrando desde hace unos meses una recuperación de la economía norteamericana, aunque pareciera que a un ritmo menor al esperado. Ante estos datos, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, dijo la semana pasada que los programas de expansión cuantitativa, por los cuales se inyecta liquidez, podrían comenzar a disminuir a fin de año.
La menor expansión monetaria y el crecimiento de la economía deberían producir un reflujo de capitales hacia los Estados Unidos y con ello, una recuperación del valor del dólar frente al resto de las monedas. Este mayor valor de la moneda de EEUU terminará impactando en los precios de las materias primas.
Para los países emergentes el problema ya está presente. Las declaraciones de Bernanke dispararon una cadena de salida de capitales y una devaluación de sus monedas y, aunque hubo una pequeña recuperación, los analistas están convencidos de que el cambio de ciclo ya está en marcha. El problema lo sufren los países latinoamericanos, pero también les está pegando a China e India.
Para Argentina se presenta un escenario complicado. Frente a este panorama, seguramente cederán los precios de los granos, del petróleo y de los metales. No habrá en nuestro país problemas de salidas de capitales porque los pocos que entraron ya se fueron, así que no habrá una salida masiva.
Donde se centrará el problema es en el tipo de cambio. El gobierno se ha negado a una mayor devaluación ya que entendía que la paridad cambiaria actuaría como ancla antiinflacionaria. El efecto ha sido el opuesto, ya que la inflación siguió creciendo pero las empresas pierden competitividad y se pierden ventas al exterior.
Pero si el dólar crece en el mundo, el gobierno no podrá contenerlo artificialmente y el resultado se verá en el mercado paralelo. Sería razonable que desde el mismo gobierno se comenzara a explicar este proceso que significa que Argentina no devalúa su moneda sino que la moneda argentina se devalúa en el mercado por la suba del dólar.
Es un mensaje que hay que preparar porque si se insiste en mantener contenida la paridad, las tensiones en el mercado serán cada vez mayores y se generará una crisis innecesaria. El proceso no será inmediato sino gradual, por lo cual es mejor acompañarlo antes que nos arrastre.