La mayor remontada en los Mundiales desde 1970 la protagonizó una selección, Bélgica, acusada los últimos años de falta de carácter y unidad. La selección dirigida por Roberto Martínez levantó el lunes un partido que tenía perdido ante Japón y en Rostov del Don sobrevolaban de nuevo los fantasmas. Que Bélgica siempre falla. Que esta generación de futbolistas caerá de nuevo ante una selección menor. Que a la hora de la verdad se hunde.
Nada de eso. Jan Vertonghen (69'), Marouane Fellaini (74') y Nacer Chadli (94') dieron forma a una remontada tremenda que colocan a Bélgica en los cuartos de final. Ahí espera un hueso muy duro, el Brasil de Neymar, pero Bélgica demostró que tiene garra.
“Bélgica tuvo individualidades, pero no es un equipo”. La frase se leía hace dos años, el 2 de julio de 2016, en el diario belga “Le Soir”. Era el día después a la eliminación de la selección en los cuartos de la Eurocopa ante Gales. Era el último capítulo de la impotencia de Bélgica.
En Brasil 2014 completó un fase de grupos con tres victorias y en octavos venció a Estados Unidos. En cuartos fue incapaz de mantener el nivel y perdió con Argentina.
A la Eurocopa 2012 y al Mundial 2010 ni siquiera se clasificó. Y en el recuerdo, siempre flotando, la presión de esa generación que alcanzó las semifinales en México 1986.
Lógico que después de tantas penurias, la actual generación tenga tanta exigencia. Y es que, además, Bélgica nunca había juntado tanto talento: Eden Hazard, Romelu Lukaku, Dries Mertens, Kevin de Bruyne... Una generación de oro que llegó a Rusia con la pesada mochila de los resultados recientes.
En la fase de grupos brilló más que nadie y mostró un poder ofensivo descomunal. Pero todo le fue de cara y no había tenido que sobreponerse a ninguna situación adversa. Ahí apareció Japón.
“Esto es lo que pasa en un Mundial. Esto fue una prueba de carácter para todo el equipo", resumió Roberto Martínez tras la victoria sobre los nipones, culminada con un contraataque de libro. "Esto demuestra para qué está capacitado este grupo de futbolistas".
Vincent Kompany, uno de los líderes del vestuario, se mostró muy orgulloso de la reacción del equipo. "Estábamos en una situación muy difícil y mantuvimos la calma. Demostramos que somos fuertes mentalmente. La fe es importante", dijo el defensa.
Ahora necesitarán mantener el nivel de fútbol y de fe para intentar batir el viernes en Kazán a Brasil, una de las selecciones más sólidas hasta el momento en el Mundial. El papel de favorita, además, está reservado para la “pentacampeona”, lo que implica de alguna más tranquilidad para los belgas.
Considerada en los últimos años como un equipo lleno de estrellas sin armonía ni nervio, Bélgica tiene en Rusia varios cracks y un entrenador con un plan concreto. También tiene carácter.