Está a un paso de lo increíble

El Maracaná albergará la final que no tendrá al local como protagonista. Se creía que nada superaría al golpe de 1950, pero esto puede ser peor.

Está a un paso de lo increíble
Está a un paso de lo increíble

Lo que comenzó como una provocación de alto riesgo por parte de los hinchas argentinos está a un paso de ser real: Brasil ya sabe qué se siente, y no es nada agradable. Pero todo puede ser casi siempre peor. Los anfitriones del Mundial lo saben, y por eso le temen a una intensificación extrema de esas sensaciones en los próximos días.

“¡¡Qué locura!!”, escribió Lionel Messi en Facebook en el final de la noche del miércoles. “¡¡Estamos en la final!! Disfrutemos... Nos queda un pasito más...”.

Ese ‘pasito más’ al que se refiere la gran estrella argentina redondearía un fin de semana que es ya de por sí histórico para el fútbol: Argentina en la final del Mundial de Brasil 2014 enfrentándose a Alemania en el Maracaná. Brasil, muy lejos, en lucha por el tercer puesto con Holanda el sábado en Brasilia y con todo el domingo libre para ver la final por televisión.

¿Puede realmente ser peor? Sí, porque el devastador 7-1 de Alemania a Brasil en semifinales y el épico triunfo 4-2 por penales de los argentinos sobre Holanda tras 120 minutos sin goles significan sólo eso, dos equipos que llegaron a la final con sensaciones y juegos muy diferentes. Pero una final es otra cosa. Es siempre una historia en sí misma, como bien comprueban alemanes y argentinos cuando rememoran las finales de 1986 y 1990.

"Brasil, decime qué se siente", cantaron los argentinos durante un mes entero en las calles y estadios de Río de Janeiro, Belo Horizonte, Porto Alegre, San Pablo y Brasilia, y el domingo volverán a hacerlo en el Maracaná rememorando el 3-2 a Alemania en la final de México 86.
Ese estadio, el de mayores resonancias míticas en la historia del fútbol, encarna lo mejor y lo peor del fútbol brasileño.

Se creía que nada superaría el golpe de 1950. Aquel 2-1 de Uruguay sobre Brasil en el partido decisivo del Mundial creó un vocablo, “Maracanazo”, al que ahora acompaña otro, “Mineirazo”. Si en el final del domingo surgirá una tercera etiqueta para poner sello histórico a la final del Maracaná, está aún por verse, aunque es bastante probable: Alemania busca su cuarto título y Argentina el tercero para un éxito superlativo, el golpe de su vida en el corazón futbolero del archirrival.

Si Maradona fue abucheado por los italianos en aquella final de 1990 en el Estadio Olímpico de Roma, el domingo Messi y compañía seguramente no recibirán flores de los anfitriones, aunque difícilmente el ‘10’ reaccione como aquel ‘10’ de entonces, gritando “hijos de puta” una y otra vez hacia la tribuna. Pero tensión habrá, pocas dudas caben. “¡Alemanes desde niños!”, tituló ayer el diario deportivo “Lance”, altavoz de las pulsiones más populistas del fútbol brasileño.

En la foto, Lukas Podolski aparece acompañado por un niño indígena. Una tensión que no sólo emanará desde el sector de los aficionados anfitriones. Los hinchas argentinos, magistrales representantes de un país obsesionado con la burla ingeniosa al rival, bien podrían cambiar la letra de su cántico estrella y convertirla en algo más hiriente aún.

O no, porque resulta difícil imaginar qué se le podría añadir a un "Brasil, decime qué se siente tener en casa a tu papá" en caso de que Messi alce el trofeo de campeón en el Maracaná.

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