Un ex espía y alta tecnología protegen a Francisco del espionaje

El legendario jefe de inteligencia Domenico Giani blindó las comunicaciones y edificios de la Santa Sede para evitar filtraciones.

Un ex espía y alta tecnología protegen a Francisco del espionaje
Un ex espía y alta tecnología protegen a Francisco del espionaje

Guardián de millones y millones de tesoros, documentos, libros y memoriales en sus vastos archivos secretos, el Vaticano ha sido considerado siempre una cueva de espías, pero se defiende en todo lo que puede para evitar ser un colador de informaciones ultrasensibles.

Es el Centro Operativo de Seguridad, el eje de las medidas contra los 007 humanos y cibernéticos, que tiene sede dentro de las murallas leoninas. Su legendario jefe es el comandante de la Gendarmería Vaticana, Domenico Giani, un ex miembro de los servicios de inteligencia italianos, experto como pocos en la tarea de blindar la información.

Para el Vaticano es imposible competir con los medios ultrasofisticados que manejan la National Security Agency (NSA) de los Estados Unidos con orejas electrónicas y satélites por todo el mundo y el espacio circundante. Y acompañada por la CIA, la Central Nacional de Inteligencia norteamericana, que se encarga de los contactos, negociaciones y acuerdos con quien haga falta para cosechar más y más noticias.

El Centro Operativo de Seguridad del Vaticano probó su alto nivel de eficiencia tecnológica levantando una muralla de protección en torno a los preparativos en el Palacio Apostólico y al Cónclave que reunió a 117 cardenales entre la Capilla Sixtina -donde se votaba y fue elegido como Papa el argentino Jorge Bergoglio, el 13 de marzo-, y la Casa de Santa Marta, donde residían los purpurados y que Francisco eligió como querencia desde entonces.

Recuerda Andrea Tornelli, vaticanista de La Stampa de Turín, que los periodistas que trabajaban en la segunda sala de prensa durante el Cónclave, vecina a los sacros palacios, se quedaban sin el wi fi de internet y las conexiones telefónicas y de tevé a cada rato. Era la muralla electrónica del comandante Giani la que armaba estos entuertos para proteger de penetraciones electrónicas "non sanctas" los recintos donde se cocinaba a fuego vivo la historia del nuevo Papa.

El Vaticano ha creado un buen equipo de técnicos informáticos y de operadores electrónicos. En Israel, país a la vanguardia en el área, se han comprado instrumentos y tecnologías.

Dentro del Vaticano hay líneas seguras, bien protegidas, pero sólo para las comunicaciones internas. Más allá de las murallas, se sale a la intemperie. Frente a los muros leoninos, en una plaza cerca de la puerta de Santa Ana, se encuentra la embajada norteamericana ante la Santa Sede, fornida de muchos ingenios electrónicos.

La reciente brillante mediación de Francisco, que evitó en gran parte el ataque militar norteamericano contra Siria por las denuncias del uso de gases tóxicos, ha contribuido en realidad a excitar más la curiosidad de los espías por saber qué están cocinando un Papa y un Vaticano cada vez más protagonistas de la escena mundial.

Seguros de la voracidad informativa del espionaje, que viene en parte desde el cielo (satélites), los sabuesos del comandante Ciani realizan un control cotidiano de las ondas electrónicas que penetran en la Casa de Santa Marta, en cuya suite 201 habita Francisco. Santa Marta es hoy un modesto pero efectivo centro de la política mundial y los 007 quieren y deben saber lo que pasa.

La Gendarmería vaticana trata de impedir esas indiscreciones, sobre todo con un Papa que habla mucho más por teléfono que sus predecesores y sus conversaciones a la sombra del Cupolone de San Pedro resultan siempre imperdibles para los espías.

Esta guerra no tiene fin. Desde hace muchos siglos que espiar es una práctica cotidiana en los sacros palacios.

En los '70, cuando el después frustrado Papa, monseñor Giovanni Gemelli, era el hombre fuerte del pontificado de Pablo VI, "Su Eficiencia", como lo llamaban, hizo controlar los teléfonos. Resultó, cuenta Tornielli en el diario italiano La Stampa, que apenas se hacía funcionar el teléfono se ponían en marcha varias centrales operativas, dentro y fuera del Vaticano, para grabar todo. Muchos años después, el espectáculo continúa.

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