En los próximos meses el Museo Provincial de Bellas Artes “Emiliano Guiñazú”- Casa de Fader volverá a abrir sus puertas, tras siete años de estar cerrado a la visita de espectadores. Ha transcurrido mucho tiempo desde que la hermosa casona de Mayor Drummond se clausurara por precaución al comprobarse que su estructura edilicia estaba dañada. Mientras llega el espectacular momento que significará mostrar otra vez 1.700 obras, entre esculturas, murales y pinturas, de las cuales 56 son del gran maestro Fernando Fader, están en pleno desarrollo las obras de restauración del hermoso reservorio cultural, y todos los que aman la pintura, del ambiente local y visitantes extranjeros, esperan que se inicie un largo periodo de exhibición de su acervo y de mantenimiento intensivo para que no se repita una interrupción de los servicios como ha ocurrido en el pasado lustro.
En 2016 el Gobierno provincial encaró trabajos de refuerzo de la estructura edilicia del inmueble, afectado por el paso del tiempo y también por algunos sismos que comprometieron su resistencia, como el de setiembre de 2012.
Desde hace algunas semanas se ha lanzado una segunda etapa de reacondicionamiento arquitectónico y pictórico, que está llevando a cabo un equipo que encabeza la prestigiosa experta en conservación y restauración, Cristina Sonego.
El público, antes de ver abierto su museo, podrá apreciar la labor que están haciendo los restauradores, ya que la Secretaría de Cultura habilitará la visita de pequeños grupos de personas y de esa manera observar el trabajo de Sonego y sus colaboradores.
Es una práctica que se utiliza en otros museos, lugares de arte o centros culturales sometidos a mejoras, que puede resumirse en la expresión “Abierto por obras”.
Según el testimonio de un experto en museos y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Mikel Asensio, esa habilitación de visitas en obras fue un eslogan de la catedral gótica de Santa María de Vitoria, capital de la comunidad autónoma del País Vasco, en el norte de España, que hace unos 20 años permitió visitas a las labores de restauración del templo.
La idea tuvo una gran repercusión en el mundo de los museos, y fue copiada en incontables ocasiones por una larga lista de espacios de presentación de patrimonio.
“La idea básica y simple que subyace a esta actitud -comentaba Asensio- es la del compromiso con la sociedad. Grupos de visitantes, casco en ristre, disfrutan de primera mano del proceso de restauración. Toda una inmersión en el trabajo de los expertos, con los que tienen la posibilidad de interactuar, de una manera singular y en un entorno inhabitual, tornando las posibles incomodidades de accesibilidad en una experiencia emocionante”.
Mostrar a la sociedad los procesos de patrimonialización, en un entorno dialógico entre los expertos y los ciudadanos, es una visión moderna del patrimonio, frente a la consideración elitista y cerrada de la pose tradicionalista del museo aislado en sus discursos y sus públicos.
“Este tipo de experiencias de apertura del patrimonio en periodos de impasse han sido muy valoradas por las audiencias, que creen que estos inconvenientes son subsanables y que su superación merece la pena en el conjunto de la calidad de la oferta que se consigue”, argumenta el citado especialista español.
Esperemos entonces volver a ver en funcionamiento pleno esta mansión de fines del siglo XIX, y que todos sus componentes, los del acervo artístico bajo techo, y el jardín al aire libre y sus esculturas, brillen con su magnetismo como ocurrió en el pasado.
Y que nunca más se celebre una Semana de los Museos, sin que el Fader, el MMAM y el ECA, estén abiertos, como lamentablemente sucedió en mayo de 2017.
