En los últimos tres años los pronósticos acerca del momento en el que la economía argentina volvería a crecer fallaron tantas veces que ahora nadie se anima a grabar las nuevas proyecciones en piedra.
Con bajo perfil, los analistas coinciden en que la recesión que golpea al país desde hace ocho meses se extenderá al menos hasta abril. Y en el segundo trimestre del año próximo arrancaría, muy tibiamente, la recuperación.
Para que esta vez el vaticinio se cumpla, es fundamental que se mantenga la estabilidad cambiaria, que se profundice la baja de las tasas de interés y que el calor del verano traiga alguna recuperación del poder adquisitivo.
En la previa de su llegada al G20, Christine Lagarde, la directora del FMI, soltó el pronóstico más contundente acerca de lo que pasará en 2019 con la economía local.
"Comenzaremos a ver un desarrollo positivo del programa en el segundo trimestre de 2019, eso es en abril, mayo y junio. En ese entonces debería verse el comienzo del cambio. Deberíamos ver una caída significativa de la inflación". El Gobierno adhiere a esta visión. Desde el equipo del ministro Nicolás Dujovne indican que en marzo empezarán a verse los prometidos brotes verdes.
Los especialistas consultados coinciden en que hay buenas chances de que la recuperación llegue en el otoño, pero aún hay riesgos dando vueltas.
Para Gustavo Reyes, economista de la Fundación Mediterránea, no hay que perder de vista que "hoy la recesión está más generalizada que cuando comenzó. En el segundo trimestre la caída fue fuerte, pero estaba muy marcada por el impacto de la sequía. En el tercer trimestre ya no se sintió el efecto negativo del agro, pero el comercio y la industria profundizaron su caída. Y ahora la recesión se extendió a algunos de los pocos sectores que no estaban en rojo, como los bancos. Con la suba de las tasas, la expansión de los créditos empieza a caerse".
Para que la suerte cambie habrá que esperar hasta el segundo trimestre. Reyes diferencia entre los factores "exógenos" de la recuperación y los "endógenos". Entre los primeros está el efecto positivo de la cosecha que se tomará revancha en 2019 de los números magros de este año. "Pero la clave es lograr un cambio endógeno. Para dar vuelta la recesión, hay que terminar con el círculo vicioso de alta incertidumbre, bajo consumo, expectativas de devaluación e inflación".
En este sentido, Reyes destacó que "la recesión empieza a hacer su trabajo poniéndole un tope a la inflación". Un indicador de esto es que "la tasa de inflación núcleo de septiembre superó el 7%, en octubre estuvo por encima de 4% y se espera que ronde el 2,5% en noviembre.
La fuerte recesión y la tranquilidad cambiaria que había hasta hace una semana son dos factores que claramente van a jugar a favor y así tendremos una menor inflación. Esta es una condición necesaria para la reactivación, porque en la medida en que baje la inflación empezarán a caer las expectativas de devaluación.
Sin esto es difícil que la tasa de interés siga bajando. Así los salarios dejarían de perder y hacia fin de año podrían empezar a ganar un poquito”.
Reyes puntualiza que este "escenario optimista no está exento de riesgos". En particular, el economista menciona a la desaceleración que amenaza a Estados Unidos, China y la Unión Europea.