El 21 de septiembre de 2013 fue encontrada muerta en España una niña que en pocos días cumpliría 13 años. Pero no se trató de un asesinato: había sido planeado por la propia familia de la nena durante varios meses.
Según la crónica de Infobae, Asunta nació en la ciudad china de Yongzhou, el 30 de septiembre de 2000, con el nombre de Yong Fang. Fue abandonada en un orfanato y fue adoptada a los nueve meses por un matrimonio español que no había podido tener hijos: Rosario Porto Ortega (en ese entonces 32 años, de Santiago de Compostela, abogada) y Alfonso Basterra Camporro (entonces 37 años, periodista, oriundo de la ciudad de Bilbao).
Desde muy pequeña Asunta demostró ser extremadamente inteligente.
La pareja se conoció en 1990 y después de seis años de noviazgo se casaron. La novia era hija única de Francisco Porto Mella, un reconocido abogado, y de María del Socorro Ortega Romero, catedrática de Historia del Arte. Alfonso, su novio, era hijo del industrial Ramón Basterra Santos y de la ama de casa María José Camporro, y tenía dos hermanos.
La familia de ella era reconocida y tenía mucho dinero. Él, como periodista, ganaba poco para los lujos a los que estaba acostumbrada su flamante mujer. Pero el amor los había unido.
Después de unos años sin tener hijos, los padres de Rosario empezaron a insistirles con la adopción. Querían ser abuelos. Finalmente la pareja se decidió e inició los trámites. El proceso llevó dos años y en junio de 2001, viajaron a China a buscar a su hija.
Asunta creció muy apegada a sus abuelos maternos. La muerte súbita de su abuelo Francisco, en julio de 2012, siete meses luego de la de su esposa, la afectó muchísimo. Para colmo, Rosario y Alfonso se separaron poco tiempo después: el día de Reyes de 2013, ya que él había descubierto que ella le era infiel con otro hombre que, además, era casado.
Asunta se quedó viviendo con Rosario en su departamento de siempre y Alfonso se marchó con su familia a Burgos primero y, luego, a Bilbao.
En el mes de mayo de 2013 Alfonso volvió a Santiago de Compostela con 6.000 euros y pudo alquilar un modesto departamento, sobre la calle República Argentina, a la vuelta del de Rosario y Asunta. No quería estar demasiado lejos.
En junio de 2013, por un problema de salud de Rosario la pareja se acercó bastante y estaban mucho tiempo juntos los tres.
A principios del mes de julio empezó una cadena de hechos alarmantes e insólitos. La noche del 4 de julio, en el departamento del tercer piso del número 31 de la calle Doutor Teixeiro, donde vivían Rosario y su hija, se produjo un episodio digno de una película de terror: un hombre enmascarado y vestido de negro trató de estrangular a Asunta mientras dormía. Rosario la habría salvado haciéndolo huir. Luego contaría que su hija había dejado las llaves puestas del lado de afuera de la puerta de entrada. Y, ante la sorpresa de los familiares, dio por terminado el tema.
A la mañana siguiente, la pareja empezó a acopiar cajas de lorazepam, una droga para el manejo de la ansiedad y del sueño. Alfonso fue a la farmacia el 5 de julio y se llevó 50 comprimidos. Cuatro días después, el 9 de julio, Asunta asistió a su clase de música luego de haber dormido en casa de su padre. Una profesora relató, durante el juicio, que ese día la alumna "no pudo recibir clase, que andaba en estado de sonambulismo".
A la semana, Asunta se fue por unos días a Portonovo con amigas y volvió el 17 de julio. Curiosamente, ese mismo día, Alfonso volvió a la farmacia para comprar una caja de 25 comprimidos. Más tarde retornó al establecimiento para que le dieran más pastillas: dijo haber “perdido” lo que había llevado. En total, en el mes de julio de 2013, compró 125 comprimidos.
El 22 de julio hubo otro episodio de somnolencia con Asunta. Esta vez ella le dijo a sus profesores de música algo que sonaba increíble: que sus padres la "engañaban" y que su madre le daba "unos polvos blancos que la hacían dormir durante días". Al ser consultados, los padres, hablaron de una supuesta condición alérgica de Asunta por la que "estaba en tratamiento". El pediatra que la atendía negó cuando declaró que la pequeña sufriera alergia alguna.
El siniestro plan ya estaba en marcha. Asunta se hallaba en manos de sus victimarios.
El 30 de julio, otra vez en busca de remedios, Rosario acudió a su consulta con el psiquiatra Ramiro Touriño. Le mintió y le dijo que no estaba medicada (aunque Alfonso, en realidad, llevaba todo el mes comprando Orfidal). Este médico, sin saber lo que ocurría, le volvió a recetar lorazepam.
Esa receta no sería usada durante agosto. No la necesitaban. Asunta estaba de vacaciones, lejos de ellos: pasó del 31 de julio al 22 de agosto con su madrina en Vilanova de Arousa y, del 28 de agosto al 10 de septiembre, con la señora Carmen Amarelle -que la cuidaba desde que había sido adoptada- en Val do Doubra.
Apenas volvió a casa comenzaron, otra vez, los problemas. Faltó a su clase de ballet y al segundo día del curso escolar porque “se sentía mal”, esgrimieron sus padres.
Qué casualidad, el día anterior, el 17 de septiembre, Alfonso Basterra había vuelto a la farmacia para conseguir ¡50 pastillas más de lorazepam! Ya poseían un verdadero arsenal químico… ¿para qué? ¿para quién?
El viernes 20 de septiembre Asunta se quedó sola en su departamento. Rosario se había escapado a pasar el día a Pontevedra con su amante (la persona en cuestión sería un poderoso empresario). Previendo lo tarde que llegaría, llamó a Alfonso y le pidió que se ocupara de su hija. Por supuesto, le mintió: le dijo que estaba retrasada con una amiga.
Asunta ya era claramente una molestia y una carga para esa madre que solo quería una libertad sin agenda ni compromisos escolares para su nuevo amor.
El sábado 21 de septiembre, la familia (resulta difícil llamarla así) almorzó en falsa armonía a las 14 horas. Los tres en el departamento de Alfonso, que preparaba unas ricas albóndigas con champiñones. Luego, jugaron a las cartas. Allí, no lo confesaron ellos pero lo dedujeron los investigadores, le habrían dado a su hija la última y altísima dosis de lorazepam.
A las 17.21 horas Asunta se fue de allí sola a su casa que quedaba a la vuelta. Llevaba ya en su pequeño cuerpo 27 pastillas de Orfidal. Rosario hizo el mismo camino de regreso a su departamento 7 minutos después. Todo esto se sabe con precisión por las cámaras de una sucursal bancaria que grabó sus movimientos.
A las 18.12 Rosario Porto volvió a aparecer, en otro foco de una cámara, entrando al garaje de su vivienda. A las 18.18 la niña fue vista por unos conocidos en compañía de su padre, Alfonso Basterra, en las proximidades de la vivienda de Porto.
A las 18.22 el coche conducido por Rosario Porto rodeó una rotonda camino a la casa de campo en Montouto, recientemente heredada de sus padres. A bordo se vieron las figuras de ella y su hija. Se cree que Alfonso iba oculto en el asiento trasero.
A las 18.31 llegaron a la casa, una muy linda construcción de piedra, con un jardín de 5000 metros cuadrados con piscina y cancha de tenis, en medio de una densa vegetación, que supo estar tasada en 900 mil euros.
La alarma de la casa se desconectó a las 18.35. A las 19.29 la madre recibió datos de internet en su celular.
No se sabe nada de lo ocurrido allí dentro. Pero los forenses estiman que entre las 19 y las 20 Asunta fue asesinada.
A las 20.53 la alarma de la casa volvió a conectarse. A esa hora aproximada un vecino saludó a Rosario Porto que va en el auto, pero no vio a Asunta.
Se cree que Asunta salió muerta de esa casa cerca de las 21. Que fue introducida en el auto de Rosario, atada de pies y manos.
Su cadáver fue abandonado, con mucho cuidado, al costado de un camino arbolado.
Alrededor de las 21 Alfonso apareció en nueve ocasiones en las cámaras de la sucursal bancaria cerca de su casa. Luego hubo una veintena de llamados del celular de Alfonso a distintos teléfonos. Se cree que fueron hechos para sembrar coartadas.
A las 22.30 Rosario y Alfonso se presentaron en la comisaría central de Santiago de Compostela para denunciar la desaparición de su hija. Las sospechas de la policía sobre ellos fueron casi inmediatas.
A la 1.30 una pareja joven que iba a una parroquia, encontró el pequeño cuerpo que se veía perfecto bajo la luz de la luna llena. A la 1.39 la Guardia Civil recibió el aviso. El cadáver de Asunta fue levantado de la escena a las 7 de la mañana del domingo 22.
El lugar donde fue hallada queda solo a 5 kilómetros de la casa de campo de Rosario.
El día 24 de septiembre Rosario Porto fue detenida acusada de homicidio, luego de asistir a la incineración del cadáver de su hija. Un día después, también sería detenido el padre, Alfonso Basterra.
La parodia que habían montado no se la creía nadie.
La asistenta del hogar de los Basterra/Porto, que trabajó para ellos 12 años, dijo que parecían una familia perfecta. “Idílica”, adjetivó.
Todos creían más o menos lo mismo. No había, en el pasado, demasiadas señales de lo que vendría. Pero, analizando los tres meses y medio anteriores al crimen, se podía ver que había un tétrico plan urdido.
Por alguna razón que desafía la ley natural, la ex pareja se habría abocado a una serie de ensayos macabros con su hija durante meses... hasta darle la dosis casi mortal de ansiolíticos para poder asfixiarla.
El 19 de noviembre de 2013 se levantó el secreto de sumario y trascendió un escrito en el que constaba la convicción de los investigadores: los padres de Asunta tenían un perverso plan acordado para matarla, él iba a ser el encargado de drogarla para aturdirla y Rosario se ocuparía de la asfixia.
En junio de 2014, el juez José Antonio Vázquez Taín, puso fin a la instrucción del caso. La selección del jurado popular se inició en mayo de 2015. El juicio comenzó a principios de octubre del mismo año: desfilarían 84 testigos y 60 peritos.? Durante el juicio, que duró 23 días, se reconstruyó el último mes de vida de Asunta.
El 30 de octubre de 2015, el jurado popular determinó, por unanimidad, que Alfonso Basterra y Rosario Porto eran culpables. Y fueron condenados a 18 años de prisión.
A seis años de todo esto, Rosario y Alfonso, siguen sin responder la principal pregunta: ¿por qué mataron a su hija?