En octubre, cuando supimos que nuevamente sería Alejandro Grigor quien se haría cargo del espectáculo central de la Vendimia, nos preguntamos por qué insistíamos en tropezar con la misma piedra.
No fue una mirada prejuiciosa, ni una hipótesis sin sustento, la que nos instó al replanteo. Fue una única certeza: este director no puede dar cuenta de un espectáculo escénico de alcance internacional, que requiere de dominio técnico por la complejidad de elementos y recursos que debe articular sobre el escenario. Nuevamente volvemos a constatarlo en la puesta de "Sinfonía Iluminada de Gloria".
La identidad que no entendemos
En 2012 con "Vendimia de Colores" se nos dijo que habría un rescate de "los íconos culturales de la idiosincrasia provincial". En esta puesta de 2014, Grigor insiste con la idea que, en esencia, no está mal si hablamos de rasgos tradicionales para delinear la identidad de la Vendimia. El problema es que esa conceptualización, respecto a "la idiosincrasia" y a los "íconos", es literal; sin abstracción sutil, ni resquicio para la narración poético-metafórica. O sea: la "sinfonía" del título se materializa sobre el escenario con notas musicales, un narrador omnisciente que es "la música" y el "himno" como épica de fervor patriótico y exaltado.
La "gloria" a la que se refiere es el monumento que está en nuestro cerro y la gesta sanmartiniana. Y cuando alude a la palabra "iluminada" no es sino para expandir la idea de la gesta heroica. Dentro de este sinóptico postulado de manual escolar, coloquemos los adjetivos. Eso es todo.
La viña, el vino, los inmigrantes, la Virgen, los indios y las colectividades son las 'figuras' de ese concepto "cívico" que mezcla historia e identidad; desoyendo los últimos 40 ó 50 años de construcción colectiva en la trama social compleja que es hoy, en el siglo XXI, nuestra provincia.
Claramente, en construcción simbólica y poética, "Sinfonía..." atrasa y, en su literalidad, vuelve sobre clichés que estaban superados: la noción del "indio" es un ejemplo.
A esta pobreza de conceptos sumémosle el hecho de que ya no está en el texto la prosa sutil y elegante del escritor (como sucedió el año pasado con la de Arístides Vargas), ni el conocimiento para la construcción de una estructura narrativa, que abandona y retoma hilos discursivos, deja a los personajes varados en el relato, y no es capaz de apelar al lenguaje audiovisual para sostenerse.
Más, es menos
Lejos de recurrir a una dosificación de los elementos escénicos, para apelar a la naturaleza discursiva y poética de cada uno de ellos cuando se necesiten, "Sinfonía..." pone todo el arsenal de producción a la vista del público desde el principio.
El diseño coreográfico de Franco Agüero se limita a rellenar de bailarines el espacio, sin riesgo creativo: todo es multitudinario. El vestuario también adolece de este 'abigarramiento' de colores, texturas y composiciones.
El precepto que indica "mucho es impactante" manda en los destinos de todos los elementos escénicos: la luz, la danza, la música, el vestuario, la utilización del video, la incorporación de acuarelas a las cajas lumínicas, la danza aérea, entre más.
Cada uno de estos recursos, por sí mismos, tiene hallazgos valiosos: los videos de archivo de "Proyecto Celuloide" que lidera Sergio Sánchez, el teatro de sombras de Pablo Longo y su equipo, la actuación de Martín Neglia (como San Martín), o la ductilidad y expresión de Hernán Piquín. Pero como todo está junto, al mismo tiempo, y sin jerarquización ninguna, en la marea de efectos estalla la uniformidad de los climas y las atmósferas. Efectos especiales, estos, de alto impacto que vistieron y enmascararon gran parte de los errores de la puesta.
Decididamente la idea escenográfica de Pérez Hugas es ineficaz. Se desaprovecha la pantalla de video (en especial, la central, que minimiza sus posibilidades discursivas en conjunción con las cajas lumínicas). Respecto a los escenarios, pierden relevancia el segundo nivel y los cerros (incluso las proezas aéreas están relegadas). En tanto que el espejo de agua, aunque acoge a tres coreografías, no suma ni integra densidad dramática.
Así, por segunda vez, Alejandro Grigor le impuso un vuelo rasante a este costoso espectáculo, que nos propone una básica visita al discurso museístico del manual escolar.
La belleza de las sombras
En escenario lateral de la derecha, en el cerro, detrás del 'Cerro de la Gloria' que tiene la escenografía, casi perdido, está el mejor hallazgo de esta puesta: el teatro de sombras.
Lo que sucede en esa pantalla es un espectáculo por sí mismo, que goza de todas las virtudes de que carece la puesta completa de "Sinfonía...": poética narrativa, sutileza, economía de recursos bien administrada y una clara idea discursiva y de relato.
Es que los destinos de ese pequeño territorio olvidado por Grigor está en manos de un hombre que conoce de dramaturgia y escena: Pablo Longo. Imperdibles, sus sombras
Espejitos de colores
Con idénticos inconvenientes a los que tuvo la puesta de Alejandro Grigor de 2012, esta edición vuelve a fallar. Un análisis que explica el porqué de una obra que no toma vuelo.
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